domingo 16 de septiembre de 2018 | 4:00hs.
Por Martín Medina Politólogo
Desde el histórico apuñalamiento de Julio César en la antigua
Roma, el asesinato es parte de la vida política en todo el mundo. Pero
cuando el ataque a un político es captado por los canales de televisión o
por el celular de un ciudadano que luego lo divulga a través de las
redes sociales, el impacto se multiplica, se trata de un hecho que puede
llegar a repercute durante generaciones. El reciente intento de
asesinato a puñaladas del candidato presidencial brasileño Jair
Bolsonaro en un acto de campaña rememora diversos atentados anteriores
que han sacudido a los votantes, creado mártires e implicado una mancha
de sangre en la historia.
Bolsonaro sufrió daños intestinales y hemorragias internas graves que
previsiblemente lo mantendrán en el hospital durante al menos una
semana.
El candidato de la ultraderecha se recupera después de una exitosa
cirugía de emergencia para reparar tejidos de su pared intestinal, luego
de ser apuñalado durante un mitin.
El hospital Albert Einstein de San Pablo dijo en un comunicado que el
abdomen del candidato estaba distendido y fue sometido a cirugía para
intentar reparar las adherencias.
Bolsonaro fue apuñalado el 6 de septiembre durante un mitin en la ciudad Juiz de Fora, en el sureste de Brasil.
El referido ex militar sufrió daño intestinal y una grave hemorragia
interna, por lo que fue sometido a cirugía en un hospital local antes de
ser llevado a San Pablo.
Algunos de los ejemplos
En Colombia, el militante anticorrupción Luis Galán fue el primero de
tres candidatos asesinados durante la elección presidencial de 1990 que
se desarrolló con el trasfondo de un baño de sangre provocado por los
narcos. Los sicarios lo mataron a tiros en un acto cerca de Bogotá.
César Gaviria fue proyectado al centro de la escena nacional durante el
funeral televisado de Galán cuando un hijo adolescente dijo que podría
ser el sucesor de su padre. Nueve meses después, Gaviria llegó a la
presidencia. Durante sus cuatro años acentuó la represión del narco con
la cooperación de Estados Unidos y provocó la caída del célebre Pablo
Escobar.
En 1994 los mexicanos observaron con estupor cómo le dispararon a
quemarropa y en la cabeza al candidato presidencial Luis Donaldo Colosio
luego de un acto proselitista en Tijuana. Colosio se perfilaba como
ganador, pero de alguna manera su asesinato brutal allanó el camino
hacia una era de mayor democracia en México.
Después de la muerte de Colosio, el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), que monopolizó el poder durante siete décadas, tuvo problemas
para encontrar un reemplazante en medio de las disputas internas y la
prohibición de contender a cualquiera que hubiera ejercido un cargo
público durante los seis meses anteriores. Finalmente optaron por
Ernesto Zedillo, un tecnócrata formado en Estados Unidos y funcionario
de campaña de Colosio. Zedillo supervisó reformas electorales que dieron
lugar a una democracia más competitiva, con posibilidades para los
partidos opositores de ganar gobernaciones y la misma presidencia.
En Pakistán, el asesinato de Benazir Bhutto durante un acto de campaña
en 2007, cuando aspiraba a su tercer período como primera ministra,
provocó semanas de violencia en el país musulmán. Bhutto fue asesinada
semanas después de regresar a Pakistán desde el exilio.
Su muerte dio a la autotitulada “hija de Pakistán” una aureola de
mártir. Su esposo, Asif Ali Zardari, fue elegido y provocó la renuncia
del gobernante militar Pervez Musharraf.
El presidente egipcio Anwar Sadat asistía a un desfile militar en 1981
cuando en cuestión de segundos, durante un sobrevuelo de aviones
militares, un grupo de soldados tomaron un cañón de artillería y
abrieron fuego sobre el palco donde el emblemático representante del
nacionalismo árabe estaba rodeado de dignatarios extranjeros. Se trató
de una de las primeras victorias propagandísticas de los extremistas
islámicos que se habían infiltrado en las fuerzas armadas para cumplir
la orden de un clérigo de matar a Sadat.
El asesinato en 1995 del primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, a manos
de un extremista religioso judío dio lugar a las divisiones enconadas
entre liberales y conservadores que se siguen hasta nuestros días.
Rabin caminaba hacia su auto luego de un acto nocturno por la paz en
Jerusalén cuando un estudiante de abogacía de extrema derecha le
disparó. La escena de un judío matando a otro traumatizó a Israel y
recorrió el mundo. Días anteriores al asesinato, el actual primer
ministro Benjamin Netanyahu había encabezado actos multitudinarios
contra los acuerdos de Oslo en los que calificó a Rabin de traidor.
Durante la década de 1960, la sociedad estadounidense parecía
desquiciada por la violencia política, con los asesinatos del presidente
John Kennedy, su hermano Robert y el dirigente por los derechos civiles
Martin Luther King.
Las escenas de la lenta marcha de la caravana de Kennedy por las calles
de Dallas quedaron impresas en la mente de toda una generación.
Después de los referidos asesinatos, los disturbios raciales se
multiplicaron en incontables ciudades, las protestas contra la guerra de
Vietnam se tornaron violentas y extremistas de izquierda decidieron
descartar la protesta pacífica para pasar a la resistencia armada.
Caso mexicano
El clima de violencia política previo a las elecciones de este año
sacudió los aires mexicanos.
