El mundo está loco, loco, loco…(V)

Por Roberto Carlos Abínzano Profesor Emérito Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Universidad Nacional de Misiones
Al analizar la situación actual de los estados de América Latina, en sus múltiples relaciones, es necesario dar un paso hacia atrás y revisar el panorama de la matriz colonial que determinó, de manera decisiva, el destino de los nuevos estados independientes. Y aquí debo insistir en la escasa importancia que se le ha otorgado al período colonial en la educación formal e incluso en los estudios en general. Eso no significa desconocer algunas obras de gran valor que circularon en ámbitos de educación superior. No podemos olvidar que las guerras de la independencia tuvieron lugar en un rígido escenario construido por el sistema colonial durante 300 años y que durante las cruentas batallas y desplazamientos de población se produjeron innumerables transformaciones que no lograron, sin embargo, alterar algunas estructuras que pasaron a la posteridad como herencias de conflictos y reorganizaciones de soberanía territorial. Y, además, es necesario recordar que los imperios contemporáneos al español ya actuaban activamente en nuestra región, principalmente el inglés y también el holandés, el portugués y el francés. Todos ellos tuvieron una presencia decisiva en algunos acontecimientos antes y después de la independencia. El imperio portugués formaba parte del mismo ciclo histórico estructural que España.
De ese pasado colonial heredamos, por ejemplo, algunas disputas en la demarcación de limites y fronteras. No todas las jurisdicciones coloniales poseían estructuras socioeconómicas similares, debido a los intereses vinculados de manera diferente al poder español, pero también a las avanzadas comerciales inglesas y francesas. La revolución de América Latina, surgida en varios focos simultáneamente, se fue coordinando sobre la marcha y, a medida que se iban logrando victorias y avances, también se comenzaron a revelar las diferencias entre sectores sociales que, durante el sistema colonial, cumplían diferentes funciones o gozaban de privilegios derivados de su inserción específica y sus recursos en el sistema colonial global. Pienso, por ejemplo, en los funcionarios que se desempeñaban en la complejísima y densa organización de la burocracia española. Solemos hablar exclusivamente de los Virreyes, Gobernadores, Intendentes, Capitanes, oidores, corregidores, alcaldes, etcétera. Y no tenemos en cuenta a los encomenderos, las clases aristocráticas, los terratenientes o los grandes comerciantes vinculados al monopolio en exclusividad. La guerra anticolonial no sólo fue militar. Era necesario coordinar una lucha dispersa en varias regiones e intentar una centralización del poder revolucionario. Esa búsqueda de una sinergia que pudiera liderar las transformaciones tuvo su punto culminante en el encuentro de Guayaquil entre San Martín y Bolívar. Sabemos poco o nada de lo que ocurrió en esa famosa reunión. Lo cierto es que Bolívar quedó al frente del proyecto revolucionario para poner fin al dominio español en Sudamérica. Pero, el peligro del “contragolpe” de la “Santa Alianza” para la reconquista impulsó a Bolívar y otros líderes a convocar al Congreso de Panamá con el propósito de reunir la máxima cantidad de fuerzas y oponerse a esas pretensiones. Fue la primera iniciativa para evitar la desintegración de las antiguas estructuras y ponerlas al servicio de la emancipación. Era una decisión geopolitica fundacional, genuinamente americana, pero las fuerzas opuestas a este plan, propias de nuestras sociedades, estaban indisolublemente implicadas en los planes hegemónicos. ¿Cómo era el enemigo a derrotar?
Debemos tener en cuenta que el imperio español, durante el período de dominación en América, libró, simultáneamente, numerosas batallas con otras potencias; ocupó territorios en Asia, África, Oceanía y ejerció su hegemonía imperial sobre algunos países de la propia Europa como regiones de Italia, Portugal, Francia, Países Bajos, Oceanía, etcétera, como parte de una geopolitica expansionista, mesiánica, militar y fundamentalmente monopólica y mercantil. Todas estas acciones fueron acompañadas por innumerables triunfos y derrotas; tratados y acuerdos que dieron inicio a guerras, o, por el contrario, lograron establecer períodos de paz mas o menos duraderos. Sorprende la variedad de combinaciones que se produjeron entre las potencias de entonces, en cuanto a quienes eran los aliados y quienes no y como estos podían cambiar de una apoca a otra, siempre por razones geopolíticas. España fue aliada de Inglaterra contra Napoleón y enemiga de Inglaterra en América, donde apoyó la revolución de EEUU y se defendió de los intentos de ocupación de alguna de sus colonias. Por su parte Francia apoyó las guerras independentistas de los americanos, pero lo hizo con claras intenciones de sustituir a las potencias españolas y e inglesa.
La inmensa dimensión del imperio español provocó algo que la historia ha demostrado como componente esencial de estas formaciones socioeconómicas y territoriales: su decadencia, tarde o temprano. Uno a uno todos los imperios han debido resignar su hegemonía y aceptar su desarticulación. Sólo en el siglo XX se produjeron las caídas del Imperio Zarista, el Imperio Chino, el Austro-Húngaro, el Imperio Otomano, la disolución de los imperios coloniales de Inglaterra, Francia, Portugal, España, Japón (en Manchuria), Alemania, Bélgica, etc. Hoy estamos contemplando el declive del Imperio de EE.UU. y su reemplazo por un mundo multipolar y multicéntrico. Pero este tema los veremos en detalle mas adelante.
Las guerras de la independencia americana se inscriben en un escenario de enorme complejidad que no pueden ser explicadas mediante factores o causas exclusivamente endógenas como si se hubiera tratado simplemente de una guerra entre americanos y españoles. O, como afirman algunos, entre Virreinatos, bajo la forma de verdaderas guerras civiles. En cierto modo, esta interpretación posee una parte de verdad. De no haber sido así, no se hubieran incorporado a ambos bandos: criollos, españoles, mestizos, pueblos originarios, etc. Muchos criollos y muchos indígenas pelearon en el bando español y, viceversa, algunos españoles lo hicieron en el bando americano. Estas situaciones tan complejas se observan, por ejemplo, en el papel que los pueblos originarios ocupan en la política actual de algunos países, como el caso de Bolivia, Perú o la misma Argentina.
La inserción en el mundo, posterior de las nuevas naciones independientes, siempre estuvo mediada por sus relaciones con el ámbito exterior que nunca dejo de operar en nuestra tierra. Dejar de ser colonizados no significó la posesión de una emancipación real y completa. En muchos aspectos somos neocolonias, por mucho que le duela a nuestro orgullo y autoestima. En el próximo encuentro voy a ocuparme del Imperio Inglés, luego del francés y su papel de nuestra historia.
Hasta entonces. Buen domingo.