“La muerte de los niños fue lo más impactante”
Jorge Mendoza (48), segundo jefe a cargo del cuartel de Bomberos Voluntarios de San Pedro, se refirió a lo que significó en su vida y para el cuartel el incesante trabajo de asistencia a las familias afectadas por el tornado. “Fue algo terrorífico, algo que marcó un antes y un después, la sensación no puedo explicarlo. Lo que sentí es indescriptible, marcó para siempre nuestras vidas, la muerte de los niños fue lo más impactante”, dijo al traer a la memoria lo vivido aquel 7 de septiembre.
Los bomberos voluntarios fueron advertidos a las 22.30 de que en la zona de Tobuna se desataba un temporal. “Recuerdo muy bien la hora, cuando me llamó Carlos Gomeñuka y me dice ‘hay una tormenta muy fuerte en la zona de Tobuna’, que había casas y personas desaparecidas”, recordó Jorge, quien es bombero desde 1997. De inmediato una dotación se trasladó al lugar, fueron los primeros en llegar y brindar asistencia.
Salieron desde la zona urbana, a 33 kilómetros del lugar del hecho, en ese momento el tramo de la ruta 14 desde Gramado era terrado. Tenían la idea de que se trataría de la tormenta de Santa Rosa de cada año, pero se quedaron perplejos cuando vieron la magnitud del desastre.
“En ese momento no se entendía bien qué había pasado, para nosotros fue una tormenta normal, pero después al oír historias, ver el daño, claramente no estábamos frente a una tormenta a la que estábamos acostumbrados todos los años”, manifestó Mendoza.
“Me tocó quedar en el pueblo y hacer la asistencia de agua para el hospital porque no teníamos luz, el hospital muy rápidamente se quedó sin agua porque estaban recibiendo a los heridos, los tenían que bañar e higienizar”, mencionó sobre el trabajo de asistencia que el cuartel brindó en el nosocomio. Además “ayudamos a recibir a los pacientes, bajarlos, trasladarlos de un lugar a otro, ayudamos en la morgue que se improvisó, mientras la gente nos contaba lo que vieron y vivieron, algo rarísimo”.
Sobre esa compleja tarea que les tocó realizar, Mendoza reconoció: “Lo más chocante fue recibir a las personas, venían completamente embarradas, tenían barro en el oído, la boca y vos decías ‘pero cómo, que pasó’. y fue todo el efecto de la tormenta que las levantó en el aire y las arrojó al barro. Ver a una madre preguntar por su hijo que la tormenta le arrancó de los brazos...”.
Toda muerte afecta -dijo-, pero cuando se trata de niños afecta más, impacta y marca para toda la vida”.
Y aseguró que “eso marcó un antes y un después, ahí nos dimos cuenta de que toda la preparación que podés tener como bombero no te alcanza para una situación de esas características”.
Cuando hizo referencia a la impotencia, recordó que tuvieron la oportunidad de ir hasta un punto, en ese momento por camino de tierra, llamado Cerro Tatú, desde donde se tenía una vista panorámica del recorrido del fenómeno, y ante esa vista llegaron a una conclusión: “Nos dio la sensación de que fue selectivo, esta casa sí, esta casa no. No es que trazó una línea recta y se fue. Decimos eso porque desde el Cerro Tatú se notaba que saltó la ruta 14 y del otro lado desvió una casita de madera muy precaria. Detrás de ella se veía el destrozo en la vegetación y monte, pero a esa casita no le hizo nada”, manifestó Mendoza.
Así como el cambio personal que dejó el tornado en la vida de quienes, de alguna u otra manera lo vivieron dejó cambios en el municipio. El principal tiene que ver con la creación de un plan de contingencia por si algo similar vuelve a ocurrir y que desde ese momento San Pedro fue incluido dentro del Corredor de Tornados.
En cuanto al cuartel, sirvió de experiencia para mejorar técnicas de trabajo y el cuartel adquirió un generador trifásico, teniendo en cuenta que en el municipio el servicio de energía eléctrica se corta con tormentas fuertes, para de esta manera poder ejecutar los cuatro toques de sirenas largos que simbolizan catástrofe.