“Me escapé con una muda de ropa y con mi guardapolvo”

Elsa Álvarez (85) es argentina, se recibió de docente en Paraguay y fue una de las primeras en ejercer en Iguazú
lunes 11 de septiembre de 2023 | 12:10hs.
“Era exigente, quería que mis alumnos sean los mejores”, dice Elsa. FOTO: Norma Devechi
“Era exigente, quería que mis alumnos sean los mejores”, dice Elsa. FOTO: Norma Devechi

Elsa Álvarez, viuda de Borja, fue una de las primeras docentes que ejerció en Puerto Iguazú. Además de enseñar en la escuela primaria recorría los barrios con doña Pituka y fue preceptora del profesorado en la Ciudad de las Cataratas. A sus 85 años aún recuerda a muchos de sus alumnos y está eternamente agradecida a Leopoldina Debenedetti, quien fue la que validó sus estudios en el extranjero para que pueda ejercer la docencia en Iguazú.

La docente jubilada nació en el 1938 en Puerto Mineral, en Misiones. Por cuestiones de la vida su familia se mudó a Paraguay, donde se recibió de maestra normal superior en 1954 y se casó con don Borja, de nacionalidad paraguaya. Debido a una persecución política su esposo escapó hacia Iguazú, pero ella se quedó a dictar clases en la zona rural. “Mi esposo escapó porque era muy maltratado, a mí me compró un piloto doble faz, de un lado era colorado y yo para salir de casa me lo ponía para que me trataran con respeto”, contó la mujer que terminó por seguir los pasos de su marido tiempo después y también huyó. Llegó a Iguazú en 1960.

En el Día del Maestro, que se conmemora hoy, Doña Elsa recuerda la época de docente pese a los obstáculos que debió superar con gran amor y asegura que volvería a hacer todo de la misma manera.

Durante varios años vivió en un convento en Campo Grande jurisdicción de Asunción; en el lugar dictaba clases a niños huérfanos y ayudaba a las Hermanas Misioneras hasta que un día su esposo la mando a llamar. “Me escapé con una muda de ropa y con mi guardapolvo y nunca más volví. Cuando vine a Iguazú, rápido empecé a trabajar en la escuela Nº 462, traje mi título, pero no el analítico y necesitaba eso para que me contraten, entonces enseñaba ad honoren”, relata.

La mujer logró tener un cargo por un golpe de suerte, podría decirse. Leopoldina Debenedetti, quien por aquellos años trabajaba en el Ministerio de Educación, perdió antes de regresar a Buenos Aires su cartera con sus efectos personales en una farmacia en Puerto Iguazú, propiedad de doña Pituka, quien era la directora de la escuela donde trabajaba Elsa. Cuando un Policía Federal vino por las pertenecías de Debenedetti, doña Pituka dijo que le entregaría las pertenencias en mano a la propietaria. “Entonces doña Pituka, viajó y le dijo 'yo quiero que me valides el título de Elsa'. Antes de que viaje yo conseguí mi analítico y le di. Y fue ahí que me dieron el cargo y empecé a trabajar legalmente en la escuela y me convocaron para trabajar en el profesorado”, relató.

“Nosotros dábamos clases en la escuela, pero también comprábamos de nuestro bolsillo lápices y cuadernos y nos íbamos a los barrios a enseñar. No todos los chicos venían y había que ir a buscarlos para enseñar a leer, escribir y algo de matemática” contó la mujer.

Elsa se aferró mucho más a su profesión cuando su esposo falleció en un accidente automovilismo y se dedicó hasta su jubilación a enseñar con amor a sus alumnos. “Siempre fui muy exigente, recuerdo una chica que estaba estudiando para el profesorado, que no me quería porque le había corregido con rojo una vez porque escribió hermosa sin H. Yo me dedicaba para que mis alumnos sean los mejores y los corregía de forma estricta para que lleguen a ser los mejores”, sentencia con orgullo.

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