Sólo un orden pluralista puede salvar al mundo

jueves 02 de marzo de 2023 | 6:00hs.

El primer aniversario de la entrada de las tropas rusas en Ucrania, el pasado 24 de febrero, sirvió de pretexto para que los contendientes reafirmaran sin cambios sus posiciones; la propuesta china para iniciar negociaciones de paz representa indudablemente un avance, pero contiene ideas que Estados Unidos no va a aceptar y le faltan aspectos que para Rusia son imprescindibles. El intercambio de alocuciones sirvió para confirmar que esta guerra, en realidad, se libra entre Rusia y los 30 miembros de la Otan. Ucrania es un mero instrumento de la estrategia bélica occidental, sin relevancia al momento de buscar soluciones políticas.

Ahora bien, esta procura se hace especialmente difícil, porque los contendientes parten de visiones tan diferentes y asimétricas que no pueden entenderse. Hasta que no surja una nueva constelación internacional de poderes interesados en refundar el orden mundial respetando las identidades culturales, pero armonizándolas en base a reglas y normas, la guerra se irá agudizando y se extenderá a nuevos frentes y diversas dimensiones. El infierno nuclear está muy cerca.

El esperado discurso del presidente ruso, Vladimir Putin, ante la Asamblea Federal rusa el pasado martes 21 debe interpretarse como un tour de force de la soberanía. El discurso marcó el primer aniversario del reconocimiento ruso de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Dos días después, Moscú lanzó la “Operación Militar Especial” (OME) en Ucrania con la intención de defender estas repúblicas, eliminar a la elite nazi que la gobierna y evitar que se sume a la OTAN.

La alocución de Putin describió a Rusia como una civilización antigua, independiente y distinta, a veces siguiendo un camino en concierto con otras civilizaciones, a veces en divergencia. Según el presidente, Ucrania, que es parte de la civilización rusa, está ahora ocupada por la civilización occidental, que “se ha vuelto hostil hacia nosotros”, como ya ocurrió en el pasado. Así pues, para el presidente la fase aguda de lo que es esencialmente una guerra por poderes de Occidente contra Rusia está teniendo lugar en el cuerpo de la civilización rusa.

Una guerra que dilapida el cuerpo de la civilización rusa es un grave asunto existencial. Putin también dejó claro que “Ucrania está siendo utilizada como herramienta y campo de pruebas por Occidente contra Rusia”. De ahí la inevitable consecuencia: “cuantas más armas de largo alcance se envíen a Ucrania, más tiempo nos tomará alejar la amenaza de nuestras fronteras”. Esta guerra será larga y dolorosa, sostuvo y, si la política estadounidense sigue adhiriéndose a los objetivos neoconservadores y neoliberales, la línea del frente se extenderá hacia el oeste de Ucrania.

El discurso del presidente ruso estuvo impregnado por una profunda decepción ante la conducta de los líderes occidentales en el último decenio. Dice Putin: “Las promesas de los gobernantes occidentales se han convertido en falsificaciones y crueles mentiras. Occidente suministró armas, entrenó batallones nacionalistas. Recordamos los intentos de Kiev por obtener armas nucleares”, señaló Putin.

El presidente dejó claro una vez más que ha desaparecido la confianza entre Rusia y Occidente, especialmente Estados Unidos. Por lo tanto, es una decisión natural que Rusia “se retire del Tratado de Armas Estratégicas Ofensivas, pero no lo estamos haciendo oficialmente. Por ahora sólo ponemos fin a nuestra participación en el Tratado Start. No se pueden permitir las inspecciones estadounidenses de nuestras instalaciones nucleares” (cuando los inspectores rusos no pueden supervisar las de Estados Unidos). “Si Estados Unidos vuelve a probar armas atómicas, Rusia se verá obligada a romper por completo la paridad en el ámbito nuclear”, advirtió el jefe de Estado ruso.

En la medida en que Occidente suministra a Ucrania armas de cada vez mayor alcance, Moscú percibe una amenaza para su propia existencia. Ésta es, precisamente, la línea roja intraspasable. La doctrina nuclear rusa es muy clara: Rusia no usará como primera armas atómicas, a menos que se sienta amenazada en su existencia. Éste punto está hoy muy cercano.

No casualmente, el gobierno de China presentó el viernes 24 su plan de paz para Ucrania en un esfuerzo por dar una solución política a la guerra. La propuesta representa un loable esfuerzo por devolver el conflicto en torno a Ucrania a los cauces del Derecho Internacional y del sistema de las Naciones Unidas, pero para Rusia es insuficiente y para Estados Unidos inconveniente. Por ahora el camino hacia las negociaciones está bloqueado por Estados Unidos y sus aliados en la Otan. 

Después del final de la Guerra Fría las potencias occidentales abrogaron uno tras otro los tratados y acuerdos que habían firmado con la extinta URSS, violaron a su antojo la Carta de la ONU y los tratados internacionales y buscaron organizar un orden mundial único “ajustado a reglas” que nunca definieron. En el plano político desconocieron las soberanías nacionales e instrumentaron las identidades culturales para dividir a las naciones.

Contra este universalismo imperial fueron surgiendo distintos poderes basados en identidades civilizatorias: Rusia, Turquía, Irán, Hungría, etc. Hasta hace poco tiempo Vladimir Putin todavía se remitía a un concepto realista de la soberanía nacional, pero más recientemente optó por una visión civilizatoria de la política exterior rusa: los intereses de Rusia alcanzan a todos los territorios donde se habla ruso. Es un principio difícil de extender a todo el mundo, porque da lugar al surgimiento de identidades culturales particulares exacerbadas y no reconoce fronteras territoriales, pero es entendible a partir de la historia rusa y su armonización de identidades diversas en una nación de naciones.

China, por su parte, se mantiene fiel a la tradición no alineada de la Conferencia de Bandung de 1955: igualdad de derechos para todos los estados miembros de las Naciones Unidas, autodeterminación de los pueblos coloniales y/o sometidos, rechazo de los bloques ideológicos, coexistencia pacífica entre los distintos sistemas sociales. Esta es también la tradición diplomática latinoamericana y caribeña. Sin embargo, para que esta tradición se imponga a la de origen imperial y al particularismo civilizatorio, debe ganar fuerza. Sólo si concierta sus acciones y no se distrae por alianzas circunstanciales, puede imponerse a la confrontación por la suave presión de la mayoría sensata del planeta. Más bien que lo haga pronto, porque la marcha hacia el infierno nuclear se está acelerando.

Por Eduardo J. Vior
Para Télam

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