Lo que más me entristece de Maradona

jueves 24 de junio de 2021 | 6:00hs.

En momentos en que se están elucidando las responsabilidades civiles de todos quienes rodeaban a Diego Maradona en los momentos previos a su fallecimiento, e independientemente de los próximos fallos judiciales, me causa una gran tristeza que uno de los más queridos seres humanos de la humanidad, querido y admirado en occidente, oriente y África, querido en Argentina, solidario con los pobres, los jugadores jóvenes, clubes pequeños, barrios, palacios o ranchos, no hubo nadie que dijera: “está muy mal” o “acaba de morir el Diego”.

¿Cómo fue que murió en la mas absoluta soledad? ¿Cómo profesionales, familiares ni amigos o socios no estaban a su lado en sus últimos momentos?

Además de las responsabilidades jurídicas que se están ventilando, creo que ha sido un reflejo de un rasgo argentino: la falta de solidaridad social. Porque también somos un país –desde hace años– con elevados muertos en accidentes de tránsito o con elevados femicidios, o heridos y muertos para robarles un celular, una bicicleta o una cartera…

Y también creo que, mirando hacia atrás, es una consecuencia de una reforma educativa de finales del siglo veinte, que mandó al diablo la asignatura “Educación Cívica”. Yo, con 81 años, recuerdo que esta materia –desde la primaria– era la que nos enseñaba que éramos integrantes de una comunidad nacional, con historia, héroes, villanos, civiles o militares; que debíamos respetar los símbolos patrios: la Bandera Argentina, el Escudo Nacional y el Himno Nacional Argentino; sabíamos de memoria el Preámbulo Constitucional, así como aprendíamos a asumir responsabilidades cívicas, que la directora de la escuela tenía mayor jerarquía que nuestra maestra, que esa maestra, y nuestros padres, tenían mayor jerarquía que yo, y además –y sobre todo– que integrábamos una comunidad histórica con responsabilidades sociales (como el Tambor de Tacurí, el Sargento Cabral que salvó la vida de San Martín, los granaderos campesinos criollos, los montoneros que atacaban a los españoles, los soldados que frenaron la flota anglo francesa en la Vuelta de Obligado, los enfermeros y auxiliares que atienden muchísimas horas más que su turno a enfermos de Covid-19, etc. etc.).

Por eso, la muerte en soledad de Diego Maradona nos debe hacer reflexionar si nuestro comportamiento con los demás es suficiente; sobre todo con los mayores o los enfermos, y que, en medio de esta pandemia, inédito fenómeno mundial, se ha reavivado el egoísmo, la ambición, la “alegre” transgresión de normas y reglamentaciones de preservación de la salud y la vida; desde no usar barbijo, que nos perjudica a cada uno de nosotros, hasta salir de joda junto a varios amigos o conocidos, que pone en riesgo a los demás.

Creo que muchos argentinos somos un poco cínicos –personas que nos comportamos mal sin avergonzarnos ni disimularlo– y que generamos situaciones dramáticas o funestas, sin temerlas ni después recordarlas con remordimiento.

Y lo sucedido con el Diego –hasta hoy– y por más que fuera hincha, caprichoso, adicto o gritón, me entristece grandemente: morir absolutamente solo el más querido y simpático ser humano argentino…

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