Fue pupilo de Carlos Monzón, quien lo vino a ver a Oberá

“Si me equivoqué no fue por malo, fue por ingenuo; hice las cosas de corazón”

Julio González salió de la calle gracias al boxeo. Recorrió parte del mundo y ganó mucho dinero, pero lo que más valora son las experiencias vividas y los amigos que cosechó en su extensa trayectoria
sábado 14 de septiembre de 2024 | 6:05hs.
Retirado de la práctica del box, Julio ahora lleva a cabo un trabajo social y de contención en la localidad de Dos de Mayo.
Retirado de la práctica del box, Julio ahora lleva a cabo un trabajo social y de contención en la localidad de Dos de Mayo.

A lo largo de su vida, Julio González pasó por todas las etapas por las que puede pasar un ser humano. Tanto en lo emocional como en lo material, tuvo idas y vueltas, encuentros y desencuentros, alegrías y tristezas. Pero todas esas experiencias vividas lo llevaron a ser quien es hoy.

A sus 60 años, Julio tiene cuatro hijos y se considera un tipo feliz, agradecido a la vida y sobre todo al boxeo, el deporte que, primero, le permitió salir de la calle y que luego lo llevó a la conocer el mundo y ganar mucho dinero, pero al que sobre todo agradece por los amigos que le fue dejando en el camino.

Julio Abel González nació el 4 de marzo de 1964 en Oberá, Misiones. Su mamá se llamaba Angélica Aguirre y su papá Felipe Abel González. Cuando tenía tres años sus padres se separaron. “Mi papá desapareció y recién lo volví a ver cuando tenía 22 años y ya era boxeador profesional”, recordó. Su mamá se fue a trabajar a Buenos Aires y Julio se quedó junto con su pequeño hermano de un año al cuidado de su tío Denis en Colonia Yabebirí. Ahí estuvo hasta que cumplió 10 años. Luego su mamá compró una casa por la calle Coronel Álvarez, en pleno barrio de Villa Sarita, de Posadas, y se puso en marcha una historia de vida que tiene ribetes cinematográficos.

Durante su niñez/adolescencia vendió diarios, helados, lustró botas, trabajó como cadete en una inmobiliaria y hasta estacionó autos en una playa de estacionamiento en el centro de Posadas. Luego llegó el boxeo a su vida y como pugilista amateur estuvo a punto de representar al país en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Dentro del campo rentado se codeó con los mejores exponentes de la época, fue pupilo de Carlos Monzón, que lo vino a ver pelear especialmente a Oberá y revolucionó la provincia. Conoció el mundo y ganó mucho dinero durante sus más de 20 años de carrera y  65 peleas como profesional. Hoy, ya retirado del ring pero siempre ligado al deporte, realiza un trabajo social en la localidad de Dos de Mayo, en la que vive desde hace varios años y es muy querido por los vecinos de la zona Centro de la provincia. En 2010 se le incendió su casa y perdió la mayoría de los recuerdos materiales, pero las mejores anécdotas permanecen intactas en su memoria y algunas de ellas las compartió en esta Charlas con El Territorio. 

¿Qué recuerdos te quedan de tu infancia, cuando pasaste algunas necesidades?

De esta etapa no reniego de nada, porque me enseñó de qué lado tenía que estar, del bueno o del malo. Conmigo compartía mucha gente, estaban los que trabajábamos vendiendo diarios o lustrando botas y estaban los que robaban. Yo decidí seguir por el camino del trabajo y así voy caminando por la vida. Siempre tratando de rodearme de gente buena y recolectando los consejos de los mayores. No reniego de nada. Traté de que mis hijos no tengan que pasar por lo que yo pasé porque es muy feo, la calle es muy complicada. Había días que tenía para comer y días que no, que había que salir a remarla con el estómago vacío. De juntar monedas para poder comprar un pedazo de pan. Por eso le agradezco a la gente del boxeo, que me ayudó mucho en esa etapa. Pasé necesidades, pero no me arrepiento y hoy les enseño a mis hijos para que no les falte nada. Ya son grandes, pero estoy permanentemente con ellos.

Tuviste que salir a pelearle a la vida desde muy chico…

Sí, salí a los 12 años de mi casa a lucharle a la vida. Mi mamá rehizo su vida con una nueva pareja y no me quería llevar con mi padrastro, así que tuve que salir a trabajar para pagar un alquiler, para comprar mis cosas.Vendía diarios a la mañana y en el verano también vendía helados. A la tarde me juntaba con los chicos en la plaza 9 de Julio y salíamos a trabajar, a lustrar botas.

¿Y cómo aparece el boxeo en tu vida?

Una mañana entré en una zona en la que no se podía vender diarios y los otros chicos me pegaron, entonces dije ‘tengo que aprender a defenderme’. En ese momento empecé a entrenar, tenía entre 15 y 16 años. Ahí también comencé a trabajar en la inmobiliaria Torres. Fui cadete, limpiaba el piso, hacía los mandados. Gracias a ese trabajo y la ayuda que me daban de a poco fui comprando mis cosas para entrenar. Siempre me gustó el deporte, pero cuando conocí el boxeo fue algo que me ayudó mucho. Todo lo que hoy soy es gracias al deporte y al boxeo. Fue el deporte que me dio una oportunidad en la vida. Tuve la suerte de recorrer la Argentina y el mundo y de hacer amistades. Constantemente tengo satisfacciones y reconocimientos gracias al boxeo. Recorrí muchos lugares gracias al boxeo. Sudamérica, Italia, Inglaterra, España. Gané mucho dinero y tengo muchas anécdotas, pero lo más lindo que me queda son las amistades que dejé en esos lugares. Me hice profesional en 1986 y terminé mi carrera en 2007.

