Ñande reko rapyta (Nuestras raíces)

Se hace camino al andar

sábado 17 de febrero de 2024 | 6:00hs.

El 26 de junio de 1959 nació Jorge Alberto, el primer hijo de Pipo Mayol y Mary Calvo, después llegaron Ramón Marcelo, José Eduardo y Alejandro y la familia se completó.

Desde pequeño a Jorge le gustó jugar con los tacones de su madre, con su bijouterie, dicen que era muy gracioso             y muy festejado por ella y la abuela Marica Calvo, quien tenía un cariño especial hacia él, era “su regalón”; se destacaba por su inteligencia y una sensibilidad a contrapelo de aquella sociedad de entonces, tan atada a mandatos y prejuicios, tan cerrada.

Era un adolescente cuando se asumió plena y casi públicamente, el contexto no fue el más amable para ello; a mediados de la década de 1970 la ebullición política - social marcaba la agenda, la violencia era cotidiana y la homosexualidad se consideraba un delito; no hay certeza pero fue en ese tiempo que surgió la nueva identidad “Adriana”; su máximo sueño - por entonces - era estudiar danzas clásicas en el Teatro Colón.

Cuentan que una madrugada llamaron a la casa familiar, el padre atendió, desde la Jefatura de Policía le pidieron que se presentara a retirar a su hijo; más rápido que corriendo don Pipo salió, en el camino recordó a su suegro, el respetado comisario Indalecio Calvo; entró pudorosamente y medio ofuscado al edificio policial, lo primero que le informaron fue que el joven no “había hecho nada malo”, lo habían trasladado a la dependencia por prevención ya que un grupo de muchachos intentó humillarlo y atacarlo físicamente; eran tiempo de plomo y capuchas, tal vez el respeto que todavía sentían dentro de la fuerza protegió a Adriana de otro tipo de destino …vaya uno a saber; lo cierto es que don Pipo tuvo que enfrentar la realidad de ese hijo amado, aceptar a Adriana definitivamente.

Casi sin planearlo ella encontró su vocación y en 1985 presentó por primera vez una colección de diseños propios, en un desfile en la Discoteca Power, con treinta y tres modelos profesionales locales y porteñas, indumentaria, maquillaje y peinados, una estética vanguardista como no se había visto antes en Posadas…

José Eduardo, uno de sus hermanos, trabajaba en Buenos Aires en el Banco Provincia de Misiones, Adriana se mudó con él, así comenzó una nueva etapa de la historia por más de una década; a poco de llegar a la “ciudad de las luces” se incorporó como creativa en eventos, discotecas, shows y eventos; se fue abriendo camino con su talento, inteligencia y profesionalismo, hizo desfiles para diseñadores de la talla de Roberto Piazza y Gino Bogani; numerosas producciones para las reconocidas artistas Beatriz Salomón y Nacha Guevara en la revista Caras.

Los rubros del arte nacional la recibieron, diseñó vestuarios para producciones cinematográficas de Patricia Sosa, Fito Páez, Divina Gloria, Fabiana Cantilo y Fabio Posca - todos ellos reconocidos exponentes de la música y el teatro -; para televisión, Adriana desplegó su creatividad para las vedettes Alejandra Pradón y Sandy Brandauer, primeras figuras del afamado Antonio Gasalla; también trabajó para el ciclo “Me gusta ser mujer” encabezado por la talentosa Nacha Guevara y en el ciclo “De a dos” con Karina Mazoco – donde tuvo una participación especial en idea, puesta en escena, vestuario y realización -; diseñó para el actor Jean Pierre Noher en la puesta de una obra maestra del teatro internacional “The Rocky Horror Show”, entre tantos proyectos que concretó.

Su gran sensibilidad social encontró un canal de expresión a través de la Escuela de Teatro de Ana María Giunta - otra gran actriz argentina - dedicada especialmente a personas con discapacidad, donde Adriana se dedicó al diseño de los vestuarios de las diferentes obras; antes que sugiera el oficio de “asesor de imagen”, Adriana lo hizo con Karen Reichard - actriz y conductora -, en cuyo programa supo oficiar de columnista.

Fue elegida como Diseñadora de Alta Costura de Vanguardia Argentina y un día, cuando consideró que era suficiente, regresó a Misiones; se instaló muy cerca de la casa de amada madre y el trabajo llegó solo, vestuarios, diseños exclusivos, desfiles, shows, vestidos de alta costura para todo el país, la mayor demanda siempre estuvo en Buenos Aires.

Adriana fue única y plasmó su esencia en cada diseño, más “una cuota de elegancia, sensualidad y glamour”; en la provincia era casi inexistente el concepto de alta costura, ella se sentía un poco sola, así que casi sin pensarlo hizo docencia y logró difundir la noción de los conceptos de moda, de estilo, de alta costura y de la industria del rubro propiamente dicha; estudiosa de la evolución de la indumentaria en general, de los cambios que la posmodernidad introdujo en las pasarelas y especialmente del globalizado fenómeno del “look”, se especializó en la exclusividad como marca registrada de su arte.

El 3 de setiembre de 2010, por la mañana, su madre se sorprendió cuando no fue a tomar el mate de costumbre, se acercó hasta su casa y la encontró muerta; tan natural como vivió, se fue para siempre, siguiendo el camino de su hermano José Eduardo; dejó incontables amigos incondicionales, cientos de bocetos por dibujar y miles de prendas por construir.

Antes de que el derecho a la identidad de género fuera una ley nacional, antes de que el matrimonio igualitario fuera posible y legal, antes…mucho antes Adriana marcó el camino en Posadas y en Misiones; fue ella, íntegra y entera, en tiempos donde eso podía costar la vida, la integridad física y psíquica; hasta inauguró un afamado programa periodístico en LT85 Canal 12, en tiempos “de familia” - la ortodoxa - y escribió una columna en una publicación de corta vida llamada “Misiones Ayer y Hoy”.

En sus propias palabras se definió: “(…) Soy una persona que siente la vida, siendo habitada por presencias y ausencias de aquellos que de algún modo formaron y forman mi camino. Reelijo escribir desde este lugar: el de la subjetividad hacia y para construir un mundo más humano desde la humanidad compartida (…)”

Le debemos a Adriana Mayol el reconocimiento que no tuvimos en su momento, le debemos reconocer públicamente su valor, su coherencia y su convicción, su pionerismo desdeñado.

A Gustavo Añibarro el agradecimiento por haber colaborado en esta columna.

¡Hasta la semana próxima!

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