De las quebradas y Güemes al cerro de los siete colores en Purmamarca

Reemplazar las playas por el paisaje, la historia y la gastronomía de Salta y Jujuy. Un paseo maratónico e inolvidable por el norte argentino
domingo 03 de marzo de 2024 | 6:00hs.
De las quebradas  y Güemes al cerro  de los siete colores  en Purmamarca
De las quebradas y Güemes al cerro de los siete colores en Purmamarca

Planificar un viaje es prácticamente hacer un primer viaje. A través de internet, las imágenes invaden todos nuestros sentidos y nos imaginamos los paseos, las excursiones, los horarios y obviamente los costos. El gasto de combustible se convierte en tema de conversación diaria de sobremesa y vamos anotando y tachando.

Ya en agosto del año pasado habíamos decidido reemplazar las playas de Brasil por el norte argentino. Nuestro destino en el verano de 2024 serían Salta y Jujuy. ¿Pero con este calor? fue el comentario recurrente entre nuestros amigos. Para sorpresa de todos, incluso nuestra, no padecimos las altas temperaturas en ningún momento: en promedio 23 o 25 grados todos los días; y por las noches un poco menos. Un clima ideal.

Fueron quince horas en ruta, salimos a las 3.30 de la madrugada desde Posadas y llegamos a Salta Capital a las 19.30 aproximadamente, pasando por Corrientes, Santiago del Estero, y Chaco. Nos hospedamos en un apart hotel ubicado en pleno centro, el grupo aventura estaba conformado por dos adultos y dos adolescentes, es decir, los papis y los hijos. A tres cuadras de la majestuosa Catedral, el Cabildo, el Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM),  las galerías comerciales y todo el circuito histórico que hace a la ciudad.

Salta es eso: historia que enamora. Sus edificaciones, muchas manteniendo el estilo colonial, son testimonio de una época clave, el entrenamiento contra las tropas realistas. La provincia, de hecho, se destaca por ser la cuna del general Martín Miguel de Güemes, quien tuvo un papel decisivo en la guerra de independencia contra los españoles a principios del siglo XIX. Hablar de Güemes es nombrar a un prócer, quizás hasta de mayor jerarquía que San Martín o Belgrano. Sus cenizas descansan en la Catedral.

El primer día de un recorrido histórico, paisajístico y gastronómico en familia fue, justamente, un paseo por varios museos y lugares emblemáticos: el Cabildo, la casa donde nació Güemes convertida en un museo, y el Maam, donde conservan un hallazgo que sentó precedente en la humanidad: niños momificados en la montaña.

Si bien se presenta o publicita como la exhibición de las tres momias pudiendo descubrir más sobre el sacrificio del imperio Inca, el Museo solo exhibe una, “La niña del rayo” (una niña de 6); las otras son “La doncella”, una niña que tenía alrededor de 15 años y fue ofrendada en la cima del volcán Llullaillaco y El niño” (que tiene 7). Todos ellos fueron ofrendados en el tributo a la Capacocha, una de las ceremonias más importantes de la cultura Inca.

Un dato importante a tener en cuenta es que prácticamente en todas las excursiones o paseos, en Salta, los menores de 12 años tienen ingreso gratuito o un importante descuento; y jubilados y personas con discapacidad no pagan.

El día dos del diario de viaje incluyó el Dique Cabra Corral, Quebrada de las Conchas y Cafayate. Soleado pero no caluroso, fue un paseo maratónico y magnífico. Desde Salta Capital a Quebrada de las Conchas, nos llevó casi dos horas en auto, en el lugar se puede hacer la clásica foto en el Anfiteatro con la montaña detrás. Y de camino, una yapa, una locación de la película “Relatos Salvajes”; estaba el puente e incluso un auto incendiado haciendo alusión a la escena, solo faltaba Leonardo Sbaraglia.

