En 2018 El Territorio contó su historia en la frontera

Los últimos días del represor Gordo Vallejos: “Le pedía a Dios que lo perdone y lo lleve”

Claudio Vallejos (63), condenado por el secuestro de Héctor Hidalgo Solá, murió ayer a la madrugada en el hospital de Bernardo de Irigoyen. Lo internaron en mayo por un cáncer
lunes 14 de junio de 2021 | 3:05hs.
Policiales
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“Maté a por lo menos 30 personas y perdí la cuenta de aquellos que torturé y aquellos que torturé y terminaron muertos”. La frase corresponde a Claudio “Gordo” Vallejos (63), ex integrante del Servicio de Inteligencia Naval y condenado como represor de la Escuela Mecánica de la Armada (Esma) que eligió Misiones como su lugar para vivir. Y también para morir.

Según confirmaron diferentes fuentes consultadas por El Territorio, el ex integrante del Batallón de Infantería de Marina 3 murió ayer a la madrugada en el hospital de Bernardo de Irigoyen, donde estaba internado por un cáncer que e hizo estragos su cuerpo.

Vallejos pasó sus últimos años en la localidad fronteriza, donde sobrevivió sólo gracias a la solidaridad de vecinos, Acción Social y el personal del hospital local. De otra forma sería un sin techo, ya que sus pertenencias se reducían a lo que cabía en una mochila. Esa situación ya la había vivido en Buenos Aires, luego de que su familia lo echara en 2018.

En febrero el hombre fue condenado a seis años de prisión por el secuestro del embajador de Venezuela y funcionario Radical, Héctor Manuel Hidalgo Solá, ocurrido en julio de 1977. La sentencia estuvo a cargo del Tribunal Oral Federal 5 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el marco del cuarto juicio de la megacausa Esma.

En el debate, que empezó en 2018 y se vio retrasado por la pandemia, la familia de Solá declaró que el autor ideológico del secuestro fue el dictador Emilio Massera.

Pero Vallejos se encontraba desde hace varios años en Bernardo de Irigoyen. En el último tiempo no podía valerse por sí mismo y alternó su estadía en el hospital local y una pequeña casa que le había dado una familia en las afueras del pueblo.

“Estaba re mal, sufriendo muchísimo, con pañal y casi ni hablaba. Tenía cáncer de pulmón e hizo metástasis en huesos. Mucho dolor, la verdad estaba re sufriendo”, contó una enfermera que lo estaba atendiendo periódicamente desde hace nueve meses.

La profesional entabló una relación cercana con el hombre y detalló que el hombre fue internado por última vez el 18 de mayo, y más allá de algunas derivaciones al Samic de Eldorado, nunca más se fue. “Antes de eso iba todos los días en remís a hacerse inyectables de analgésicos”, amplió.

El cuadro del Gordo era irreversible y como no tenía otro lugar, se quedó en el hospital local. “Le gustaba mucho leer, intercambiamos varios libros, incluso me regaló uno y yo otro. Luego se volvió agresivo ya no quería leer ni nada. Le pedía a Dios lo perdone y lo lleve”.

Vallejos tenía un bastón, el cual golpeaba la pared. Por esta razón algunos profesionales tenían miedo. Más allá de esas relaciones diarias con el personal médico, murió solo. Lo que se supo es que tenía familiares en Brasil, pero que tampoco se quisieron hacer cargo de él.

Emilia González, encargada de Acción Social local, contó que una familia de apellido Sánchez le había dado asistencia en los últimos años, concediéndole una casa e incluso haciéndose cargo de sus tratamientos. Luego intervino su cartera, que mediante gestiones con la Municipalidad le proveía medicamentos y pañales.

El militar siempre agradecía cuando los recibía, pero los medicamentos para el dolor ya no le hacían efecto.

Pero en el último tiempo -antes de su internación- quienes lo asistían no pudieron hacerlo más y González detalló que “nadie se quería hacer cargo de él”. Se hicieron gestiones para ubicarlo en un asilo, pero resultaron infructuosas.

De los consultados, poco sabían sobre su pasado, aunque coincidieron que lo hubieran asistido de igual manera si conocían sus antecedentes.

Ropa de militar y cruces a Brasil

Hace tres años, cuando la salud de Vallejos era otra, los vecinos le contaron a El Territorio que siempre andaba con ropas de militar por el pueblo y que eran constantes sus cruces a Brasil por la frontera seca, pese a que había sido expulsado de ese país en 2012. Incluso en pleno juicio, fue detenido en Maravilha, Santa Catarina, a 100 kilómetros de Irigoyen, donde vive su hija.

