Consideraciones de un querido pensador

“La tecnología no para, te adaptás o quedás fuera del sistema, no hay alternativa”

El escritor y docente universitario jubilado Rodolfo “Rolo” Capaccio (81) analizó los cambios comunicacionales en una sociedad cambiante. En ese sentido, indicó que la escuela se quedó “en la tiza y el pizarrón” y que debe evolucionar “a las nuevas tecnologías”. Afirmó que “el libro no va a morir” y resaltó el hábito y los beneficios de seguir escribiendo a mano
sábado 13 de abril de 2024 | 10:15hs.
“La tecnología no para, te adaptás o quedás fuera del sistema, no hay alternativa”
“La tecnología no para, te adaptás o quedás fuera del sistema, no hay alternativa”

Hablar con Rodolfo “Rolo” Capaccio (81) es adentrarse a un viaje por la evolución de la comunicación humana. El escritor y docente universitario jubilado analizó los cambios en ese aspecto y con una mirada optimista sostuvo que “el libro no va a morir y por eso se imprimen cada vez más” y que “la escuela debería incorporar más tecnología”. Aunque resaltó los atributos que aún genera “la escritura a mano”.

En la librería Tras los Pasos, rodeado de libros y sin celular que moleste (él no lo usa), Capaccio charló de todos los temas. Desde la inteligencia artificial hasta cómo la escuela debe adaptarse para recibir a chicos hiperconectados.

¿Cómo ves el día a día desde tu cercanía a la cultura y la incorporación de las nuevas tecnologías?
Creo que son tiempos de cambio. Los cambios políticos implican siempre una transformación social en todo sentido. Siempre tiendo a ser optimista, sobre todo con los cambios de tipo tecnológico. Ahora con la inteligencia artificial, por ejemplo, que produce en muchas personas de la cultura desde un deliberado rechazo hasta cierta incertidumbre. Yo lo tomo bien. El otro día le hice el comentario a Nora Delgado y me propuso ir a hablar con los alumnos, entonces fui a dar una charla a sus alumnos y me anoté por lo menos diez momentos históricos en los cuales las innovaciones tecnológicas produjeron un rechazo manifiesto; empezando por el lenguaje escrito, que el mismo Platón rechazaba.

La oralidad era la forma de expresión y de comunicación y la palabra escrita decía siempre lo mismo en el momento en que aparece. Después, a lo largo de la historia, por ejemplo, la revolución también produjo un rechazo. Era otra concepción del universo. El propio teléfono, que inventa Graham Bell, él no se imaginaba que la gente pudiera conversar por teléfono porque venía la influencia del morse, del telégrafo, que cambió totalmente la comunicación por la instantaneidad. Mandabas a decir lo imprescindible. Con el teléfono era lo mismo, no se te ocurría conversar. Ahora la gente vive conversando con el celular.

Con la inteligencia artificial vos le pedís que te cuente un cuento ambientado en tal momento y lo hace. Las imágenes virtuales tienen realismos absolutos que ponen en serio riesgo la industria cinematográfica, una industria multimillonaria de añares. Te hace el guión, la película, ¿y qué va a pasar?
Hay una cuestión. Los cambios de los que hablé anteriormente ocurrieron en determinado momento y produjeron un rechazo y ahora quién negaría la letra escrita. Pero había tiempo de adaptarse, había generaciones y generaciones que se iban adaptando. Ahora lo que no hay es tiempo, tiempo de adaptación. Los cambios son vertiginosos. Esto de la inteligencia artificial es una cuestión de meses, de un año o dos. No hay tiempo de adaptación y hay aplicaciones gratuitas que ya podés usar. Entonces, por supuesto que los más jóvenes tienen una forma de asimilación mucho más rápida que la generación mía, para lo cual los cambios fueron periódicos y de adaptación mucho más lenta. Eso influye mucho, la edad influye.

¿Cómo nos adaptamos a eso que corre cada vez más rápido?
La tecnología no para. O te adaptás o quedas fuera del sistema, no hay alternativa. Uno lo piensa siempre desde la comunicación social porque nosotros estamos dentro de este fenómeno. Hay gente que todavía es analfabeta, imagináte. Sin embargo, aun el analfabeto tiene teléfono celular. Eso es una cosa que marca la diferencia con otros tiempos, donde el alfabetizado y el no alfabetizado conformaban dos niveles sociales incompatibles. En cambio ahora la gente se comunica igual. Está integrada con la comunicación, más allá de que desconozca de historia o literatura, se está comunicando, cosa que hace 40 años atrás esa división existía.

