Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Roque y la Reducción de Itapúa

sábado 23 de marzo de 2024 | 6:00hs.

Para hablar del origen de Posadas es necesario conocer un poco a Roque González de Santa Cruz, fundador de la reducción de “Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa” el 25 de marzo de 1615.

Nació en Asunción, Paraguay, en 1576, hijo de Bartolomeo González de Villaverde -un capitán español que llegó al Río de la Plata con la expedición de Mendoza en 1534 y después designado Escribano Real y Público- y de María de Santa Cruz -hija de un compañero de armas y una joven guaraní-, tuvo varios hermanos, creció en una familia acomodada, poseedora de gran cantidad de tierras e indios en encomienda, con un importante viñedo en la zona de Tacumbú y, como es deducible, el guaraní fue su idioma materno.

Convencido de su vocación religiosa, se ordenó sacerdote en 1598, el primer destino fue evangelizar en la región de Mbaracayú, entonces una zona de yerbales vírgenes explotada por españoles y sufrida por miles de    indios sometidos bajo el sistema de encomienda, en sus cartas Roque llamaba al lugar “infierno verde”.

En 1601 fue designado cura párroco de Asunción, regresó a esa ciudad, aunque no ocupó el cargo; del hecho existen dos versiones, una dice que no aceptó la función por su humildad e ingresó a la Compañía de Jesús y la otra -brindada por Gabriel de Insaurralde- refiere al descontento que el nombramiento habría producido en el seno de la comunidad clerical, lo que contribuyó a que Roque ingresara a la orden religiosa mencionada.

Todavía siendo novicio fue enviado a misionar a la zona de los guaycurúes en 1609, donde dio inicio a la acción fundadora con la reducción de San Ignacio Guazú.

A fines de 1614, Roque navegó por el Paraná en busca de lugares para concretar nuevos pueblos, a la altura de Itapúa, según sus propias palabras “(…) Subí navegando el río arriba, y junto a un pueblo de indios infieles oí grandes llantos. Pregunté qué era, y dijéronme que se había muerto un niño. Fui volando y hallé que estaba boqueando. Bautícele y murió luego (…)”; recorrió el lugar, habló con el cacique en lengua nativa, quien le permitió levantar una gran cruz de troncos en medio de la aldea; cuando terminaron la tarea Roque regresó a Asunción para solicitar la autorización oficial para la fundación del pueblo de indios, pedir compañeros religiosos para concretarla e informarse de los límites geográficos donde podía desempeñarse.

En febrero de 1615, su hermano Francisco, por entonces Teniente Gobernador de Asunción, firmó el permiso; Roque regresó a la zona de Itapúa con Miguel de Ávila -o Dávila, un niño guaraní-, apenas desembarcó, le contaron como defendieron la cruz del ataque de otro cacique de las inmediaciones que no estaba de acuerdo con la presencia de los “blancos” por allí; así el 25 de marzo de 1615 dejó oficialmente fundada la Reducción “Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa”, en el mismo lugar donde hoy se encuentra la ciudad de Posadas.

Dos meses después llegó el compañero de Roque, Diego de Boroa, y juntos continuaron las tareas emprendidas, compartieron una choza pequeña construida con tacuaras, a su lado levantaron una capillita también con el mismo material, apenas más ancha que el altar, donde decían misa.

Las condiciones de vida eran muy precarias, la comida escaseaba, a veces un poco de maíz cocido, otras, mandioca y en ocasiones, como no había nada para ingerir, los sacerdotes solicitaban a los guaraníes que recolectaran unas hojas que solían comer los papagayos, lo que motivó que los llamaran así.

A medida que creció la confianza con ellos, prosperaron las construcciones encaradas, siempre con madera y tacuaras, el 31 de julio del mismo año finalizaron la Iglesia, pequeña, baja,                                          con techo de paja, engalanada con un campanario de madera, donde los curas colocaron una campana que despertó el asombro de los guaraníes con su tañido al escucharlo por primera vez.

Coincidentemente ese día era el aniversario del fallecimiento de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, entonces aprovecharon la ocasión para celebrar la misa en su honor, renovar los votos sacerdotales e incorporar una danza ritual nativa a los festejos; escribió Roque más tarde que, tanto él como su compañero, no bailaron adecuadamente por “estar muy montaraces todavía”, esta fue -de acuerdo a los investigadores- la primera vez que se intentó incorporar un rasgo de la cultura guaraní a la vida reduccional.

Días más tarde Roque se dirigió a la zona de la laguna Santa Ana -hoy Iberá-, donde comenzó a organizar un nuevo pueblo, regresó tres meses después cuando el sitio quedó a cargo de sacerdotes de otra Orden.

En Itapúa las condiciones no mejoraron, al contrario, en los primeros meses de 1616 Diego de Boroa fue trasladado y su reemplazo tardó en llegar, se produjo una gran sequía que mató las sementeras, afectó a animales y plantas generando un período de hambruna hasta recibir auxilio desde Yutí.

Se sumó una peste de “catarro y calentura” que diezmó a los habitantes del pueblo, entre ellos al nuevo compañero de Roque, Francisco del Valle; situación agravada -según Ramón Enrique Reverchón- por lo descrito en el siguiente relato:

“(…) poco después de la fundación, vino el Gobernador Hernandarias con cuarenta soldados. En medio del río Paraná fue interceptado por canoas de los indios de la margen derecha y salvó la vida y la de sus soldados por la intervención del Padre Roque González de Santa Cruz, de gran influencia en la región. Fue la primera vez que el Gobernador pisaba estas tierras (…)”.

Todo esto parece haber influido en la decisión de trasladar la reducción a la otra margen del río, hecho que se concretó en 1621 en la zona conocida como Pacú Cuá, para algunos estudiosos, mientras que para otros se la ubicó en lo que años más tarde se denominó Villa Baja de la actual ciudad de Encarnación -Paraguay-, con un nuevo reasentamiento en 1703 en la parte más alta del lugar, donde se transformó en la reducción “Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa”, cabecera del departamento jesuítico conformado por los pueblos de Jesús de Tavarangué, Santísima Trinidad del Paraná y San Cosme y San Damián, sede de las autoridades religiosas de la Orden.

En este emplazamiento se logró darle, definitivamente, la fisonomía común a todos los pueblos jesuíticos y como tal, existió hasta 1768 cuando se expulsó a esos religiosos de América.

Resulta innegable la importante presencia guaraní en la zona, tanto que permitió la concreción de treinta reducciones con miles de habitantes, y el origen común de las ciudades de Posadas y Encarnación.

¡Hasta la próxima semana!

 

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