Pasando la ruta invadida por un paisaje de cerros y montañas, que renueva todos los sentidos, nos acercamos a la próxima parada y mientras vamos disminuyendo la velocidad al ingresar a zona urbana vemos un cartel que reza “Bienvenidos a Cafayate”. Nos dirigimos a una bodega, Vasija Secreta, donde realizamos una visita guiada en la cual nos explicaron el proceso de fabricación del vino y cerró con una degustación. También nos permitieron recorrer el viñedo.

El día tres de la maratón turística familiar fue, quizás, el más esperado: el Tren de las Nubes. Hay dos maneras de hacer la excursión: una, contratando el paquete bus - tren - bus, que al momento de consultar tenía un costo de 54 mil pesos por persona; y dos, solo tren con un costo de 24 mil por pasajero. Nosotros optamos por la segunda opción, y nos dirigimos en auto - un viaje de dos horas y media - hasta la Estación San Antonio de los Cobres, que con 3775 metros sobre el nivel del mar se erige como municipio más alto del país. Desde allí sale la locomotora. Antes de subir al tren, es un punto mismo de paseo comercial con la venta de torta parrilla, típica de la zona como, y venta de abrigos, chalinas, y gorros. Infaltable los accesorios de llama y la hoja o los caramelos de coca entre las ofertas de los lugareños devenidos en vendedores ambulantes. Una paleta de colores.

Desde allí se vive una experiencia única, el disfrute de la alta montaña. Los relatos de los guías, en español e inglés dada la cantidad de turistas internacionales, permiten revivir la epopeya de la construcción ferroviaria, allá por el año 1920 iniciada por el ingeniero Richard Fontain Maury. El recorrido se extiende por tres horas, desde San Antonio de los Cobres hasta el viaducto La Polvorilla. ¿Quién diría? paseando plenamente en tren por la Cordillera de los Andes.

Hubo tiempo para fotos, muchas fotos, e incluso tuvimos que solicitar el servicio de Enfermería, pues en cada vagón hay un enfermero y en la Estación dos ambulancias. Las hojas de coca no fueron suficientes y uno de los integrantes de la banda viajera se apunó. Rápidamente con la asistencia de oxígeno, concluimos el paseo y nos dirigimos a la ciudad de Salta.

Empanadas salteñas y caminata recreativa por la noche antes de organizar todo para el próximo destino del itinerario: Jujuy. Tiempo de pausa.

Desde Salta capital emprendimos viaje a Purmamarca y el famoso cerro de los siete colores. Un pueblo tan pintoresco como organizado, desde el estacionamiento, los puestos de venta. Claramente una explotación turística de cada rincón. Sus calles de tierra y las casas detenidas en el tiempo combinan con la postal de fondo, cielo azul y los cerros.

Ese mismo día fuimos a las Salinas Grandes, que si bien tiene una distancia en auto es de 66 kilómetros, la ruta 52 presenta dificultades por sus curvas cerradas por lo cual se demora casi dos horas en llegar. un paisaje no recomendable para quienes sufren vértigo, como quien suscribe. Hubo momentos de miedo.

Las piletas de sal ofrecen un escenario perfecto para jugar haciendo fotos y más fotos. Conviene siempre hacer la visita por la mañana teniendo en cuenta que por la tarde el viento esparce sal en la piel. Para ingresar al lugar es debe abonar unos 6.000 pesos al guía, que conduce y explica la zona de los “ojos del Salar”, que son perforaciones naturales del Salar, con aguas color turquesa. Hermoso.

El retorno fue por la noche a San Salvador de Jujuy. Otras dos horas de viaje para llegar a descansar dado que al día siguiente quedaba un último destino del itinerario: Humahuaca. Allí, un abanico de actividades: quebrada de Humahuaca: serranía del Hornocal o también conocido como el cerro de los catorce colores, monumento a los Héroes de la Independencia, la capilla, el cabildo, y las tiendas de artesanías.

El diario de viaje concluyó allí, entre las historias de cómo Belgrano junto con  los gauchos y el pueblo indígena omaguaca defendió ese frente del avance de las tropas realistas. Una aventura por el norte argentino sin desperdicio; cada día valió la pena. Quedan ahora otras páginas en blanco, otras rutas por recorrer, y miles de fotos por hacer…

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