Aniversario A. del Valle

Desde África a Aristóbulo del Valle

domingo 03 de octubre de 2021 | 18:16hs.
Desde África a Aristóbulo del Valle
Desde África a Aristóbulo del Valle

Fernando Reis es oriundo de Puerto Rico y su padre fue uno de los principales responsables de la organización de los Diáconos en las parroquias de la Tierra Colorada.  Hombre de mucha fe, de alegría serena y firme, suele compartir el mate y cuenta con la humildad y grandeza de alma que lo caracterizó siempre en su vida religiosa, en la Congregación Misioneros del Verbo Divino.
“Muchos cuestionan  a los curas. Yo digo, por qué, si no cuestionan a los que van al África a quedarse con sus piedras preciosas, los que les roban las riquezas, los que llevan la prostitución y la miseria, los que siembran la ignorancia”, dijo el padre, y continuó: “Yo aprendí a compartir en las aldeas y pueblos de Togo, la mesa con hormigas en el plato, ratas, murciélagos y víboras compartidos en familia, y creo que eso es también el amor de Dios”.


“En África y en cualquier lugar del mundo, levantamos escuelas, somos médicos y parteras, más de una vez tuve que realizar partos en mi autito, asistir a gente que se murió en mis manos en el automóvil; hacemos pozos de agua donde es un tesoro cada gota, vivimos sin energía eléctrica en lugares donde una mujer tiene 8 hijos, y se les mueren 4 por falta de alimentos, o de medicina, donde no hay jubilación ni registro civil. Por eso los jugadores de fútbol de los seleccionados africanos sub 17 generalmente tienen más de 21 años. Es como que la gente siente repulsión por la religión, no servimos como noticia. Prefieren a los que les roban, a los que les matan, los someten a las miserias más atroces, los que les hacen consumir cualquier porquería, prefieren los personeros de la prostitución, del juego, de las armas, de la muerte, antes que a los que llevamos vida”, reflexiona con sabiduría sencilla de un hombre simplemente bueno, que trasluce fe y personalidad. Cuenta el joven párroco aristobuleño las cosas con naturalidad, como quien las vive con alegría y nada de heroísmo, con el corazón agradecido.
Misiones en otros pueblos


El sacerdote misionero sigue contando la vida en el lejano territorio africano: “La vida de una familia es con muchos hijos, porque la mitad muere de niño. Generalmente de 10 niños llegan a vivir cinco, el promedio de vida es de 49 años, en el resto del mundo es de unos 75 años, y el problema central es la falta de variedad en los alimentos; generalmente comen productos insulsos, faltos de valor nutritivo, con salsas, yo allá tenía el único automóvil; ellos van a pie por kilómetros o en bicicleta”.
“Nosotros compartimos sus vidas en las escuelitas, defendemos sus idiomas que son alrededor de 40, para que no los pierdan, hacemos pozos de agua, enseñamos a cultivar. En realidad cumplimos una labor humanitaria fuerte y les decimos que es el amor de Jesús lo que nos inspira a convivir con ellos. En el África su religión es animista. Creen en la reencarnación, y son enseñanzas y culturas ancestrales. Por eso los bautismos son muy pocos, porque sienten como una traición hacerse cristianos”.
Y sigue relatando rarezas: “Lo bueno es que comés un murciélago con ellos, un pedazo de rata, hormigas terminás que son muy ricas y crocantes, o un pedazo de perro, poco a poco ven que no sos el hombre blanco malvado, y te aceptan como uno más. Eso es hacerse en todos, y con todos, como dice el Evangelio”.


De vuelta
El padre misionero sirve a Dios en el África desde hace 18 años, pero ahora cumple su sagrada labor en Aristóbulo del Valle, en la parroquia Santa Teresita del Niño Jesús. Antes, estuvo en Esperanza –Santa Fe- para reencontrarse con quien fue su compañero de seminario de toda la vida, el padre cordobés Jorge Salazar. Y otros compañeros esperancinos con quienes compartió muchos años de formación religiosa en el seminario mayor. Aunque el padre José Fernando no pide nada, vive en una tierra en donde llueve muy poco, cada seis meses. El resto del año hace tremendo calor, donde reinan toda clase de enfermedades y donde lo único que sobra es la miseria y el olvido. Y él, ahora por un tiempo en su Misiones natal, lo cuenta con la alegría de los que dan su vida por los hermanos, sin pedir nada y siendo feliz con ellos.
“Yo me hago siempre la misma pregunta cada vez que me levanto: “¿dónde está mi hermano?” Sé que algún día me encontraré con Dios en el cielo prometido y no quiero que me pregunte “¿sabés dónde está tu hermano?”. Y yo decirle no, no lo sé. Se encuentra en su Misiones hermosas, trabajando en la parroquia de Aristóbulo del Valle y visitando cada tanto a su familia de Puerto Rico. Pero en marzo volverá a atravesar medio mundo, para “estar allá donde el diablo perdió la cola, donde nadie quiere ir, salvo para robar niños o explotarlos”.
Entretanto, se apresta a impulsar las celebraciones patronales de Aristóbulo del Valle, acompañando al obispo de la diócesis de Oberá. z

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