Ñande reko rapyta (Nuestras raíces)

Los recuerdos de Miguel

viernes 25 de marzo de 2022 | 6:00hs.

Durante mucho tiempo se discutió si, efectivamente, en la zona de la actual ciudad de Posadas se había fundado una reducción jesuítica; uno de los argumentos más potentes era la “inexistencia” de un documento sobre tal creación; el escrito existía solo que no era conocido o no estaba lo suficientemente difundido.

Bajo el título interminable de “VII – Fundación de la Reducción de Itapúa – Asunción, 8 – II – 1652 - I-29-2-2 - (doc.n..15) - Certificación de la fundación de la Reducción de Itapúa”, se conoció el testimonio de Miguel de Ábila, el niño guaraní que acompañó a Roque González de Santa Cruz en la fundación de la reducción Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa en el año 1615; cuatro décadas más tarde, lo declaró ante “juez competente” y con tres testigos; tenía casi 50 años entonces.

Renglones y reglones se han escrito sobre esta historia, en esta ocasión, le dejo el espacio a Miguel y para facilitar la lectura sólo “traduje” su relato a un castellano contemporáneo:

“Miguel de Ábila, vecino morador de esta Ciudad de la Asunción, Provincia del Paraguay, certifica al Rey Nuestro Señor, Virrey del Perú, Real Audiencia de La Plata y demás Tribunales y Justicias de su majestad.

“Siendo yo un niño de diez años, me llevó en su compañía, el Santo Padre Roque González de Santa Cruz, de la Compañía de Jesús, cuando entró en el río Paraná, el año de mil seiscientos quince, a predicar el Santo Evangelio a los indios de dicho río.

“Llegamos al Puesto que llaman Itapúa, donde el dicho Padre comenzó a reducir y juntar a los indios infieles que por allí había, divididos y esparcidos por aquellos montes, islas y ríos, dando principio a la Reducción que hoy llaman Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa.

“Yo le servía y ayudaba en misa y rezaba las oraciones y doctrina cristiana a los indios, indias, niños y niñas que se iban reduciendo y cuidaba de los enfermos y del sustento de los padres que padecían necesidad, pescaba en los ríos y cazaba en los campos, pidiendo limosna por las chacras de los infieles donde pasamos grandes necesidades, trabajos y peligros de vida.

“Por ser los dichos indios todos infieles y bravos, donde no había ningún español, ni pueblo de cristianos, ni allí arriba había otro pueblo alguno de cristianos porque todos eran gentiles y bravos.

“Y sólo el dicho Padre Roque González fue el primero que entró en dicho río del Paraná y sitio de Itapúa y comenzó a predicar el Santo Evangelio y a traerlos poco a poco al conocimiento de Dios y dio principio al dicho pueblo y comenzó a hacer la Iglesia.

“Ayudándole yo en todo, por ser yo sólo el que estaba en su compañía hasta que llegó, dos meses después -poco más o menos-, el muy Reverendo Padre Diego de Boroa, que le fue a ayudar a acabar de reducir y juntar los dichos indios y acabar la Iglesia y pueblo, quedando allí solo en ese ministerio mucho tiempo y yo en su compañía, porque el dicho Padre Roque González acudía a otras partes del dicho río a pacificar y reducir los indios de él.

“Y queriendo el Gobernador Hernando Arias de Saavedra por fin de dicho año, ver la dicha Reducción, de camino a la visita que hacía a Caazapá y Yutí, pasando a las Corrientes y llegando al Aguapey, que está río abajo como ocho o nueve leguas de la dicha Reducción.

“Bajó el dicho Padre Roque González al dicho Aguapey, donde estaba el dicho Gobernador con todos los soldados que llevaba, y dejando allí a todos los demás soldados, subió río arriba con algunos, en compañía del dicho Santo Padre Roque González a ver la dicha Reducción, y el mismo día se volvió sin dormir allí.

Porque habiendo salido de ella yo, aquel día, por orden del dicho Padre Diego de Boroa, en busca de unos indios infieles enfermos que estaban en su chacrilla, para traerlos al pueblo y catequizarlos y bautizarlos, cuando llegué, ya tarde, el mismo día, ya se había ido el dicho Gobernador, con los de su compañía y con él había bajado el dicho Padre Roque González.

“Y el dicho Padre Diego de Boroa me contó lo que había pasado, llegada y vuelta del dicho Gobernador, el cual dicho Padre se quedó allí solo y yo en su compañía, fue reduciendo y juntando los indios gentiles y bárbaros que había de aquella parte, no tan acomodado ni bueno para los indios que se iban juntando, se pasó al pueblo de esta parte donde hoy está sin que a ello se hallase otro español alguno, más de los dichos Padres Diego de Boroa y Roque González de Santa Cruz y el Padre Tomás de Uruena y el Padre Pedro Bosques que fue a ayudar a los dichos Padres.

“Todo lo cual pasó así y es verdad y como tal lo juro a Dios y a esta Cruz, y siendo necesario, lo declararé ante juez competente, por haberlo visto por mis ojos, por haber andado en compañía de los dichos Padres, por tiempo de diez años, poco más o menos, y dejándolos en este santo ministerio, me vine a esta Ciudad.

“Otro si certifico debajo del mismo juramento como desde dicha Reducción de Itapúa salieron varias veces, río arriba del Paraná, los dichos Padres Diego de Boroa y Roque González de Santa Cruz, a hablar a los indios infieles de todo dicho río, hasta el Iguazú, para reducirlos y hacerlos cristianos, sin que español alguno hubiera entrado con ellos, ni yo pasase de allí, de la dicha Reducción de Itapúa.

“Por ser los indios bárbaros y no consentir más que los dichos Padres fuesen a sus tierras y no gustaban de los dichos en ellas y sucedió que, enviando el Gobernador de esta provincia del Paraguay, a un español llamado Diego Hernández de Sanabria con un recado para los dichos Padres, llegando a la dicha Reducción de Itapúa, los indios que habían bajado del río arriba, le quisieron matar y comenzaron a tratar mal y si no hubieran acudido los dichos Padres a defenderlo, lo hubieran muerto. Lo cual sucedió estando yo allí presente.

“Por ser todo así verdad lo certifico debajo del juramento que tengo hecho y declarare, siendo necesario, ante juez competente y lo firmé de mi nombre, delante de los testigos que conmigo firman esta certificación, que es fecha veintiocho del mes de febrero de mil seiscientos cincuenta y dos.

“Firma Miguel Dabila- Testigos Rodrigo de Roxas Aranda, Antonio Correa de Sa y Matheos de Santa Cruz”.

Así se fundó la Reducción de Nuestra Señora de Anunciación de Itapúa, origen de las ciudades de Posadas y Encarnación (Paraguay), hace 407 años.

¡Hasta el próximo viernes!

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