Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

La última

sábado 03 de febrero de 2024 | 6:00hs.

E
l período jesuítico comprendido entre 1609 y 1768 que envuelve a Misiones es imposible de obviar, de hecho, buena parte de esa impronta ha pervivido hasta la actualidad; en una superficie de unos trescientos mil kilómetros cuadrados se llevó adelante aquella conquista, compasivamente denominada “espiritual”, implicó el sometimiento de miles de personas que habitaban esas tierras; dos sacerdotes “manejaron” pueblos o reducciones de cinco mil personas en promedio…poderosa arma la cruz, diría algún hereje por ahí.

Las fundaciones se llevaron adelante a partir del año 1609, en actual territorio paraguayo, con el surgimiento de San Ignacio Guazú y se extendieron durante todo el siglo XVII y la primera mitad de la siguiente centuria; sobrevivieron a los encomenderos paraguayos y a las apetencias portuguesas treinta pueblos, los que se conocieron como “Las Misiones” -el artículo se perdió muy entrado el siglo XIX-.

El esplendor religioso, económico, social y político se observa claramente en la primera mitad del siglo XVIII; después varias causas se aunaron para favorecer el extrañamiento de la Compañía de Jesús de todos “sus dominios” del mundo; en América la orden de expulsión llegó en 1767 y se concretó al año siguiente.

Hasta este punto el relato es más o menos conocido, pero… el área misionera no sólo estuvo habitada por grupos guaraníes reducidos, también poblaban la región guaraníes monteses o libres, guayanás y tupíes; en general se llamó “cainguás” a los guaraníes no reducidos y a partir del siglo XX se designó como “kaingang” a los grupos tupíes y guayanás para dejar en claro que no eran de etnia guaraní, que lingüista y culturalmente pertenecían a los Gê como los coroados, schokleng, botocudos y bugres, todos ellos habitantes de actuales territorios brasileños; se difundió más, se mediatizó y se oficializó la empresa jesuítica, que si bien fue exitosa se concretó sobre un número menor de nativos, la mayoría permaneció en sus tierras, resistiendo a los europeos hasta principios del siglo XX, en algunos casos.

Uno de los pueblos más pacíficos -de acuerdo a documentos de época- fueron los guayanás conocidos también como gualachos; Antonio Ruiz de Montoya los consideraba descendientes de los Chiquis, desplazados hacia el sur por el asedio de los  bandeirantes, se instalaron en la selva misionera entre los ríos Iguazú y Uruguay, muy hostiles y férreos a la hora de defender sus dominios; mantuvieron relaciones de “buena vecindad” con los guaraníes reducidos, aunque eran difíciles de convencer y convertir al catolicismo; sin embargo en 1627, después de numerosos intentos, el Cacique Tayoba aceptó ser reducido por los jesuitas, aportó ochenta caciques y las familias bajo su mando, así se fundó “Concepción de Nuestra Señora de los Gualachos”, luego se sumó otro Cacique importante llamado Sohé y sus cinco hijos con igual rango.

Con esta fundación, el proyecto de comunicar los pueblos o reducciones del Guayrá con las ubicadas en la cuenca del río Paraná comenzaba a tomar forma; dando continuidad a la tarea, la conversión del Cacique Curitú impulsó la creación de un nuevo pueblo sobre el río Piquirí; estaban en esos menesteres cuando en septiembre de 1628 el portugués Antonio Raposo Tavares llegó con su “bandeira” compuesta por novecientos paulistas y dos mil doscientos tupíes aliados, el ataque puso en duda esa etapa del plan jesuítico; en enero del año siguiente, Tavares arremetió contra el pueblo de San Antonio - donde se había refugiado un cacique perseguido - y, ya que estaba, capturó más de dos mil personas.

Casi de casualidad Tavares entendió que “cazar” guaraníes dentro de las reducciones era más efectivo, económico y dejaba mejores ganancias, así que adecuó su empresa para esa coyuntura; para los sacerdotes significó el gran éxodo del año 1631, encabezado por Montoya guiando a unos doce mil guaraníes reducidos hasta el Yabebirí donde comenzó otra etapa de la experiencia jesuítica.

La época dorada de las reducciones llegó a su fin cuando se recibió la orden de expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús, para entonces la relación de vecindad entre los guayanás y los habitantes de Corpus eran cordiales, los últimos recorrían y beneficiaban yerbales silvestres regularmente, entregaban a los primeros alimentos, textiles y charque, y la vida se ocupaba del resto; cuando la Real Orden de Extrañamiento de los Jesuitas llegó a Buenos Aires, el gobernador Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa convocó a los Corregidores y Caciques de los Treinta Pueblos, les informó las novedades, trató de apaciguar ánimos y protestas, aseguró la adhesión -lo más posible- y aprovechando la reunión, el Corregidor de Corpus Sebastián Oquendá le informó sobre un grupo de guayanás que vivían en la zona del Alto Paraná, que habían permanecido libres, que siempre desconfiaron de los jesuitas y al enterarse de la expulsión, enviaron a cuatro caciques a solicitar sacerdote y colaboración para fundar un nuevo pueblo.

De más estar aclarar que el interés no solo fue religioso, principalmente fue económico y político en las fundaciones de los pueblos de indios, la posibilidad de conseguir someter a quienes tanto se habían resistido a los jesuitas fue muy tentadora para el gobernador; a fines de agosto de 1678 los últimos jesuitas embarcaron en Candelaria rumbo a Buenos Aires, el Vicario de Corrientes Antonio de la Trinidad Martínez de Ibarra fue el encargado de instalar a los nuevos religiosos franciscanos, mercedarios y dominicos, en tanto los nuevos administradores españoles fueron tomando sus cargos en cada pueblo designado.

Cuando el Vicario estaba cumpliendo con la misión en Corpus, los guayanás lo esperaron, aceptaron las donaciones y solicitaron la asignación de un cura para crear un pueblo en las inmediaciones.

De acuerdo con el minucioso trabajo que hiciera el profesor Jorge Francisco Machón, esta nueva y última reducción fue fundada el 17 de diciembre de 1678, se la llamó “San Francisco de Paula” en homenaje al Gobernador de Buenos Aires, se pobló con indios guayanás, en las inmediaciones de la ex reducción de Corpus -actualmente el área de Jardín América y Puerto Leoni-, el pueblo perduró hasta enero de 1800, cuando un grupo de doscientos tupíes cruzaron el río Uruguay, atacaron e incendiaron el poblado, mataron a muchos habitantes, los sobrevivientes se refugiaron en los montes circundantes y meses después se avecindaron en Corpus.

“San Francisco de Paula” fue la última reducción, la treinta y una.

Hacia 1804, en el terreno donde se asentara el pueblo de los guayanás fue levantado un galpón para beneficiar yerba mate, propiedad de Antonio García de Solalinde.

¡Hasta la semana que viene!

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