Informe de domingo: “fui un esclavo sexual durante más de 17 años”

domingo 13 de septiembre de 2020 | 12:55hs.
Informe de domingo: “fui un esclavo sexual durante más de 17 años”
Informe de domingo: “fui un esclavo sexual durante más de 17 años”
Por Victoria Bergunker
interior@elterritorio.com.ar

Cuando un niño es víctima del abuso sexual le arrebatan su infancia, sus sueños, el juego, la inocencia. Y es peor aún cuando quien se supone que debe protegerlo es la persona que lo somete a tal violencia física y psicológica, perpetuándolo a un mundo hostil. En el mejor de los casos logran contar lo que viven o vivieron, cuando pueden; en otros, callan por siempre el dolor que los consume hasta el último día.

El Territorio reflejará esta cruel realidad a través de las palabras de Nico -de quien se protegerá su identidad-, hoy de 50 años. “Fui un esclavo sexual durante más de 17 años”, denunció. Su historia, además del horror que vivió en manos de su padrastro, está marcada por el silencio y la complicidad.

“Yo pude hablar por primera vez a los 34 años, cuando la causa ya estaba prescripta legalmente. Ese día que hablé, vinieron unas tías de Buenos Aires y me prohibieron contar mi historia. Cuando cumplí 42 años fui por primera vez a un psiquiatra especializado en abusos, en Río de Janeiro. Hasta el día de hoy llevo una lucha familiar bastante grande”, comenzó contando.

Y agregó: “Mi familia cree que el silencio es lo mejor, pero lo que nadie sabe es que uno de los actos reivindicatorios en el abuso es poder hablar y contar, porque yo no quiero que existan más Nicolás”.

Hoy Nico tiene paz, pero eso no quita la falta de amor y comprensión que recibió por parte de su madre, con quien, según dijo, aún tiene mucho por resolver. “Yo creo que ella ha sido cómplice, porque a mí me han abusado en su casa, en su cama, estando ella o no ahí. Entonces no entiendo cómo puede estar tan cegada, llegué a pensar que quizás no vio nada, pero es imposible”, lamentó.

Primer grado
La primera vez que su padrastro lo violó, Nico tenía seis años y medio. Cursaba el primer grado de la escuela primaria. En aquel momento no sabía que el calvario recién comenzaba. “He sido abusado en cuanta casa viví con mi madre y este tipo, siempre fue él. Me amenazaba, yo tenía miedo, él me decía muchas atrocidades. Es un psicópata. Creo que tanto él como mi madre son dos enfermos mentales”, enfatizó. No fue hasta 1994 cuando conoció a su primera pareja y logró por fin salir del sometimiento.

Cuando terminó el colegio primario, en Posadas, su madre lo envió a un internado de agronomía en Bell Ville, durante un año. Al volver, lo inscribieron en el Roque González, donde finalmente se recibió. “Cuando aún no cumplía 18 años, mi madre me sacó de mi casa y me alquiló un departamento en la calle Alberdi”, contó.

Con el paso del tiempo, Nico fue comprendiendo la magnitud de lo que había vivido. “Tengo una amiga que fue sometida por su padre durante muchos años y ella me dijo ‘yo he sido una esclava de mi papá’, y ahí entendí que yo también lo había sido. Fui un esclavo sexual durante más de 17 años. Estuve disponible los 365 días del año, las 24 horas del día cuando al tipo se le ocurría abusarme”, reflexionó.

Hoy, a sus 50 años, entiende el daño mental que puede generar una violación, sobre todo teniendo en cuenta que sucedió durante años, en su propia casa, con quien compartía la mesa. “Por más que te lo calles, en algún momento te pasa la factura. La pérdida de un ser querido te da la posibilidad de recuperarte, pero el abuso es algo donde te someten y te obligan a hacer cosas en contra de tu voluntad y eso es una herida psicológica muy difícil de sobrellevar. Por ejemplo, yo no soporto que alguien me toque si no quiero, siento que sobrepasa un límite”.

Además de haber sido afectado en su vida cotidiana, Nico debió pagar un precio por hablar, pero no tiene dudas de que fue la mejor opción: “Me he quedado solo, tengo una familia de reemplazo, que son mis amigos. Hablar me costó eso, tenía que elegir quedarme con mi familia pero enfermo psicológicamente o los perdía a cambio de mi salud mental. Es lindo tener paz”, sostuvo.

Hoy la sociedad comenzó a entender que la víctima de un abuso sexual habla cuando puede hacerlo, no cuando quiere o debe, debido a que la negación y el miedo muchas veces ganan por goleada en una lucha interna que no todos están dispuestos a enfrentar. “El psicópata te destruye el ‘yo’, lo mismo que se hace con la trata de personas, por eso muchas veces las prostitutas no se escapan de sus proxenetas, porque se terminan enamorando”, analizó.

Ayudar a otros
A pesar de haber tenido una infancia oscura y los fantasmas que quedaron, Nico logró seguir. Se recibió de contador, profesión que ejerció hasta diez años atrás. Hoy vive de rentas y pasa sus días junto a su pareja, con quien confiesa que le hubiera gustado tener un hijo, aunque cree que ya es tarde.

“A pesar de todo tengo paz. Quiero que en este mundo no existan más Nicolás. Que la gente entienda que el abuso sexual es una herida que se cierra, pero queda una cicatriz muy grande y el daño que se le hace al niño es irreparable”, aseguró.

Además de hablarlo con su psiquiatra, decidió visibilizar su historia para ayudar a otros y creó una cuenta de Instagram bajo el nombre “abusadosexualmenteencasa”, donde da a conocer lo que vivió. La cuenta tiene más de 1.000 seguidores, muchos de ellos víctimas de la misma violencia, quienes a diario se contactan con él para compartir sus testimonios o incluso pedir ayuda. 

“Soy feliz de que la gente se dé cuenta de que necesita ayuda y se acerquen a mí, trato de concientizar para que no hagan caso omiso si algo así les sucede a ellos o a sus hijos, sobre todo pensando en mis parientes, que cuando se enteraron lo que pasaba nunca pensaron en mi salud mental, sólo querían que metiera mis pensamientos debajo de la alfombra. Me prohibieron contarles a mis abuelos, lo lamento mucho porque hoy ellos ya no están”, cerró.

El relato de Nico es crudo y casi sin filtros, pero es real. Cuenta la historia de otros Nicos, niños, niñas, y adolescentes que hoy no tienen voz, pero los impulsa a gritar, a no callar la injusticia y a dejar un mundo mejor para los que vendrán. También deja de manifiesto la emergente necesidad de incorporar en los niños una Educación Sexual Integral (ESI) como derecho humano para poder decidir sobre su cuerpo y respetar el de los otros.