En esta oportunidad, el país vivió la campaña electoral más sangrienta
de la historia que asciende a 113 políticos y aspirantes asesinados.
Una de las últimas en ingresar a la lista fue Rosely Danilú Magaña,
candidata local del PRI en el Estado Quintana Roo, que murió tras haber
sido atacada a tiros durante un mitin electoral el fin de semana. Carlos
Joaquín González, gobernador del referido Estado, condenó el asesinato
de la candidata. Además ofreció una “profunda investigación del caso” y
el incremento de la presencia de la policía en los municipios del
estado.
Además también tuvo lugar el asesinato de Fernando Purón Johnston,
candidato del PRI en el estado norteño de Coahuila.
El aspirante a diputado recibió un disparo en la nuca cuando se tomaba
una foto con un seguidor a la salida de un debate electoral. Purón
estaba frente a las puertas de la Universidad Autónoma de Coahuila en
Piedras Negras charlando y tomándose fotos con sus votantes, mientras
que su asesino aprovechó un momento de distracción para colocar su
pistola contra el cráneo del candidato priista y, rápidamente, apretó el
gatillo. La secuencia del asesinato quedó grabada por una cámara de
seguridad y se volvió viral en las redes sociales.
Lo que deja el ejemplo brasileño
“No sería esta la primera vez que en Brasil un atentado, como el que
sufrió días pasados el aspirante Jair Bolsonaro, cambia el curso de los
acontecimientos políticos. Algunos ejemplos son la muerte de Joao
Pessoa, quien se desempeñaba como gobernador de Paraíba, en julio de
1930, que abrió el proceso a la denominada “Revolución del 30” y el
“atentado de la Rua Tonelero”, episodio estridentemente conducido por
los medios de comunicación de entonces en el que la supuesta tentativa
de asesinato al periodista Carlos Lacerda culminó, tras acusaciones
cruzadas, con el suicidio de Getúlio Vargas 19 días después en el año
1954”, según las explicaciones del investigador Amílcar Salas Oroño,
doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires.
El referido analista político agregó que “es importante observar lo que
recubre al episodio del atentado: hay una democracia distorsionada, con
actores que asumen una presencia en el espacio público sin estar
habilitados para ello. Protagonismo militar in crescendo, ahora en el
ámbito de un contexto de competencia electoral, y en continuidad con lo
que sucedió al momento de la definición de la Corte Suprema de Justicia
sobre el habeas corpus de Lula, o los días previos a la militarización
del estado de Río de Janeiro. Empujando esta tendencia, el propio Jair
Bolsonaro, militar retirado del Ejercito. Un protagonismo preocupante,
propio de un Estado de Derecho desequilibrado.
Consecuencias del golpe parlamentario a Dilma Rousseff, hace ya dos
años”.
Desde asesinatos hasta tirar zapatos a los políticos
En junio del 2016, el ataque sufrido por la diputada laborista británica
y proeuropea Jo Cox, que falleció a causa de los disparos de un hombre
en un acto de campaña del referéndum en Reino Unido, se sumó a la lista
de políticos agredidos durante campañas electorales.
El político ultraderechista holandés Pim Fortuyn fue asesinado en 2002
por un disparo a quemarropa realizado por el ecologista radical Volkert
van der Graff durante la campaña electoral de ese año. El autor del
citado ataque fue condenado a 18 años de cárcel.
Por su gravedad también sobresale el ataque con disparos sufrido el 8 de
enero de 2011 por parte de la entonces congresista estadounidense
Gabrielle Giffords, durante un acto electoral en Tucson, estado de
Arizona.
En ese ataque, perpetrado por Jared Lee Louaghner, fallecieron seis
personas y resultaron heridas otras doce. El atacante fue condenado a
cadena perpetua en una prisión federal estadounidense.
El por entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush sufrió en
2008 un intento de agresión en Irak por parte de un periodista que le
arrojó un zapato (un símbolo de desprecio en su cultura) y le gritó
“perro”. El autor del ataque fue condenado a nueve años en la cárcel por
la agresión.
Ese mismo método empleó en febrero de 2010 un activista kurdo sobre el
presidente turco Recep Tayyip Erdogan durante una visita a Sevilla. El
zapato no impactó sobre el líder y chocó contra el vehículo oficial al
que iba a subir. El atacante fue condenado a 33 meses en la prisión,
pero luego fue indultado.
Tartazos
En Italia, en diciembre de 2009 el primer ministro Silvio Berlusconi fue
agredido en la cara al término de un mitin por un hombre, identificado
como Massimo Tartaglia, de 42 años y sin antecedentes penales.
En abril de 2011, el presidente alemán Christian Wulff fue blanco de los
huevos lanzados contra él y el primer ministro de Hesse, Volker
Bouffier, mientras se dirigían a pie a la alcaldía de la ciudad de
Wiesbaden, capital de ese estado federado.
En marzo de 2012 un hombre lanzó una tarta a la ex presidente de la
Confederación Helvética, Micheline Calmy-Rey, a su salida del Festival
de Cine de Derechos Humanos en Ginebra.
En septiembre posterior, un estudiante que se manifestaba contra las
medidas de austeridad impuestas por el Gobierno de Bélgica lanzó una
tarta al entonces primer ministro, el socialista Elio di Rupo.
En diciembre de 2015, el presidente en funciones del Gobierno de España,
Mariano Rajoy, fue agredido durante un acto electoral en Pontevedra por
un joven de 16 años, que fue condenado a dos años de internado en un
régimen cerrado y otro año en libertad vigilada.