A veces nos cuesta relacionarnos por los algoritmos que nos hacen ver solamente lo que queremos y los círculos nunca se terminan de unir…
Ahí deben influir muchos factores, fundamentalmente el económico y las posibilidades de cada uno. Las posibilidades de integrarse socialmente, de acceder a los bienes culturales, a la lectura, a los colegios. Creo que eso sigue marcando fuertemente. Hay gente que va quedando afuera de esos sistemas, pero, de cualquier manera, la integración en general es más amplia, o por lo menos la división cultural no es tan severa como lo era hace muchos años.

Cuando aparece el libro de Gutenberg, que funde la letra escrita como no había ocurrido hasta ese momento, cuando los libros eran manuscritos, y éste empieza a generar cientos y miles de ejemplares del mismo texto, circulaban para una élite que podía acceder a la lectura. El resto de la gente era analfabeta totalmente. Por siglos, la gente no leía. Tampoco estaba la escuela con la difusión que alcanza después, ya en el siglo XIX y XX, ni te digo la escuela pública. No había escuela, así que la gente no sabía leer. Había enormes multitudes que no accedían a ese cambio extraordinario que se había producido.

Uno lo percibe, primero, por formar parte siempre de la parte alfabetizada. El analfabeto ni se enteró.

¿Cómo ves esta demonización de la cultura? En esto que se entiende por parte del gobierno de que solamente hay una prioridad y que son los números...
Creo que en estos momentos lo que prima es la cuestión económica, muy fuertemente. Siempre la economía ha influido en la vida de los pueblos, pero ahora la sociedad de consumo se ha generalizado y extendido mucho. La gente tiene necesidad de consumo de todo. Antes la vida era mucho más sencilla, se comía más abundantemente pero no con la variedad que hay ahora de cosas para elegir. Vos vivías con la misma pilcha de la mañana a la noche, ahora te cambiás la remera y las zapatillas todos los días. Es decir, esa es una demanda que impone la sociedad de consumo y que hace que, al darte el dinero para acceder, empieza a primar esa cuestión.

Los aspectos culturales van quedando un poco marginados: “No tengo tanta necesidad de comprar un libro como de comprarme alimento todos los días”.

¿Cómo se sale de ese círculo?
Creo que con una estabilidad económica con la que mayor cantidad de gente pueda acceder a los bienes de consumo. Ahí la sociedad se tranquiliza, por así decirlo. Ahora son momentos muy tensos, angustiantes. Hay gente que está pasándola muy mal y qué vas a hablar de bienes culturales. Creo, de todos modos, que son circunstancias que van a ser superadas. Quiero ser optimista, como decía con los cambios tecnológicos, que también en lo económico espero que haya algún cambio y que no demore demasiado; espero verlo.

Las nuevas generaciones vienen con ese cambio tecnológico y en eso la educación viene más lenta, ¿lo percibís?
Totalmente. Coincido muy claramente.

¿Hay que hacer una reforma educativa? ¿Cómo ves esta incorporación de nuevas tecnologías?
Creo que esa es una asignatura pendiente, si la educación debiera ir incorporando los cambios tecnológicos más rápidamente y asimilando a mayor cantidad de gente a los cambios tecnológicos. La escuela tradicional se ha quedado un poco con el pizarrón y la tiza. Para los chicos ahora la computadora es parte de su vida. Hay algunos desfasajes.

Vienen de una casa interactiva a una escuela tradicional…
Mayormente. Lo veo con mis nietos. Cuando iban a 4° grado, les decía que escriban su nombre con la birome y la agarraban con un esfuerzo terrible para escribir una oración, pero después se sientan en el teclado y escriben al tacto mientras yo estoy buscando las letras. Ellos teclean y no miran, les das la birome y es un suplicio. Son cosas discutibles también porque hay sociedades muy avanzadas tecnológicamente, como los japoneses por ejemplo, que ahora han hecho una regresión a la forma escrita de la letra a mano porque genera una identificación del individuo con su propia escritura, que de hecho todos escribimos con una letra propia. Son todas cosas discutibles. No hay nada que puedas acelerar, tiene que ser así. Uno vive de cambios.

A los alumnos les decía que en la comunicación nos vamos sintiendo en este tiempo como un surfista que tiene que estudiar la ola. ¿La puede estudiar el surfista? Va arriba de la ola, la ola lo va llevando, no hay tiempo de analizar la ola; la puede analizar quien está afuera a lo mejor, pero es parte del fenómeno. Estos cambios son un poco así, nos van llevando y no hay tiempo de analizar porque cuando analizaste algo ya se produjo otra innovación que te obliga otra vez a repensar las cosas.

