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La isla de Hashima: de la gloria minera al silencio fantasmagórico

Conocida como Gunkanjima, fue un importante centro minero en Japón hasta su abandono en 1974. Llegó a ser densamente poblada, pero tras la explotación de recursos, quedó desierta. Hoy sus edificios en ruinas atraen a turistas, mostrando un pasado de trabajo extremo y tragedia
domingo 26 de mayo de 2024 | 10:00hs.

La isla de Hashima es una de las 505 islas abandonadas en Japón. Cuenta con seis hectáreas de extensión, fue un punto minero muy importante a finales del siglo XIX y en la década de los 60 llegó a tener 5.200 habitantes. Tras años de explotación minera, los recursos naturales se agotaron y la isla quedó desierta. Las reservas naturales terminaron. Tan sólo 14 años después, la explotación del espacio no tuvo sentido, porque el recurso ya se había terminado.

Fue uno de los lugares más densamente poblados del planeta. Hoy, ese lugar parece una ciudad fantasma de las tradicionales series de zombies. A Hashima también se la denomina Gunkanjima, que significa acorazado. Esta denominación viene de sus días de esplendor. Cuando sus propietarios, la empresa Mitsubishi, había levantado una muralla alrededor para proteger a la población de los tifones.

Con la salida de la población, la isla quedó completamente deshabitada y todos los edificios comenzaron a perder color y a deteriorarse. El resultado de la desbandada fue la espeluznante estructura que se ha apoderado de la isla, dominada por edificios esqueléticos y huecos que se asoman al océano.

La isla ubicada frente a la costa de la ciudad japonesa de Nagasaki, no tiene más de seis hectáreas. Pese a que fue elegida para rodar algunas escenas de James Bond Skyfall (2012), muy pocas personas se atreven a poner un pie allí.

En 1959, durante su apogeo, se piensa que vivían más de 5.000 personas, entre los que se encontraban civiles coreanos reclutados y prisioneros de guerra chinos. Sin embargo, desde 1930 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, estos habrían sido obligados a trabajar en condiciones extremadamente duras y sin remuneración alguna.

El cierre oficial sucedió en 1974.

Los mineros eran obligados todos los días a viajar un kilómetro bajo el nivel del mar con temperaturas superiores a los 37 °C. En ese sentido, 1.300 trabajadores murieron trágicamente de hambre, agotamiento y desnutrición.

Asimismo, las enfermedades respiratorias graves también eran una causa de muerte común en la isla como resultado del aire del mar mezclado con los vapores que salían de las minas. Finalmente, el carbón de la isla Hashima se agotó, lo que provocó su cierre en 1974.

Por su parte, quienes sobrevivieron trabajando en Hashima la llaman “la isla del infierno”.

Aunque las condiciones de trabajo eran especialmente difíciles, la isla supo hacer frente a los riesgos climáticos con verdaderas proezas técnicas. También se levantaron edificios para alojar a los trabajadores y mineros, y proporcionar todas las comodidades a sus familias: un hospital, escuela, templos y hasta una sala de juegos. El mayor éxito llegó en el año 1916, cuando un edificio de cuatro plantas se convirtió en el primer piso de viviendas de hormigón armado del mundo. Hasta 1931, el territorio de la isla se fue ampliando artificialmente vertiendo hormigón y construyendo muros para romper las olas.

Aún sin atención humana, los edificios en la isla están prácticamente intactos. Si bien es cierto que no reciben mantenimiento —y se nota—, las estructuras se conservan sólidas, a pesar de las inundaciones y el mal clima. Años después, algo de ese mismo halo fantasmagórico encendería nuevamente la actividad en la isla.

Ideal para ver

Actualmente accesible en barco desde Nagasaki, y de aspecto aterrador, Hashima parece un acorazado flotante de la era Taisho, lo que le ha valido el sobrenombre de Gunkanjima, literalmente “isla de los buques de guerra”. Lo que antaño fue una pequeña isla minera de carbón, utilizada periódicamente por los pescadores locales, está ahora cubierta de hormigón, en una mezcla distópica de infraestructuras y viviendas.

