Contrajo otras enfermedades a causa de las intervenciones
“Día a día mi cuerpo rechazaba lo que hizo, cada día me sentía peor”
Aníbal Lotocki, el cirujano oriundo de Oberá, actualmente se encuentra preso en la cárcel de Ezeiza. Acumuló numerosas denuncias a lo largo de los años y finalmente fue encarcelado el 18 de octubre de 2023, poniendo fin a una carrera marcada por controversias y mala praxis, que tiene 50 testimonios en su contra. En sus manos quedaron las muertes de Romina Vega, Silvina Luna, Cristian Zárate y muchas personas más.
Cuerpos envenenados es el testimonio en primera persona de una mujer que sobrevivió a la aplicación no consentida de metacrilato y otras sustancias en su cuerpo, y el consecuente calvario que provocó esta práctica en su cuerpo. El libro incluye el relato de otras víctimas y la acción judicial que terminó con el Doctor Muerte tras las rejas. “Sigo con cada vez más complicaciones, granulomas y dolores, cada vez puedo estar menos tiempo parada porque me baja la presión y me desmayo, y me agarran ataques de pánico”, contó Gabriela Trenchi, la empresaria textil que escribió el libro a partir de su experiencia con Lotocki.
“Fui por unos hilos tensores que me iba a sacar de las rodillas, de la cintura y de la pelvis porque yo no quería ninguna clase de material que él colocaba, que en ese momento creían que era metacrilato. No necesitaba volumen, sólo le pedí los hilos tensores y nada más. Resulta que cuando salgo del quirófano, salgo vendada hasta los tobillos, ensangrentada, y a las dos horas me dan el alta descompuesta. Fue un abandono de persona”, explicó, en conversación con el programa Acá te lo contamos por Radioactiva 100.7.
A su vez, aseguró que antes de la intervención era una persona sana, ya que sus análisis de rutina le confirmaban cada seis meses que no tenía absolutamente nada. Sin embargo, luego de pasar por el quirófano, su estado de salud comenzaba a empeorar. “Día a día mi cuerpo quería rechazar lo que hizo, cada día me sentía peor”, manifestó.
“Hablaba con su secretaria por teléfono y se reían, en ese interín se habían ido de viaje. No les importaba nada. Te recetaban, te cambiaban los medicamentos sin revisarte y así sucesivamente hasta que llega el día 15 de posoperatorio, en el que él me dice para aplicarme una inyección y que tome diurético porque estaba contracturada”, recordó.
En ese momento, Gabriela atinó a consultar con una amiga, quien le recomendó no consumir el diurético en las condiciones en las que se encontraba y la llevó a un centro médico. “Llegué con una hipercalcemia altísima. Me dijeron que si tomaba el diurético, moría en casa. Quedé internada, me agarraron dos virus hospitalarios que son una neumonía bilateral y casi muero por eso. Me salvaron de milagro. El Guillain-Barré, una enfermedad autoinmune que ocurre cuando el cuerpo se defiende de un montón de cosas, fue a causa de la intervención”, expuso.
El calvario continuó cuando los médicos pulsaron su médula para intentar descubrir qué ocurría, ya que la parálisis había abarcado la totalidad de su cuerpo. “Casi pierdo un ojo. Me tuvieron que coser los ojos y después abrirlos. Luego, me atendí con un oculista fuera de la clínica porque no me podía recuperar y me tuvieron que operar el ojo sin anestesia. Lo que viví fue escalofriante”, narró.
Cuerpos envenenados
Por otra parte, Trenchi comentó que eligió el título de su libro ‘Cuerpos envenenados’ al averiguar la mezcla de sustancias que Lotocki aplicaba en los cuerpos de sus víctimas. “Él traía un polvo, que es un biopolímero, y lo mezclaba con silicona líquida y tubraza. Eso es lo que colocaba a sus pacientes. Eso es lo que le habrá colocado a Romina Vega y se le habrá ido por algún torrente sanguíneo, por eso la mató en el momento”, dijo.
“Era un veneno, entonces dije son cuerpos envenenados, de los que no están y de los que seguimos luchando por la vida.