Sabiduría popular que cura

Domingo 2 de junio de 2013
“La Placita cambió, no es lo que era antes, empezamos vendiendo yuyos para remedio de los pobres, hoy viene gente de todas las clases que valora los productos de la tierra, pero también es más difícil conseguir porque ya casi no hay monte”, cuenta Secundina Acosta, una de las comerciantes pioneras del Mercado Modelo, que a sus 75 años no deja un sólo día su puesto de trabajo.
Comenzó vendiendo frutas y remedios naturales hace 40 años, cuando todavía era una vecina de Villa Blosset y le bastaba subir unas cuadras para llegar al mercado.
“Con mi esposo vivíamos acá nomás, en una casita cerca del río, mi suegra era una médica muy querida por sus conocimientos, no una médica de universidad sino una curandera, era muy importante porque curaba a los chicos, era una época donde no había tantos doctores como ahora”.
Aprendió de las mujeres adultas de su familia el arte de curar con infusiones y ungüentos, pero reconoce que no le gusta hacer vencimientos, “yo prefiero vender mis yuyos y enseñar a la gente para qué  sirven, para que los usen bien y sea beneficioso para la salud, yo enseguida si me traen una hierba le digo si compró bien o le vendieron cualquier cosa, porque está el que vende una cosa por otra y eso no se hace, la salud no es juguete”.
El tiempo pasó y la ciudad comenzó a mirar al río, entonces las familias de la costa debieron migrar al sur. Secundina se fue con su gente al A3-2, de eso hace ya 20 años. “Nos fuimos lejos cuando nos relocalizaron, todos los días me levanto a las 5 para estar en La Placita a las 7, aunque llueva o haga frío yo vengo igual, no me ataja el clima”, comentó la mujer.
El monte también fue desplazado, y hoy hay que ir cada vez más lejos a procurar las hierbas. “Antes por acá cerca se juntaba mucha marcelita, malva, salvia, hoy me traen de Garupá, de Parma”.
Oriunda de Coronel Bogado, Paraguay, Secundina es una de las últimas mujeres de su generación que sigue en actividad. “Curar con los yuyos es una tradición que se va enseñando de los padres a los hijos, yo aprendí de las mujeres mayores, cuando en La Placita había sólo productos regionales, no había otra cosa; pero ahora mis amigas y compañeras ya no pueden venir porque están muy mayores y algunas ya fallecieron muy ancianas. Sería una lástima que estos conocimientos se pierdan, ojalá que los jóvenes tengan el interés de escuchar, de saber estas cosas”.
En nuestra región, la sabiduría de combinar las propiedades de las hierbas silvestres para curar distintas enfermedades, es un patrimonio familiar que se transmite por la oralidad. Necesita de la destreza para encontrar las plantas, seleccionar los mejores brotes, realizar el proceso de secado.
Así, a la vez, suele ser el modo de subsistencia informal mediante la comercialización directa en puestos callejeros y ferias. Por la experiencia, los yuyeros saben que cumplen una función social esencial.