Una junto a la otra, las carcasas de los edificios en Hashima miran al sol pasar. En su tránsito a través de la bóveda celeste, deja sus marcas sobre las paredes —ahora desnudas, sin color— que alguna vez dieron sombra y cobijo a los mineros que la habitaban.

Se puede pasear entre hospitales olvidados.

No queda demasiado en pie de las instalaciones originales, y todas parecen tener el mismo aspecto de hormigón armado envejecido. De los tifones a incendios, pasando por vientos huracanados: no ha habido piedad con esta isla fantasma.

Las condiciones meteorológicas de la isla tampoco son las más atractivas. La región de Asia en la que se encuentra (a 15 kilómetros de la prefectura de Nagasaki, al sur de Japón) es conocida por sus tifones. De hecho, a mediados de la década de los 70, todos los civiles fueron evacuados de emergencia.

Durante más de tres décadas, el espacio quedó completamente inhabitado. Sin fauna ni flora en específico, las paredes perdieron su color original. Los techos se agrietaron. Los vidrios en los ventanales se rompieron. Los edificios se convirtieron en esqueletos. Y se hizo el silencio.

Un poco de historia

En 1885, Mitsubishi que comenzó como una empresa naviera, salió en la búsqueda del combustible por excelencia de ese tiempo, el carbón.

A 20 kilómetros de las costas de Nagasaki hizo dos túneles verticales de 190 metros. No solo encontró calidad del mineral, sino también cantidad en un lugar que hasta ese momento, no había sido impactado por el hombre.

La historia de este singular terruño japonés, arranca en 1887 cuando se descubre una veta de carbón en el subsuelo marino, a unos 200 metros bajo la isla. Unos años después, Mitshubishi compra el islote para explotarla y en 1889 ya se habían perforado dos túneles verticales que conectaban con el fondo. A medida que la producción de carbón se iba incrementando (en 1916 la mina producía 150.000 toneladas de carbón), la población de la isla y también las construcciones iban aumentando, hasta el punto en que se convirtió en un hormiguero humano.

En 1917, se construyó en el centro de la isla el que fuera por mucho tiempo el edificio más alto de Japón, con nueve pisos. A partir de entonces la isla se ganó el sobrenombre de “la isla sin verde”. Ahí, no había lugar para la naturaleza.

Ya para 1941, el año del ataque de Pearl Harbor, la producción anual de carbón había alcanzado las 410.000 toneladas. Como no había mano de obra porque casi todos los hombres estaban formando parte de la Segunda Guerra Mundial para la extracción del mineral, se demandó del trabajo de una gran cantidad de prisioneros.

Para 1945 ya habían muerto más de 1300 trabajadores en la isla debido a las condiciones extremas que soportaban en la mina y en la isla. Quince años más tarde, en 1960, la isla alcanzó su mayor población, unas 5000 personas. Pero a partir de ese entonces comenzó el declive.

El cierre oficial sucedió unos años más tarde, en 1974. En 2002 la empresa donó la isla a Nagasaki y en 2009 fue reabierta para los turistas.

En la actualidad, la isla se encuentra abierta al turismo, su principal actividad, por no decir la única. Los turistas se acercan cada verano a Hashima para visitar sus edificios raquíticos.

Curiosidades

Se han encontrado muchas curiosidades. Por ejemplo, el famoso edificio de hormigón armado antes acogía una guardería en la novena planta. En cuanto al patio de la escuela, la única gran plaza abierta de la ciudad, sólo se abría a las reuniones una vez terminadas las clases. Aunque lo que más llama la atención es la inmensa escalera que va desde las entrañas de la tierra hasta la cima de la isla. Especialmente transitada, los lugareños la apodaban “la escalera del infierno”. El mero hecho de subirla provocaba una intensa disnea… a pesar de ello, esta escalera era una de las principales vías de comunicación de la isla.

Se puede pasear entre hospitales olvidados, entre antiguas casas particulares, todas vacías. Aunque las minas de carbón ya no están en funciones, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2015.

Hoy es un importante destino turístico a donde viajan turistas, desde el puerto de Nagasaki en cruceros privados, para contemplar el esqueleto de lo que otrora fue una de los lugares más habitados del planeta.

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