“En Argentina nadie quiere ser viejo”

domingo 08 de septiembre de 2019 | 5:00hs.
 “En Argentina nadie quiere ser viejo”
“En Argentina nadie quiere ser viejo”
Daniela Cortés

Por Daniela Cortés Corresponsalía Buenos Aires

La licenciada Silvia Perelis se desempeña como especialista en gerontología en la Defensoría de la Tercera Edad que conduce Eugenio Semino  en la ciudad de Buenos Aires. Desde ese lugar trata cotidianamente la realidad de las personas mayores de 75 años de nuestro país que desde su punto de vista son el sector más postergado de la sociedad junto a la gente con discapacidad.
Perelis dialogó con El Territorio sobre la situación de los adultos mayores en  el contexto de la crisis económica que vive Argentina y que se potenció con la devaluación reciente del peso. “Los jubilados que cobran la mínima ya no podían satisfacer sus necesidades básicas antes de la actual crisis, por lo tanto ahora prácticamente los están dejando morir de hambre”, sentenció con dureza.
Según la especialista,  la sociedad argentina “es cada vez menos solidaria con los adultos mayores porque hay una mirada de rechazo a la vejez. El ideal de la eterna juventud es una fantasía que nos hace mal como sociedad. Hay mucha gerontofobia que rechaza al adulto mayor. Es necesario entender la vida como un ciclo formado por diferentes etapas y que es imposible detener el paso del tiempo".

¿Cómo ve la sociedad argentina a los adultos mayores? 
En el plano el discursos es respetuosa de sus mayores. Pero en la práctica sucede que la mayoría de nuestros abuelos viven en la pobreza. Las jubilaciones no se actualizan como debieran y siempre están por debajo de las necesidades mínimas. No hay suficientes geriatras que es la especialidad médica menos elegida de todo el universo de estudiantes de  medicina.  Tampoco hay muchos abogados, psicólogos, enfermeros, profesores de educación física, kinesiólogos y profesionales especializados en gerontología. Las obras sociales no brindan todos los servicios que necesita esa población. Tampoco los políticos que acceden al poder se ocupan de los más viejos. Somos una sociedad con bastante nivel de gerontofobia. Esto lamentablemente también se ve en el crecimiento de ataques y robos muy violentos a los abuelos.  Nadie quiere ser viejo.

¿Siempre fue así o este es un fenómeno de la actualidad?
Antes  las personas mayores eran reconocidas por las sociedades como los dueños de la sabiduría. Eran los que más vivieron y por lo tanto los que más sabían. Los que tenían más experiencia y por eso eran respetados y escuchados. Eso cambió con la llegada de las nuevas tecnologías y comunicaciones. Hoy ya no se pregunta al abuelo sino que se recurre a Google.

¿Esa mirada que margina a las personas mayores es global o local?
Es global. Pero la mirada es diferente cuando ese adulto mayor tiene poder o dinero. Cuando se trata de un directivo de una empresa o sin ir a esa escala cuando tiene una jubilación digna que le permite vivir holgadamente y gastar dinero en viajes o gustos.  En Europa,  por ejemplo, el adulto mayor tiene valor de mercado porque consume, viaja y gasta dinero. En nuestro país y en las comunidades más empobrecidas los mayores no tienen buenos ingresos y por lo tanto no son valorados como potenciales consumidores de bienes o servicios.

Pero esa mirada mercantilista de una persona tampoco respeta la tercera edad
Tal cual. Porque sólo se ocupa del individuo por el acceso a sus necesidades materiales. Que son importantes pero no son el todo de la vida.

¿Qué otro cambio social impactó en la realidad de la tercera edad?
Demográficamente también se nota un cambio en la población. Se extendieron los años de vida de las personas en términos biológicos pero esa extensión no contempla cambios en cuestiones humanitarias y sociales. La gente vive mucho más tiempo que hace 50 años. Muchas enfermedades ya tienen tratamientos que permiten superarlas. Pero acá nos encontramos con otro gran dilema que pasa por definir el sentido de la vida de las personas mayores. Vivir más años en situación de pobreza o soledad tampoco es digno.
También se deben notar diferencias entre la vida de una persona mayor de 70 años que viva por ejemplo en la ciudad de Buenos Aires  y otra que viva en el interior de Misiones
Sí. Porque ahí se ven las dos dimensiones bien diferenciadas. En la ciudad de Buenos Aires hay mas oferta de servicios médicos para la tercera edad y a nivel económico por ahí están un poco mejor. Pero en el interior del país los vínculos familiares y sociales siguen siendo más fuertes. Los abuelos en general no están tan solos como acá. En las provincias las familias siguen teniendo más tiempo y espacio para los abuelos.

¿En la crisis económica actual se nota más la falta de atención a este sector social?
Sí, porque en una situación tan crítica como la que estamos atravesando los argentinos se debe ayudar a los más necesitados. Y los gobiernos lanzan medidas para todos los sectores pero se olvidan siempre de los jubilados y pensionados. No los tienen en cuenta. Y eso demuestra qué tipo de sociedad somos. Porque es uno de los sectores que más ayuda necesita y sin embargo siempre están olvidados.

¿Qué medida concreta se pide desde la Defensoría de la Tercera Edad?
Nosotros pedimos que se ocupe el Fondo de Sustentabilidad y de Garantía de la Anses para asistir a todos los jubilados y pensionados, tal como lo expresa su ley de creación en el artículo 4 que lo faculta para casos de emergencia. Lo venimos reclamando hace tiempo pero sin respuesta positiva aún. Desde hace 12 años venimos haciendo el cálculo de la canasta básica del jubilado. En abril, antes de la devaluación era de $30.500 y ya en ese entonces era inalcanzable para muchos jubilados. Imaginate ahora. Ya no les alcanza no solo para los remedios sino tampoco para comer.

¿Cómo evalúan las consecuencias del empobrecimiento de los adultos mayores?
La realidad indica que hoy ya no pueden cubrir las necesidades básicas de alimentación. Porque quien puede comer los 30 días del mes con $10.500 que es la jubilación mínima? Tampoco pueden acceder a los medicamentos que necesitan, porque a pesar de que Pami les cubre el 80% de las recetas ya ni siquiera tienen para pagar ese 20% restante. En contextos de mucho abandono también por el lado de las familias que por diversos motivos no se hacen cargo de ese abuelo que está enfermo y solo.

¿Qué podemos hacer para revertir esta realidad?
Nosotros desde la Defensoría de la Tercera Edad sostenemos que hay diferentes grados de responsabilidad en materia de atención a los adultos mayores. En primer lugar los estados nacionales, provinciales y municipales deberían tener esta población como prioritarias en sus políticas. Lamentablemente eso no sucede. Y después esta en plano de los ciudadanos que debemos prestar atención a nuestros mayores. Ver qué necesitan. Tratar de ayudarlos. Y no son sólo cuestiones económicas. Muchas veces necesitan un abrazo o alguien con quien hablar. Pasa por educar a las nuevas generaciones en volver a ese respeto a los mayores que se perdió.
Para consultar a la Defensoría de la Tercera Edad "los misioneros pueden llamarnos al teléfono (011) 4338 4900 o al 0800-999-3722. También pueden mandarnos un correo electrónico a terceraedad@defensoria.org.ar", finalizó Perelis.