El Día del Amigo y el Día de la Amistad

miércoles 28 de julio de 2021 | 6:00hs.

El 20 de julio se celebra cada año el día del amigo. ¿Por qué se eligió esa fecha? Porque en aquel día del año 1969 fue un momento histórico para la humanidad por el arribo de astronautas estadounidenses a la luna.

Devino ese día puntual porque a un argentino sentado frente al escritorio en su Lomas de Zamora natal, se le ocurrió escribir mil cartas a ignotos destinatarios de cien países distintos y en siete idiomas.

El mensaje decía: “Viví el alunizaje del módulo como un gesto de amistad de la humanidad hacia el universo y, al mismo tiempo me dije, que un pueblo de amigos sería una nación imbatible y concluyó profético: ya está, el 20 de julio es el día elegido para lanzar el Día del amigo”.

En tal sentido, debemos distinguir el día de la amistad con el día del amigo. Un amigo es alguien de carne y hueso a quien se quiere entrañablemente con afectos recíprocos. La amistad en cambio es una entelequia, término creado por Aristóteles para significar cosa, persona ideal que solo existe en la imaginación. No es lo mismo decir tengo amistad con fulano, que decir soy amigo de. Porque al amigo se lo siente con un sentimiento sublime e infinito del alma, que sólo la muerte pone límite. Por suerte, los tengo en esta vida.

El Día Internacional de la Amistad se celebra en todo el mundo el 30 de julio a iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, debido a una propuesta del doctor Ramón Artemio Bracho en la República del Paraguay en el año 1958. Desde ese mismo año se celebra en el país hermano y en varios países sudamericanos.

En cuanto a ejemplo de amistad la tuvieron, al regreso de sus 18 años de exilio, Perón y Balbín cuando se tendieron la mano para unir a nuestra Argentina desunida por rencores acumulados. Y por rencor acumulado, Jorge Luis Borges no recibió el premio Nobel de literatura por criticar la obra del poeta sueco Artur Lundkvist, quien más tarde fue secretario permanente de la Academia Sueca, organismo que otorga ese galardón. Nunca Artur le perdonó esa crítica.

 ¿Y quién envió las mil cartas desde la República del Plata? Fue el ocurrente humanista Enrique Ernesto Febbraro, odontólogo él, quien fuera profesor de psicología, filosofía, músico, periodista, y por dos veces candidato al Premio Nobel de la Paz. No cualquiera es propuesto para tal galardón.

Tras las respuestas de 700 personas a las mil cartas que enviara, se instauró el Día del Amigo en las cien naciones. En Argentina, Uruguay, Brasil y España quedó fijo del día 20 de julio.

Tal vez, Febbraro supo comprender el sentido de la amistad y del amigo por ejemplo de su padre, un bohemio que fue amigo de personajes célebres de la bohemia porteña de ese tiempo: Jorge Luis Borges, Leopoldo Lugones, Arturo Jauretche, Homero Manzi y Enrique Santos Discépolo, contertulios de una reunión que profesaban pensamientos disímiles. Sin embargo, cuando el alzamiento armado del coronel misionero Gregorio Pomar con la intención de reponer al presidente derrocado Hipólito Irigoyen, preso Jauretche tras la derrota, relató la asonada en el poema “El Paso de los Libres” con prólogo de otro irigoyenista: Jorge Luis Borges. Eran amigos y la política los distanció cuando Jauretche se unió a la causa peronista. Del mismo modo surgió la desunión actual de los políticos argentinos, que irresponsablemente generaron un monstruo denominado grieta.

No era bohemio, pero en esa mesa solía sentarse el gran médico Enrique Finochietto, creador de varias técnicas de cirugías y de instrumentos quirúrgicos como el conocido frentolux, artificio que ceñido a la frente del cirujano permite iluminar el campo operatorio. Fue tanguero de alma y amigo de Carlos Gardel, de Cobián, de Canaro, de Cadícamo y del gran Julio De Caro, el del violín corneta. Éste le dedicó el tango ‘Buen amigo’ por haber salvado la vida a un allegado suyo. No cualquiera recibe tal distinción, como no cualquiera es nombrado Miembro de La Legión de Honor de Francia, consideración por haber asistido a franceses en las trincheras de la primera guerra mundial.

Enrique Ernesto Febbraro poco antes de su muerte en el año 2008 confesó a un periodista: “Volvería a hacer lo que hice, pero hoy la amistad está devaluada y eso es a raíz de la pérdida de valores que sufre la sociedad de estos días”. Y en verdad, si la amistad está devaluada, se debe a la tremenda grieta que divide a los argentinos en amigos y enemigos debido a enfermizas adhesiones políticas, azuzados por malos políticos. Motivo por el cual la democracia anda en silla de ruedas, los partidos políticos son hilachas de las otrora organizaciones de pensamientos sólidos y discusión continua. La política de Estado dura exactamente lo que dura el gobierno de turno al mando de la República. Y los sucesores no rescatan nada bueno de los que se fueron y pretenden refundar el país con nuevos esquemas y modelos. Siempre al tanteo. Acusaciones entrecruzadas, algunas muy ciertas otras infundadas, ensombrecen la actividad política del país y nadie sabe dónde está la verdad, porque jueces venales y corruptos se encargan de ocultarla.

Cuando Raúl Alfonsín asume la Presidencia del país, la desocupación de entonces alcanzaba al 3,9% de la población activa. Después, la indignidad fue en aumento hasta llegar a cifras que espantan, pues en diciembre de 2020 con el sinceramiento del Indec se informa que el 42 % de los argentinos vive actualmente en situación de pobreza, con perspectiva de aumento por la tremenda inflación. Y el dato más aterrador revela que el 48% de la población que vive bajo la línea de pobreza son niños de entre 0 y 14 años de edad.

Argentinos a las cosas decía Ortega y Gasset, frase adecuada a los políticos. No pretendamos que sean amigos, pero por lo menos se unan, traten de hacer un pacto de la Moncloa y acuerden en resolver como revertir la paupérrima educación, la decadente salud pública y la tremenda inflación, la madre de todos los males económicos del país. Únanse, porque desunidos, nos seguirán devorando los de afuera.

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