Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Historia olvidada

viernes 04 de agosto de 2023 | 6:00hs.

Misiones fue forjada por mujeres y hombres casi anónimos, los escasos nombres que conservamos superaron la barrera del tiempo sobre miles de otros, esto no es novedad para nadie.

Entre tanta gente los docentes han ocupado un lugar particular en la historia de la región; poco recordados, menos valorados y naturalmente olvidados, dejaron una huella profunda en la idiosincrasia misionera y de vez en cuando el recuerdo aflora; en esta ocasión vamos a conocer a Francisco y a Elisa.

Francisco Valentín Pintos nació en Goya, el 14 de febrero de 1900, estudió en la Escuela Normal, egresó como Maestro Normal Rural, se mudó a Buenos Aires, allí trabajó en el Consejo Nacional de Educación, se interesó por la educación formal de los pueblos originarios, oportunamente fue designado Director de la Comisión Educativa de Indígenas de Las Lomitas en Formosa.

Se cuenta que la forma de vestir del maestro llamaba la atención de los alumnos, tanto que le solicitaron imitar el atuendo, en uno de sus viajes Pintos regresó con varios cuellos blancos que los niños incorporaron a sus prendas diarias; estando en ese pueblo también se desempeñó como corresponsal del diario La Razón; tiempo después regresó a la Capital Federal y retomó las tareas en el Consejo.

Elisa Teresa Antonina Vinacci nació en Buenos Aires en 1907, hija de inmigrantes italianos, se recibió de Maestra Normal Nacional, ingresó a la Universidad Nacional de La Plata y se tituló como Profesora de Historia y Geografía; se inició en la docencia en Santa Fe, regresó a su ciudad natal y se dedicó a estudiar taxidermia; en una de esas clases conoció a Francisco y surgió el amor.

La relación creció rápidamente apoyada en intereses comunes, especialmente la docencia y los proyectos y sueños apuraron los tiempos; ante planes firmes de contraer matrimonio, Francisco expuso su deseo de radicarse fuera de la capital nacional, Elisa estuvo de acuerdo; juntos presentaron la inquietud en Consejo de Educación, él prefirió que fuera la autoridad competente quien definiera el destino, así fueron designados en una escuela ubicada en un paraje denominado Mojón Grande, en el Territorio Nacional de Misiones; la madre de Elisa no estuvo de acuerdo, sin embargo, la decisión estaba tomada.

El 20 de abril de 1939 se casaron en la Iglesia de San Nicolás de Bari, se embarcaron en un vapor hasta Posadas, continuaron el viaje por tierra hasta Alem y desde allí hasta el nuevo destino; tomaron posesión de sus cargos en la Escuela Nacional N° 193, un pequeño establecimiento de madera, con un par de habitaciones, sin bancos, pizarrones o algún tipo de muebles, tampoco encontraron libros u otros elementos para el trabajo diario, contaba también con una habitación más para el personal docente -en las mismas condiciones que las otras-, el director saliente Emiliano Maidana los recibió y se fue.

Se instalaron como pudieron y casi de inmediato Francisco regresó a Buenos Aires, apeló a todos los contactos posibles y la amistad cultivada con el doctor Olivari -alto directivo del Consejo Nacional- le facilitó los trámites que debió encarar; pocos meses después un gran camión estacionó frente a la escuela, los maestros y varios vecinos ayudaron con la descarga de bancos, escritorios, muebles, pizarrones y otras cosas indispensables para la enseñanza: libros, silabarios, lápices, cuadernos, reglas, láminas.

Elisa tenía treinta y tres años, la pasión por la docencia la desbordaba, Francisco tenía treinta y nueve, la docencia era su razón de ser y se enamoró de la vida rural.

La campana de la Escuela N° 193 llamaba a clases todos los días, pero también servía para alertar al vecindario ante acontecimientos urgentes, animales salvajes, tormentas, accidentes o alguna otra calamidad inesperada. Poco a poco, en comunidad, mejoraron las instalaciones, agregaron un par de aulas, arreglaron la “casa del director”, acondicionaron el pozo de agua, se hizo realidad una fecunda huerta, Francisco consiguió asesoramiento y equipo para trabajar con abejas y hasta un casal de gallinas Horpington, conejos y patos.

Cuando el establecimiento escolar inició la actividad, la matrícula fue de setenta y dos alumnos, en dos grados -1° y 2°-, con el matrimonio Pintos se sumaron otras áreas didácticas, incluidas Comportamiento Humano, Costura y Buenos Modales, la cantidad de alumnos superó cualquier expectativa, los maestros colaboraron incansablemente en la difusión del idioma nacional, en afianzar las relaciones con otras escuelas de la zona, en la promoción de la interculturalidad, en la enseñanza de aspectos culturales y sociales; pudieron poner en funcionamiento un comedor escolar para casi doscientos niños, de lunes a sábados, atendido por ellos, abastecido por la huerta del establecimiento y donaciones de los vecinos.

Como la mayoría de los colegas de entonces, auxiliaron a parturientas, oficiaron de enfermeros, actuaron como mediadores en problemas familiares, laborales o de parejas; Francisco recorría la colonia a caballo y acudía a cualquier llamado a cualquier hora; Elisa igual, se volvió experta en ahuyentar víboras con la luz del farol a querosene hasta que su marido trajo a la familia a Piok, un fox terrier que copó la parada frente a ofidios y otras alimañas.

La comunidad crecía y las necesidades también, los docentes solicitaron una Estafeta de Correo que luego de su inauguración atendieron ad honorem durante un año; la escuela implementó el doble turno, la matrícula se incrementó año tras año, surgieron nuevos caminos y picadas; la compañía de Radio Nacional y Radio Belgrano fueron fundamentales para mantener el contacto con el resto del país y para escuchar buena música pero no todo era trabajo en Mojón Grande, también creció la familia Pintos con la llegada de hijos -Isidro, Corina, Susana, Graciela, Micky, Angélica, Magdalena y Manuel-, todos alumnos de la 193, los últimos grados y el secundario los cursaron pupilos en el Colegio Santa María y en el Roque González,

En 1954 los Pintos fueron trasladados a la Escuela N° 334 de Cerro Moreno y la historia empezó otra vez, aunque por poco tiempo, Francisco fue designado Inspector Zonal en 1955 y al tiempo se jubiló, se mudaron definitivamente a Posadas, donde Elisa se desempeñó en la Escuela N° 1 hasta ser nombrada Vicedirectora, en tanto ejerció en la Escuela Normal, el Colegio Nacional N° 1 y en el turno noche del Colegio Nacional N° 2 donde fue Rectora hasta 1965 cuando se jubiló.

La mayoría de los hijos del matrimonio Pintos se dedicó a la docencia, formaron sus propias familias y colmaron de nietos a Elisa y Francisco, que tampoco se privaron de colaborar con cuanta institución escolar, cultural o de servicios lo ameritara.

El final de la historia lo conocen o lo imaginan. Gracias a Guillermo por el material para este recuerdo y a Graciela M. Pintos por el valioso libro sobre sus padres.

¡Hasta el próximo viernes!

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