Me lo contó un policía (Basado en hechos reales)
Un final feliz

Allá por 1994 trabajábamos en la Comisaría Segunda de Puerto Iguazú ubicada en Villa Alta. La dependencia había sido emplazada sobre la avenida República Argentina, ocupando casi una hectárea de terreno, dentro del cual también estaba la vivienda destinada al Jefe. Eran épocas de un crecimiento rápido pero desordenado de la ciudad, debido a lo favorable que resultaba para nosotros el cambio con nuestro dinero (un peso era igual a un dólar); miles de autos argentinos pasaban diariamente el Puente Tancredo Neves hacia Foz de Iguazú para realizar las más variadas compras (quien diría que hoy ocurre exactamente lo contrario).
En una oportunidad llegó a la comisaría una señora dando aviso que frente a su casa del barrio Belén, hacia dos días que se hallaba estacionado un auto desconocido y aparentemente nadie lo reclamaba; nos trasladamos al lugar y efectivamente constatamos que se trataba de un rodado marca Mazda color borravino en muy buen estado y, para sorpresa nuestra, las puertas no estaban trabadas y tenía la llave de contacto colocada, tenía colocada una chapa patente argentina.
Luego de realizar diversas averiguaciones con resultado negativo, y con la debida autorización judicial, procedimos al secuestro y al traslado del Mazda hacia la comisaría; allí quedó el auto, actuaciones judiciales mediante, por largo tiempo (dos años) bajo unos árboles; a diario yo pasaba al lado del rodado cuando caminaba desde mi casa hacia mi despacho e iba observando cómo se iban desinflando los neumáticos y la pintura perdiendo color.
Un día en forma inesperada llegó un señor de origen brasilero quien me comentó que vivía en Foz de Iguazú, pero tenía comercios en Ciudad del Este, Paraguay, y dijo ser el dueño del auto en cuestión; también me comentó que un amigo suyo había pasado días antes frente a la comisaría y había reconocido el rodado, por lo que le dio aviso. Esta persona se presentó con copia de la llave y copia de los documentos del rodado, contando que hacía dos años aproximadamente, una noche cuando regresaba a su casa luego de una reunión laboral, fue abordado en un semáforo por dos delincuentes, quienes a punta de arma de fuego tomaron el control del auto y lo pasaron al asiento de atrás, que también lo vendaron los ojos y lo ataron las manos hacia atrás con un precinto, el cual no estaba bien firme y le permitió en el oscuro, mientras circulaban, sacar su billetera, su reloj y un anillo de oro y esconderlo entre el respaldo y el asiento del coche.
Dicha persona también contó que luego de unos kilómetros fue abandonado en medio de una plantación de soja, desde donde, luego de liberarse de las ataduras, logró ubicarse y llegar caminando a su casa al día siguiente, pero felizmente sin ser lesionado, aunque nunca más supo de su auto pese a haberlo buscado por ambas ciudades.
El dueño me preguntó si podía revisar su auto, a lo que accedí, ¡y ahí estaban! Efectivamente, apenas volcó el asiento de atrás del rodado, quedaron a la vista, una billetera de cuero marrón, la cual contenía tres mil dólares estadounidenses y una importante suma de dinero brasileño, además de un reloj y el anillo de oro que me había contado.
Ante consulta con el juzgado interviniente, se dispuso la restitución del rodado a su dueño junto a todos los objetos personales. El señor estaba rebosante de alegría y sumamente agradecido, pues a su auto no le faltaba nada y, como dato curioso, al abrir el baúl, descubrimos en su interior, a una comadreja que había hecho su nido y descansaba junto a sus hijos recién nacidos; el señor me preguntó que hacía con ese animal, a lo que contesté: “Tiene aspecto de ser una comadreja brasilera, así que llévesela con usted”.
Nos reímos y nos despedimos con un apretón de manos; estoy seguro de que este hombre, jamás olvidará esta historia con final feliz, y tendrá un grato recuerdo de la Policía de Misiones.
Por Luis Eduardo Benítez
Comisario general (RE), Abogado