“A los 15 agarré una pistola, me la puse en la cintura y no me la saqué más”

viernes 20 de septiembre de 2019 | 5:00hs.
“A los 15 agarré una pistola, me la puse en la cintura y no me la saqué más”
“A los 15 agarré una pistola, me la puse en la cintura y no me la saqué más”
A pocos meses de cumplir tres años encerrado en una prisión de Portugal, Rodolfo José “El Ruso” Lohrmann (54), quien durante catorce años fue el criminal argentino más buscado del planeta, contó su historia por primera vez y lo hizo mediante una carta de 40 páginas enviada al diario Clarín. 
En la extensa misiva dirigida al periodista Nahuel Gallotta, Lohrmann -entre otras cosas- deja entrever que al momento de fugarse definitivamente de la Argentina lo hizo por Misiones y aclaró sus intenciones de regresar al país para cumplir su condena acá, tal como lo adelantó a fines del año pasado El Territorio tras una entrevista con Lopes Guerrero, su abogado defensor en Portugal. 
Al comienzo de la carta, El Ruso realiza un repaso de su infancia y cuenta de qué forma se inició en la delincuencia, al tiempo que ahonda en cuestiones referidas a sus lazos familiares, sus viajes durante la clandestinidad y su participación en infinidad de asaltos, aunque prefiere no detallar cuestiones referidas al secuestro de Christian Schaerer (21), causa por la cual todavía debe rendir cuentas ante la Justicia correntina. 

Inicios
“Papá no nos levantó la mano ni una vez; la viejita a veces nos daba una palmada en las nalgas, pero como toda madre, cuando sus hijos hacían travesuras (...) Hasta que el diablo metió la cola en mi camino y tropecé. Quise ser odontólogo y aviador. Pero a los 15 años agarré una pistola, me la puse en la cintura y no me la saqué nunca más. Yo pienso que era mi destino. Que estaba marcado, como el de tantos delincuentes”, contó Lohrmann respecto de su infancia. 
También narró que nació en Concordia, Entre Ríos, donde vivió hasta los cinco años, en tanto que después se mudó a Lima, ciudad perteneciente al partido de Zárate, en el norte del Gran Buenos Aires. 
Después de eso recordó que a los 14 años conoció a un hombre apodado Pacho, con quien se inició en la delincuencia y lo primero que hizo fue manejar un camión con vacas que iban a robar. “Cuatrero es el que se roba una o dos vacas, y a pie. Nosotros empezaríamos a robar camiones repletos de vacas. Lo nuestro era robo automotor y robo de ganado mayor”, aclaró. 
Indicó que a los 16 años se compró una camioneta, aunque no estaba a su nombre y a su familia le mintió que su jefe le prestaba. “Podía gastar muy poco de toda la plata que ganaba”, recordó, al tiempo que contó cómo hacía para sobrellevar una doble vida. 
Luego señaló que en 1985 cayó por primera vez cuando la Policía allanó su estancia y por ello estuvo nueve meses preso en la Unidad de San Nicolás, donde conoció más criminales y empezó a forjar lazos que después le servirían para continuar delinquiendo. “Las cárceles eran, y son, una escuela de delincuentes y contactos para quien se quiere dedicar al rubro”, expresó.
Fue a partir de ello que comenzó a “robar casas, autos, fábricas, camiones de reparto de cigarrillos” y además “metíamos caño en los hospitales o municipalidades, siempre buscando los sobres de los sueldos de todo el personal”. 
Después de eso cayó por segunda vez y esta vez su estadía en prisión le fue más fructífera. Lohrmann recordó que durante cuatro años privado de su libertad recorrió varios penales, desde la Unidad 9 de La Plata hasta Sierra Chica. 
Tras regresar a las calles, el hombre indicó que empezó a salir del país para robar. “Con una banda de zona norte robamos bancos y blindados en Bolivia, Paraguay, Perú y Ecuador. Eso fue entre fines de los 90 y comienzos del 2000”, repasó, aunque luego contó que no todos sus viajes fueron con fines delictivos y hasta recordó aventuras llevadas adelante en motorhome junto a su pareja y una pareja amiga. 
Aseguró que estuvo en más de 50 países y que excepto en Canadá y Estados Unidos, robó en todos lados. “En Europa también viví y asalté en Lituania, Grecia, Serbia y Montenegro, Moldavia y Eslovaquia, entre otros. Estuve hasta en Asia y en África. Robé en todos lados”, se lee de su puño y letra.

Caso Schaerer, mitos y regreso
De las acusaciones en el caso Schaerer optó por no ahondar en detalles, pero sí reconoció que “luego de robar por Sudamérica regresé a Argentina en 2002. Estaba todo mal en el país. No había dinero con eso del corralito y todo el mundo tenía sus ahorros en la casa. Cómo sacárselo era la pregunta del millón. Yo, casas de escruche, fueron muy pero muy pocas las que hice. Entonces me armé una banda para hacer secuestros y así empezó todo otra vez haciendo líos por todos lados”. 
A partir de ahí recordó que un juez y fiscal federal de Corrientes lo fueron a visitar en el Establecimiento Penitenciario de Monsanto y lo quisieron interrogar sobre el caso, pero dijo que no, aunque afirma que tiene intenciones de ser extraditado a la Argentina. 
“Sólo me están pidiendo de España, Bulgaria y Argentina. Me interesa ser extraditado a mi país y hacer una pena única. Estoy hablando con mi abogado para ser penado cuanto antes en Portugal, así poder ser trasladado a Bulgaria. En ese país el Consulado argentino me puede ayudar para ser extraditado rápido a mi país. Las cosas se están demorando pero calculo estar por allá para el año que viene y resolver mi situación”, indicó. 
También dedicó unas páginas para derribar varios mitos que se habían creado en torno a su figura, como por ejemplo que había comenzado a traficar estupefacientes, que se había sometido a cirugías estéticas y hasta que había sido asesinado en Brasil. 
Lohrmann negó cada una de esas especulaciones y explicó cómo se dio su fuga. Recordó que “durante los primeros tiempos de mi pedido de captura internacional regresé varias veces a Argentina”, hasta que un día encontró que el aeropuerto de Ezeiza estaba empapelado de afiches con su rostro. La situación se repetía en Paraguay y esto lo obligó a fugarse definitivamente.
“Entonces, me dije ‘Rusito, se calentó el horno’. Tuve que decidir otra vez más: mi familia o mi libertad. Me hice un plano para llegar a la Triple Frontera. Recién del otro lado decidiría cuál sería mi rumbo. Llegué a los dos días a la zona de frontera, aún sobre tierra argentina. Todo debía ser al milímetro; no me quedaba otra que moverme sereno, concentrado, tranquilo y con las antenas paradas”, dejó asentado.