En esta sociedad hiperconectada, hipercomunicada, también crecen los aislados…
Son contradicciones en el sistema. Yo no tengo celular por cuestiones personales, pero no me siento incómodo, sobre todo teniendo hijos que en el momento que necesito me suplen la necesidad. Es cierto que hay un sector que va quedando un poco marginado de la información, de aspectos culturales que a uno le interesan… Pero hay también sectores a los que no les interesa lo mismo. Es parte de la contradicción que crean estos fenómenos que no dan tiempo de adaptación, que te pasan por arriba.

Por supuesto que los más jóvenes tienen, por la propia concepción mental de joven, una mejor y más rápida adaptación que los viejos. Eso sí, ninguna duda.

Hay un informe de la televisión española que hablaba de la importancia de volver a escribir a mano por lo que genera eso en la parte cerebral. Resaltaban que no hay que perder ese hábito porque tanta automatización de prender la computadora nos hace perder ciertas funciones neurológicas.

¿Lo ha estudiado?
He escuchado esos comentarios. Lo único que uno tiene desde la experiencia propia es que en el momento que uno escribe encuentra una identificación personal con la escritura. Tu letra es tu letra, no es la del teclado. Hay una cosa propia, así como cuando recibías las cartas antes, que leías el sobre y ya sabías de quién era porque identificabas la letra de diversos amigos o novia, o lo que fuera. Creo que sí esa parte de la letra manuscrita tiene una relación muy fuerte con lo neurológico, con el desarrollo mental, con la actividad cerebral sin dudas. Ahora, de ahí a volver a escribir a mano cuando ya no podés mandar cartas simples porque el repartidor las tira y están carísimas.

Dentro de esa discusión de la escuela, también están las universidades porque hay profesiones que van a ir teniendo, lamentablemente, a desaparecer…
Así es. Hay que por lo menos discutir el asunto, aunque yo creo que la presencia del maestro es imprescindible. La cuestión personal y humana en la comunicación no debiera ser sustituida. Aunque ahora se hacen cursos por internet y aparece quien enseña, ya es virtual y no lo ves en persona. Son todas transformaciones muy rápidas sobre las cuales todos tienen sus dudas. No sé si está bien o si está mal, tengo mis dudas. Finalmente, se va imponiendo una realidad que te pasa por arriba, que no podés detenerla, así que la cuestión es adaptarse al cambio. No hay otra. De Darwin en adelante, perece el que no se adapta.

Estamos en una librería con libros reales y crece el fenómeno del libro virtual, ¿cómo lo ves cómo escritor?
Hay un escritor español que dice que los libros no van a morir y hasta ahora el libro impreso viene haciendo una resistencia muy exitosa. Quiero creer que es por la facilidad que ofrece su transporte, la posibilidad de la lectura más simple, el poder dar vuelta las páginas, cosas que la pantalla no te ofrece. El libro tiene unas características físicas y prácticas que la pantalla no puede suplantar. De hecho, los cambios que se hacen en la pantalla siempre tratan de imitar al libro físico de papel, y no terminan de lograrlo. Esa posibilidad de poder cargar el libro en un bolsillo, abrirlo en cualquier momento, que se te abra en la página justa de lo que querías leer, cosas que en la pantalla implican un tiempo de búsqueda en esa pasada vertical que, para mí, es incomodísima.

Está pasando con la música, están valorándose más los discos de pasta… Hay un retorno a ciertas cosas, ¿por qué sucede?
Se vuelve. Es difícil el por qué, no sé si alguien tiene la respuesta. Creo que un poco influye un cierto atractivo del revival, el volver a los orígenes de las cosas, encontrarles el gusto al chillido del disco con la famosa pasta. Para mí, en lo que respecta a la música, a diferencia del libro, es como una nostalgia de las formas en las que la música se difundió hace tiempo. En el libro es una cuestión práctica. En la música es mucho mejor ahora, con los adelantos tecnológicos, que lo que era antes. Pero cuando escuchás un disco de Gardel con el chillido eso te suena mejor que uno limpio de ruido ahora, te suena con el sabor del pasado.

Vamos, vemos el todo y después elegimos…
Es como el retorno a los autos viejos, por supuesto que las tecnologías eran fatales, terribles, pero hay gente que busca volver a ese pasado, que los colecciona. El libro no, sigue siendo más práctico como objeto que el libro en la pantalla. De allí a que siga imprimiendo y teniendo vigencia.

 
Perfil
Rodolfo Nicolás Capaccio
Escritor y docente jubilado
Edad: 81 años
Es escritor y docente universitario jubilado de la Universidad Nacional de Misiones.
Fue director de la Editorial Universitaria.
Desde el 2014 integra la Junta de Estudios Históricos de Misiones.

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