Me lo contó un policía (Basado en hechos reales)
Ética, moral y principios

Por Luis Eduardo Benítez Comisario general (RE), Abogado
A menudo, en el diario ejercicio de la profesión, se presentan situaciones que ponen a prueba la ética, la moral y los principios del policía, es decir, aquello que el funcionario aprendió primeramente en su casa, con las enseñanzas y ejemplos de sus padres, y que luego fue complementado con lo aprendido e inculcado en los colegios.
En la antigua Escuela de Policía existía una materia denominada Ética y Conducta. A todo ello lo podemos definir como un conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una sociedad. Ahora, cuando estos principios son sólidos y fueron marcados “a fuego” en la personalidad del individuo, no hay tentaciones que la puedan doblegar.
Allá por 1982, siendo aún un oficial muy joven, trabajábamos en la Comisaría de Montecarlo, el Jefe realizando un curso en la ciudad de Posadas, por desgracia sufrió un grave accidente automovilístico y pese a la escasa experiencia tuve que asumir por un tiempo la conducción de la dependencia.
En esa época, Caraguatay (hoy comisaría) era un destacamento dependiente de Montecarlo y la jurisdicción hacia el sur alcanzaba hasta el arroyo Paranaí. Precisamente, en inmediaciones de ese puente, una noche ocurrió un accidente en el que un camión Fiat nuevo, circulando hacia el norte, salió hacia la banquina (aparentemente su chofer se durmió) y embistió la parte trasera de otro camión estacionado. El conductor falleció y el rodado sufrió daños prácticamente totales.
En pleno Viernes Santo llegó a la dependencia un automóvil BMW. Su conductor, un ganadero de la provincia de Córdoba que pidió hablar a solas conmigo. Apenas lo atendí me dijo: “Mire, yo soy el dueño del camión, necesito que se modifique el croquis policial de donde ocurrió el hecho, caso contrario, la compañía del seguro no me va a reconocer ni me va a indemnizar los daños. Usted va a tener un reconocimiento y se podrá comprar un Fiat 600 0km (era uno de los autos de moda para jóvenes de la época)”.
Lo invité a que se retirara, caso contrario iba a ordenar su detención, alcanzó a decirme mientras se marchaba raudamente hacia su auto: “Joven Oficial, el día de mañana se va a arrepentir”. Nunca más regresó .
En otra ocasión, en unas elecciones que se llevaban a cabo en 1987, estando en la Seccional Segunda de Iguazú recibimos la orden de captura de un hombre, también oriundo de la provincia de Córdoba, pero que tenía domicilio registrado en Puerto Iguazú y residía en Foz do Iguazú (Brasil). El día de los comicios, dicha persona se presentó a votar y luego de hacerlo, inmediatamente fue detenido.
No pasó mucho tiempo, y llegó a la comisaría su esposa, acompañada por un abogado. Ambos me insinuaron que habría una recompensa económica ese mismo día si se disponía la libertad del detenido. Simplemente les hice saber que no había ninguna posibilidad de liberarlo, que dicha persona ya estaba a disposición de la Justicia y que continuaría detenido. Efectivamente, a los pocos días una comisión policial de aquella provincia se hizo presente para su traslado.
Todo hombre o mujer que ingrese a la fuerza policial no sólo debe predicar y enseñar, sino también practicar constantemente los principios éticos y morales que hacen a un verdadero buen policía. Ello redunda en bien de la institución y de la sociedad toda, para que se cumpla aquella frase que dice: “No hay mejor almohada que una conciencia buena y limpia”, porque la honradez, la dignidad y la decencia no tienen precio.