¿Te acordás de tu primera pelea?

A los 6 o 7 meses que empecé a entrenar en el gimnasio mi entrenador Roque Ignacio Rojas me dijo que tenía condiciones y que tenía que debutar como boxeador. Conseguimos una autorización de mi madre y debuté con Cirilo Báez, quien hoy es mi amigo. Fue una velada en la que también peleó Rubén Oscar Verdún en el club Tokio, que estaba lleno. Esa noche los dos nos fuimos aplaudidos porque hicimos un gran espectáculo. Yo iba al frente por la ansiedad de ganar y él me esperaba para el contragolpe. Ahí empezó mi etapa amateur. Mientras tanto seguí trabajando en la inmobiliaria y también me tocó hacer el servicio militar obligatorio. A esa altura, con 18 años, ya era campeón en tres categorías amateur a nivel provincial

¿Cómo fue eso de que estuviste cerca de ir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles?

Cuando salí del servicio militar obligatorio se hizo un campeonato argentino de boxeo en Buenos Aires que era clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. En ese momento había una empresa (Playadito, de Colonia Liebig) que me iba a empezar a auspiciar. Ellos contrataron como técnico a Hugo Oscar Márquez y fuimos al campeonato argentino, era el único de Misiones y en la categoría medianos. Las eliminatorias se hicieron en la Federación Argentina de Boxeo (FAB) y si avanzabas a semifinales las peleas eran en el Luna Park. Llegué hasta la final y me tocó enfrentar a Hugo Antonio Corti, que me ganó en un ajustado fallo por puntos y fue él a los Juegos Olímpicos.

¿Y después de eso hubo un despegue en tu carrera?

Cuando volví a Misiones había algunos promotores que querían que me hiciera boxeador profesional. Yo no dimensionaba lo que era la diferencia entre el boxeador amateur y el profesional, tampoco nadie me explicaba. Yo trabajaba y ellos querían que yo deje de trabajar. Entonces preferí seguir peleando como amateur.

De todos modos tuviste una larga carrera dentro del profesionalismo. ¿Pudiste ganar mucho dinero como boxeador?

Gané mucho dinero con el boxeo, pero como vengo de una familia muy humilde y me crié con desconfianza, nunca tuve un profesional al lado mío que me diga ‘mirá, Julio, tenés que cuidar esto que estás consiguiendo’. Llegué a traer de una pelea 500 mil dólares y tuve muchas peleas internacionales en las que siempre me pagaron bien. Pero bueno, no supe invertir, pero tampoco me arrepiento. Nadie me puso una pistola en la cabeza para que gaste la plata que tenía. Estoy en paz porque siempre gasté para ayudar o darle una mano a un amigo o familiar. Siempre miro para adelante, nunca para atrás.

¿Cuál fue la pelea más difícil que tuviste?

La pelea más difícil fue por un título del mundo ante Roberto Domínguez en Vigo, España. Tenía muchas ansias de ganar y me dolió mucho cómo me robaron esa pelea. Estaba todo muy parejo y con un golpe le corté la ceja a mi rival. Ahí el juez paró el combate y lo dio como ganador a él, me dolió mucho.

¿Cómo llegaste a ser uno de los pupilos de Carlos Monzón?

Cuando se hizo la pelea para la clasificación a los Juegos de Los Ángeles estuvo Carlos Monzón. Me dijo ‘pibe, tenés condiciones, te voy a seguir’. En ese entonces la comunicación no era tan fluida como es ahora, entonces Monzón se contactó con el diario El Territorio para saber de mí y vino a verme pelear en una velada en Oberá. Hubo mucha repercusión en la provincia, lo esperó muchísima gente y en la velada que se hizo en el Ian Barney no entraba un alfiler. Al otro día de la pelea Monzón dio una conferencia y contó que a partir de ese momento yo era su pupilo.

¿Y hoy en qué etapa de tu vida te encontrás?

Cumplí 60 años y tengo cuatro hijos, también tengo nietos. Estoy feliz, tuve algunas equivocaciones como no cuidar el dinero que gané, pero tengo una hermosa familia y muchos amigos que me dio el deporte. Somos muy queridos acá en la zona Centro de la provincia. En cada lugar tengo un montón de amigos. Le agradezco a la vida por todo lo que me dio y el día que me vaya me iré con paz. Las cosas que hice siempre las hice de corazón, si me equivoqué no fue por malo, fue por ingenuo.


Perfil

Julio Abel González
Exboxeador

Nació en Oberá el 4 de marzo de 1964. Vendió diarios, helados, fue lustrabotas y cadete. Luego fue boxeador amateur y estuvo cerca de representar al país en los JJ.OO. de Los Ángeles 1984. Como pugilista profesional disputó 65 peleas con un récord de 30 victorias (11 por nocaut), 28 derrotas y 7 empates en más de 20 años de trayectoria. Vive en Dos de Mayo y realiza un trabajo social en la localidad.

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