Tradición familiar
Hace casi dos décadas, Celestino Olmo (50) es conocido como el “yuyero” del centro de Oberá y muchas personas acuden a él en busca de alivio para algún malestar transitorio o algo más complicado.
Oriundo de la Sección Décima, municipio de Campo Ramón, se crió en la chacra y desde pequeño acompañó a su padre al monte para buscar los remedios que brinda la naturaleza, de la que conoce sus secretos.
Celestino contó con orgullo que heredó el oficio de su papá, quien a su vez recibió los conocimientos de su progenitor.
“Me dedico a esto con respeto y lo tomo muy en serio. No soy doctor ni farmacéutico, pero ayudo a mucha gente que me cuenta que se siente mejor con mis yuyos”, destacó.
En 1994 sufrió un accidente de tránsito que le ocasionó graves lesiones en la columna y las piernas. A consecuencia de ello padece un importante grado de incapacidad física, aunque todos los días empuja su carro desde el barrio Caballeriza, donde vive, hasta la esquina del Reloj de Sol, en pleno centro de Oberá.
“Antes no era fácil para venir al doctor en el pueblo, había que salir a caballo o a pie.
Pero mi papá conocía los yuyos y preparaba jarabes. Así, cuando un vecino estaba enfermo le daba un remedio a cambio de una gallina, huevos o cosas de la chacra, o gratis también”, recordó.
En medio del diálogo con El Territorio se acercó una señora, de unos 70 años, y le pidió cola de caballo, un popular diurético que se toma con el mate o como té.
Ante el desafío de conformar un ranking de los yuyos más buscados, posicionó a la cola de caballo en el podio. También citó a la flor de piedra, para cálculos en la vesícula; el isypó mil hombres, para la circulación y calambres; la carqueja, para hígado y estómago, y la marcela, estómago y diurético.
Ponderó las virtudes de la carne de vaca, cáscara de un árbol que se utiliza para tratar la diabetes; y el palo amargo, que se prepara con alcohol para atacar a los piojos.
Después del accidente cobró un seguro y compró un terreno en Oberá, donde se mudó con su familia. Por sus limitaciones físicas no puede trabajar en relación de dependencia, pero encontró en los yuyos una alternativa laboral.
Recordó que hace un par de año la Municipalidad le prohibió estar en la plazoleta. “Me quisieron correr porque decían que quedaba feo para la imagen de la ciudad, que era un mal aspecto. Pero después entendieron que trabajo dignamente y no me persiguieron más”, indicó.
Para surtir su carrito, Celestino busca yuyos en montes de Campo Ramón, General Alvear y Campo Viera, siempre en bicicleta. Contó que tiene una clienta en Buenos Aires que “cada vez que viene a Oberá se lleva un surtido”, y citó el caso de un señor de San Javier que se curó de una grave enfermedad.
“Estaba muy mal y tomaba sólo leche, pero ahora come de todo. Le di tres clases de yuyos, siguió el tratamiento y ahora está sano. Y a veces hasta los médicos me compran yuyos”, contó satisfecho.

De la chacra para la vida
El caso de Fabricio De Contardi, el atleta yuyero de Oberá, es un ejemplo del temple que da la chacra para enfrentar los desafíos de la vida. El deportista hace tres años comenzó a vender yuyos para reforzar su economía familiar y poder seguir entrenando y compitiendo.
A principios del 2000 se destacó en pruebas de fondo a nivel provincial y fue principal animador en varias de las competencias más importantes de la región, como la Maratón Nacional del Inmigrante, entre otras.
De condición muy humilde, siempre debió alternar los entrenamientos y competencias con el trabajo en la chacra, ya que entonces residía en General Alvear. Más tarde comenzó a trabajar en el Hogar Santa Teresita, institución que alberga a personas con discapacidad.
También formó su familia y debió priorizar otras cuestiones, por lo que tuvo que dejar el atletismo. “Correr es una pasión y empecé a entrenar de vuelta. Ahora estoy lesionado, pero espero recuperarme pronto”, comentó.
En su regreso al atletismo pensó en una alternativa laboral que le permita ganar unos pesos extras y, de paso, transmitir sus conocimientos sobre remedios naturales.
Así, todas las mañanas se lo encuentra en la esquina de avenida Sarmiento y Santa Fe, en la vereda de un conocido supermercado, con sus productos. Por la tarde continúa trabajando en el hogar.
“Siempre me interesó la medicina natural y en la chacra aprendí mucho sobre plantas. Ahora por suerte la gente me va conociendo, vienen me preguntan y estoy trabajando bastante bien”, comentó satisfecho.
Cola de caballo, aceite de carpincho, malva, miel y eucalipto, son los más solicitados, señaló.


Una horchata contra la gripe

Secundina confió una de sus recetas más probadas y eficaces. La fórmula de una horchata a base de café y con la combinación de hierbas y semillas.
“Es infalible hasta contra esa gripe A, que dicen que es nueva, pero esa gripe fuerte con tos y mucha fiebre, hubo siempre y siempre curé con este preparado”, aseguró.
La horchata es una bebida dulce, tiene muchas variaciones.
Para su uso medicinal es un tipo de jarabe dulce, que se obtiene del hervor de las hierbas y la adición de azúcar. La horchata contra la gripe se prepara: poner al fuego un litro de agua, un puñado de borraja, semillas de sandía o zapallo, ambay y paletaria. A punto de hervor, agregar azúcar y café en la proporción necesaria.
“Es un remedio poderoso y santo, se toma unas tacitas y hay que abrigarse bien, hace bajar la fiebre”, recomendó Secundina.

Por Silvia Godoy - Daniel Villamea
interior@elterritorio.com.ar


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