La cuenta regresiva del planeta

martes 26 de octubre de 2021 | 6:00hs.
La cuenta regresiva del planeta
La cuenta regresiva del planeta

Desde 1880, la industrialización y nuestros hábitos de consumo han ido avanzando sobre nuestro planeta de una manera desmedida, dañina y soberbia. No había una conciencia en la sociedad sobre el problema que causaría agotar los recursos naturales, no le dimos tiempo al planeta de recuperarse y si algunos que pudieron darse cuenta, en todo caso pensaron que debía ocuparse del problema el que venga después. 

Como consecuencia de los agronegocios, las nuevas fronteras de monocultivo, la pesca indiscriminada y el avance de las inversiones inmobiliarias, se deforestaron y se deforestan bosques enteros, se depredan los mares y los ríos, y se destruye para siempre nuestra biodiversidad. 

Al mismo tiempo, los motores son parte de nuestra vida diaria, como generadores de energía o para movilizarnos. Quemando combustible fósil, con sus caños de escape liberan a la atmósfera más polución y más carbono del que el planeta podría absorber o limpiar. En datos concretos, el nivel hoy de CO2, dióxido de carbono, en la atmósfera es de 415,7 partículas por millón. Este año se registró la concentración más alta, hasta 1880, los niveles giraban en torno a los 280 ppm.

El carbono principalmente, junto a otros gases como el metano, genera una cobertura sobre la superficie de la tierra que le permite a nuestro planeta conservar su calor. Dentro de esa capa es posible la vida y es comúnmente conocido como efecto invernadero, ya que funciona de manera similar a un jardín de invierno. El exceso de gases que generan el efecto invernadero hace que este refugio empiece a funcionar mal, conservando por demás la radiación solar y el calor de la tierra, de eso se trata el calentamiento global.

Michael E. Mann, profesor del Departamento de Meteorología y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Pensilvania, explica que, si la conocida como “curva de Keeling” -en honor al Charles Keeling, pionero en el estudio del efecto invernadero- sigue subiendo y alcanza los 450 ppm, equivaldría a un aumento del calentamiento a más de +2° a +3,5° y paralelamente irán aumentando los eventos climatológicos extraordinarios, se intensificarán las sequías y los grandes incendios, inundaciones, nevadas extremas, crecidas de ríos, entre otras. Llevándolo al extremo, alcanzar las 900 partes por millón tendría consecuencias catastróficas para las sociedades humanas, derretimiento de los llamado hielos eternos, aumento incontenible en los niveles del mar. 

El cambio climático ya es una realidad, los eventos climatológicos extremos podemos verlos en las noticias a diario. Así como también vemos al río Paraná reducido a un pelo de agua, las sierras de Córdoba en llamas o a los animales perdidos adentro de los barrios cerrados que fueron construidos sobre su hábitat natural.

Según una publicación de la universidad canadiense de Concordia en Montreal, desde 1850 el planeta ya lleva aumentado en +1,23° su temperatura y -si no avanzamos en un cambio de nuestro estilo de vida- alcanzará el +1,50 hacia el 1 de febrero de 2033, esa es nuestra fecha límite.

Y esa es la meta que acordaron casi todos los países del mundo, reunidos en París, en 2015: Iniciar acciones desde los gobiernos que permitan frenar la crisis climática hacia 2030. Con agendas de trabajo, y reportando sus avances periódicamente. Una primera etapa dedicada a reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y una segunda etapa enfocada en neutralizarlas, llevarlas a cero. La meta es llegar a la fecha límite con un mundo que haya virado su rumbo hacia el desarrollo sostenible. Con pueblos que puedan producir, crecer y vivir plenamente sin necesidad de destruir el planeta que vamos a dejarle a las próximas generaciones.

Para alcanzar estos objetivos, los países desarrollados se comprometieron a desembolsar 100.000 millones de dólares por año, para ayudar a los pueblos más vulnerables a adaptarse frente a los desastres naturales -como puede ser el caso de comunidades en el Caribe- y también para frenar la destrucción de la biodiversidad en las comunidades que protegen la naturaleza, como sucede en Colombia.

Además, el Artículo 6 del Acuerdo de París habla sobre los mercados voluntarios de carbono y propone que los países industrializados puedan compensar a aquellos gobiernos que conservan sus bosques nativos, pagándoles por limpiar de la atmósfera lo que ellos contaminan, hoy Argentina busca ser reconocida económicamente como un país verde.

Así llegamos a la 26ª Cumbre de Cambio Climático de Naciones Unidas, que comenzará el próximo domingo en la ciudad inglesa de Glasgow. Lideres mundiales, expertos ambientalistas y científicos buscarán nuevos acuerdos que nos permitan consolidar un trabajo mancomunado y políticas de estado que bajen de una vez y para siempre las emisiones de gases del efecto invernadero mundiales. Proyectos como el reloj de Concordia ClimateClock.net nos permiten a todos tomar una dimensión clara del poco tiempo que nos queda para llevar a cero nuestras emisiones de carbono y para empezar a trabajar en la recuperación de nuestra biodiversidad.

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