Me lo contó un policía (Basado en hechos reales)
Destino difícil y complicado

En cada localidad de la provincia hay una o varias dependencias policiales, ello tiene que ver con su ubicación geográfica, cantidad de población y las lógicas necesidades del servicio; en base a ello, las podemos catalogar como destinos más o menos complicados y peligrosos para desarrollar la función policial, aunque cada una tiene sus características particulares, relacionadas a su vez, con la idiosincrasia de su gente.
Entre aquellas denominadas difíciles y peligrosas, está Jardín América, donde trabajamos allá por el 2002-03; ahí tiene su asiento la Unidad Regional IX, de la cual en ese momento, dependían varias comisarías, como Puerto Leoni, Hipólito Yrigoyen, General Urquiza, Santo Pipó, Corpus, Roca y San Ignacio, además de colonias con destacamentos como Colonia Oasis, Colonia Gisela (hoy dicha jurisdicción ha cambiado con la creación de otras unidades regionales).
Por tratarse de una extensa zona limítrofe con Paraguay, donde existen varios pasos clandestinos, a menudo nos encontramos con residentes ilegales, los que una vez en el país, y contando con la ayuda de amigos o parientes, se instalan generalmente en terrenos fiscales o propiedades abandonadas. Luego ya comienzan a hacer uso de la salud pública en los hospitales, si una mujer embarazada da a luz, ya inscribe al recién nacido con documento argentino e incluso solicitan y se benefician con planes de asistencia social del Estado.
Pero el problema real, es que detrás de aquellas familias extranjeras que quieren residir en el país en busca de mejores condiciones de vida, también, y muchas veces, llegan personas marginales, escapando de sus deudas con la ley de su país, con antecedentes penales de todo tipo y, por supuesto, traen consigo sus hábitos y costumbres. Estos individuos son los que realizan tareas de inteligencia en la zona, planifican el o los delitos que van a cometer y, luego, de alguna manera se ponen en contacto con sus cómplices de la otra orilla del río para concretar el plan.
Fue así que en enero del 2002 recibimos una denuncia dando cuenta de que un joven chofer de remís de la ciudad, habiendo realizado un viaje la noche anterior, no había regresado a su base, y se había perdido toda comunicación con él. De inmediato se montó un operativo de búsqueda con todos los elementos disponibles y, ciertamente, con colaboración de compañeros de trabajo, vecinos y familiares que se sumaron a la búsqueda.
Lamentablemente, al día siguiente, dos vecinos que se movilizaban en moto por una picada del monte, casi en la desembocadura del arroyo Tabay, hallaron el cuerpo sin vida del joven con las manos atadas hacia atrás y un disparo de arma de fuego en la nuca. Falsos pasajeros bajo amenazas lo habían desviado del camino hacia Colonia Oasis y se dirigieron hacia ese lugar, donde lo esperaban cómplices llegados desde Paraguay. Incluso hubo testimonios de pescadores que fueron echados de la zona por el grupo de extranjeros armados que llegaron en la noche con canoas acondicionadas tipo balsa; el auto del infortunado remisero (un Peugeot) fue bajado por un empinado barranco, atado con sogas desde un añoso árbol y luego pasado a través del río Paraná hacia el otro país. Procedimos a la detención de un morador cercano que habría actuado como entregador y dentro de un baño tipo letrina de la casa, incautamos un arma de fuego, si mal no recuerdo, calibre 22, utilizada en el hecho.
Este mismo detenido trataba de conmovernos repitiendo: “¿Que va a ser de mi familita ahora?” (textual). Pensaba en él y su gente, pero no pensó en el daño irreparable y de por vida que ayudó a causar; posteriormente se procedió a la detención de un segundo implicado en el hecho.
Un joven de 25 años que trabajaba honestamente perdió la vida trágicamente sólo por la ambición inescrupulosa de aquellos que ambicionan bienes ajenos sin trabajar. Felizmente, en agosto de 2005, antes de pasar a situación de retiro, pude observar el juicio y condena a prisión perpetua que recayó sobre ambos detenidos. Si bien, el daño y el dolor causados son irreparables, la conciencia nos tranquiliza, señalando que el trabajo realizado permitió que el hecho no quedara impune y que la víctima pueda descansar en paz.
Por Luis Eduardo Benítez
Comisario general (RE), Abogado