20 años sin George Harrison

Era el Beatle más joven, el callado, al que le costó ganarse un lugar con sus composiciones. Pero cuando tuvo la oportunidad firmó clásicos como ‘Here Comes The Sun’ o ‘Something’. Una vida con tiempos de disfrute y otros de malas decisiones
martes 30 de noviembre de 2021 | 6:00hs.
20 años sin George Harrison
20 años sin George Harrison

George Harrison fue el Beatle de las primeras veces. Fue el primero en sacar un disco solista, fue el primero en llegar al tope de los charts, el primero en salir de gira solista, el primero en incursionar en fusiones con música de otras regiones: una precoz world music, el primero en triunfar en la producción cinematográfica, el inventor de los conciertos benéficos.

Todo esto no sucedió por su intención de llegar primero, de sobrepasar al resto. No había en Harrison la vocación, la avidez del pionero. Fue la puesta en práctica de un espíritu libre, de alguien que se permitía pensar por fuera de las estructuras y de movilizarse hacia aquello que en verdad deseaba.

Lo de Beatle tranquilo o Beatle callado es una reducción cómoda pero injusta y desacertada. Aunque fue el de perfil más bajo de los cuatro. Una especie de Houdini con guitarra, con una capacidad casi mágica para escaparse de los lugares incómodos.

“Los Beatles existen más allá de mí. No soy el Beatle George. El de Beatle es un traje, o un disfraz, que uso a veces. Pero hasta el final de mi vida, la gente verá ese traje y lo confundirá conmigo”, dijo.

Era el más joven de los Fabulosos Cuatro. Esa diferencia de edad, mínima, de apenas un año con Paul McCartney, se mantuvo como brecha psicológica durante toda la trayectoria del grupo. En su residencia en Hamburgo, cuando todavía eran un quinteto (con Stu Sutcliffe y Pete Best, sin Ringo Starr en la batería), George se escondía en algún rincón cuando la policía pasaba cada noche, para no ser deportado porque era menor de edad.

Esos días en Alemania le dieron al grupo una gimnasia y una cohesión que los consolidó. Las seis horas diarias frente al público, les proporcionaron las herramientas del oficio. El resto fue capacidad para entender una época y la combinación inusual de genios.

Desde el principio George debió defender su lugar. Se convirtió en el guitarrista principal. Aunque con las peculiaridades que eso implicaba en Los Beatles con John Lennon como el otro guitarrista y el bajo imaginativo y protagónico de Paul McCartney.

En el primer álbum no aparece como compositor pero si pone la voz líder en un par de temas.

Lennon alguna vez contó que él y Paul no habían pensado jamás en que los otros dos tuvieron funciones (no habilidades) compositivas. “Pero tanto Ringo como George tenían sus fans, escribíamos para ellos”. Ganarse lugar en algún surco del LP con un tema propio siempre le resultó complejo, una lucha sorda y desgastante para encontrar un resquicio entre los temas de la dupla compositiva más famosa del mundo.

Su primer tema como autor fue Don’t bother me. La letra habla de las complicaciones de ser un Beatle, un asunto que obsesionaría a George.

Cuando empezó a componer fue subestimado por el resto. Como si no hubiera más espacio que para Lennon y McCartney y su genio y sus egos enormes.

Varios temas de George fueron descartados y los que lograron llegar a ser grabados fueron indiscutibles maravillas, canciones invencibles y eternas como Something, While my guitar Gently weeps y Here comes the sun. Esta última le brindó a George un triunfo retrospectivo, póstumo: es la canción del grupo más escuchada en Spotify, con 735 millones de reproducciones supera todas las maravillas de Lennon-McCartney.

Something, por ejemplo, no fue considerada ni para el Álbum Blanco ni para Let it Be. Recién encontró su lugar en Abbey Road. Se convirtió, con los años, en una de las canciones más versionadas de la historia de la música; la única de los Beatles que la supera es Yesterday. Frank Sinatra dijo que era la mejor canción de amor escrita en los últimos cincuenta años.

Ese estado de tensión permanente en el que vivían los Beatles durante la grabación de sus últimos trabajos, en los que las drogas, el cansancio, los amores y las ambiciones de cada uno colisionaban, George dejó el grupo luego de una discusión con Paul en medio de Let it Be. Ni gritos ni escándalos. Simplemente dijo que para él ya estaba bien; sin dramatismo se despidió con un: “Seguro nos veremos una de estas noches en algún club”.

Lennon en la célebre canción-enumeración God escribió que no creía en los Beatles. Y también proclamaba que el sueño se había terminado. Pero quien llevó eso a la práctica, quien lo entendió primero, fue George.

Supo que no debía quedar encadenado a esa fama, a la locura, ni siquiera a sus tres amigos. Supo que había vida después de los Beatles. Sin resentimientos porque, al fin y al cabo, había sido una época maravillosa y lo que no había salido demasiado bien tenía su justificación. Así lo explicó: “Éramos cuatro personas relativamente sanas en medio de una locura extrema”.

Nadie esperaba que George Harrison apareciera con un gesto grandilocuente, con una apuesta alta y conquistara los charts. Disco triple, Phil Spector, hits. Si lo que quería era mostrarle al mundo que él también debía ser considerado un gran compositor, que no todo se trataba de la dupla Lennon- McCartney, lo consiguió.

A mediados de la década del 80 su carrera tuvo un nuevo renacer con Cloud Nine, un gran disco pop con producción de Jeff Lyne.

En 1998 le descubrieron un cáncer de garganta. Reaccionó bien al tratamiento y sólo pareció un gran susto. Pero en 2001, el cáncer se instaló en uno de sus pulmones con metástasis en el cerebro. Dos semanas antes del final, cuando ya no quedaban esperanzas, se encontró por última vez con Paul y Ringo. Una despedida de sus amigos.

En los últimos días, instalado en una casa que Paul le prestó en Los Ángeles para que no soportara el asedio de la prensa, cuando ya estaba bajo cuidados paliativos tenía algunos breves momentos de lucidez en los que escuchaba a su viejo amigo y maestro Ravi Shankar.

Al pie de la cama, además de su hijo y su esposa, estaban también dos de los gurús hindúes más cercanos a él entonando mantras. George Harrison murió en Los Angeles, hace veinte años, el 29 de noviembre del año 2001. Tenía 58 años.

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