Lo hallaron en la calle autoridades locales con ropa camuflada y dijo que era capitán del Ejército Argentino, pero los afectivos consultaron con autoridades argentinas y establecieron su verdadera identidad. El represor los amenazó de muerte, por lo fue acusado por resistencia a la autoridad y por su reingreso como ciudadano expulsado. Después fue liberado.

“Tuve un problemita con un comisario que hace tiempo está conmigo, pero un juez federal interpretó que hubo abuso de autoridad por parte de la Policía brasileña y no había motivos para estar preso. Tengo una hija brasileña y ciudadanía brasileña también”, relató entonces a este diario.
Con tonada brasileña, se definió como “capitán de fragata, ex combatiente de las Islas Malvinas y héroe de guerra herido en combate”.

“Embaucador y busca vidas”

Según una presentación que hizo en 1984 en la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep), además de la Esma, Vallejos estuvo en otros centros clandestinos de detención: El Vesubio, Banco, La Cacha y BIM 3.

Se cree que Vallejos llegó en 1980 a Brasil, donde construyó una carrera delictiva como estafador en varias localidades de Santa Catarina como San Miguel do Oeste, Xaxim, Abelardo Luz, Faxinal dos Guedes, Dionisio Cerqueira, Aguas Frías, Bom Jesús, Iguazú y Ouro Verde, según reconstruyó Página 12.

Lo detuvieron por primera vez el 29 de agosto de 1982 y permaneció encarcelado por estafa hasta el 14 de junio de 1984 en la Unidad 16, la vieja cárcel de Caseros destinada al personal de las fuerzas de seguridad.

Beneficiado por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, aprobadas sucesivamente en 1986 y 1987, el represor se instaló en Misiones. El 1 de mayo de 1988 -así figura en un banco de datos comercial- abrió un bar con servicio de mesas y mostrador en la avenida Libertador 3366.

“Embaucador y buscavidas”, como lo definió el citado diario, Vallejos dio varios golpes en el Sur brasileño hasta que, a principios de 2012, cayó preso bajo cargos de estafador. Nadie lo buscaba, a pesar de su pedido de captura internacional. Meses después de las publicaciones periodísticas fue extraditado a la Argentina.

Desde entonces estuvo, según dijo, detenido en la cárcel federal de Candelaria y después le otorgaron la prisión domiciliaria, que no cumplió.

“Maté a por lo menos 30 personas y perdí la cuenta de aquellos que torturé y aquellos que torturé y terminaron muertos”, dijo en una de las entrevistas que vendió a varios medios brasileños, esta vez a la Revista Fatos, donde lo presentaron como “Vallejos, el torturador”. En Argentina, la revista La Semana publicó detalles sobre el secuestro de Hidalgo Solá en base a sus declaraciones.

También admitió haber participado del secuestro y asesinato del pianista brasileño Francisco Tenório Cerqueira Júnior, quien se encontraba en Buenos Aires en 1976 para una serie de conciertos.

Estos artículos periodísticos fueron incorporados en el expediente del juicio en su contra, aunque en su declaración indagatoria negó todos los cargos y desmintió haber hecho esas declaraciones. Sin embargo, el TOF 5 lo condenó como “partícipe necesario penalmente responsable del delito de privación ilegítima de la libertad agravada por la condición de funcionario público, por haberse cometido con violencia y por haberse prolongado por más de un mes”.

El fiscal Félix Crous dijo en sus alegatos que “es evidente que ninguna persona ajena al operativo pudo haber tenido la cantidad y claridad de datos que fue brindado Vallejos, a lo largo de sus exposiciones, tanto de las circunstancias que rodearon el operativo de secuestro de Hidalgo Sola, cómo denominaciones, funciones internas y así también de los apodos y nombres de oficiales que integraban el GT, lo que acredita un conocimiento mayor al que pudiera acceder en aquella época una persona no involucrada en la represión, y demuestra que la veracidad de esos dichos no puede ser cuestionada”.

Los dos Falcón en la mañana de julio del 77

Héctor Manuel Hidalgo Solá, dirigente de la Unión Cívica Radical y embajador Argentino en la República de Venezuela, casado y con tres hijos, fue secuestrado la mañana del 18 de julio de 1977, cuando tenía 51 años.
Según el expediente, circulaba con su automóvil en la intersección de las Avenidas del Libertador y Pueyrredón de la ciudad de Buenos Aires, frente al Museo de Bellas Artes cuando lo abordó el Grupo de Tareas 3.3.2 fuertemente armados y de civil.
Conducían en tres automóviles, dos Ford Falcon y un Peugeot. Llevaron al dirigente a la Esma, más precisamente al sector de “capuchita”, donde estuvo cautivo y atormentado mediante la imposición de paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento.

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