Ñande reko rapyta (Nuestras raíces)

David X

viernes 15 de julio de 2022 | 6:00hs.

El apellido es la mitad del nombre personal, se hereda de los padres –padre o padre y madre-; de este lado del mundo lo usamos a continuación del nombre propio.

A medida que las sociedades crecieron y avanzaron se volvieron necesarios para distinguir a las personas; entonces no eran hereditarios precisamente, sino que estaban determinados por otros factores, en las clases altas fueron inspirados en aspectos desconocidos en la actualidad y en el resto de la sociedad surgieron a partir de nombres propios, oficios, características físicas, toponímicos o nombre de lugares.

Durante la Edad Media se extendió la práctica con carácter voluntario, aunque para su uso se debía contar con la aprobación de algún funcionario feudal, quien imponía el apellido con la consiguiente subjetividad posible.

Por otra parte, las historias de inmigrantes son más que conocidas y bien recibidas en Misiones, han dado vida a incontables libros y permiten que más de un siglo después sigan tan vigentes como interesantes; casi siempre están relatadas como “ejemplos a seguir”, ejemplos de sacrificio, tesón y convicciones que, acunados en las tradiciones que cada uno de ellos trajo en sus arcones, dieron como resultado una vida mejor… que la que tenían en la vieja Europa desgastada y agotada de finales del siglo XIX y/o principios del XX.

A continuación, juntemos ambos conceptos: apellido –  inmigrante.

Y… de vez en cuando, se puede encontrar algún relato que da cuenta de ese maridaje, desde una perspectiva muy nuestra; tal es la historia peculiar de “la familia X” como la definió su autor y rescatista Rolando Kegler. Parece ser que un día encontró un artículo, publicado en este diario en el año 2001 bajo el título de “Elida, nieta de inmigrantes”, y su lectura disparó la curiosidad del autor; su investigación dice más o menos así.

A principios del siglo pasado llegó a Buenos Aires el alemán David Iks, bajó del barco y pasó a engrosar la fila que, obligatoriamente, se debía hacer en la aduana porteña, el equipaje colgado de manos y brazos… Al principio, con el correr de las horas el cansancio hizo que depositara los bártulos en el piso, a medida que avanzaba se repetía el rito de empujarlos con los pies, él y los centenares de personas que estaban en el mismo trámite.

Cuando llegó su turno, exhibió la documentación personal donde constaba su nombre y nacionalidad: David Iks, alemán. Fue el principio de una escena grotesca, como solían ser las que comprendían pronunciación de palabras con más consonantes que vocales, para colmo de males ese apellido significa X en el idioma germano. Como en tantísimos casos, la resolución era práctica… para los funcionarios aduaneros: escribían el nombre o apellido o ambos como se pronunciaba o bien con una palabra parecida, podían inventarles uno nuevo o apelar al de un prócer nacional; el destinatario – en general– no se enteraba ante la barrera idiomática, y cuando lo hacía, habían pasado varios años, en ocasiones si lo percibían lo aceptaban sin más ante la nula posibilidad de reclamos.

Así, David X inició una nueva etapa de su vida en nuestro país, luego se trasladó a Misiones donde formó su familia, sus hijos fueron inscriptos con el apellido X algunos y otros Iks, y así se originaron dos familias con los consiguientes problemas al momento de sucesiones, títulos de propiedad y “ande mais”.

Los detalles de la historia de David los contó una bisnieta llamada Elida, que en esos años vivía en Corpus, ella también con su propia historia de resiliencia a cuestas. Impulsada por las circunstancias, tuvo que trabajar desde muy niña, con  13 años dejó el hogar paterno y con un relato incompleto emprendió su vida incipiente. Las vueltas de la vida hicieron que se instalara en esa ciudad en la década de 1960, donde también -como su bisabuelo- construyó una familia, con Jorge, su esposo, y Paula y Jorgito, sus hijos; sus siete hermanos estaban, por entonces viviendo en Castelli, Chaco.

En el año 1955, uno de ellos, entonces residente misionero, se dirigía desde Alem a Corpus cuando fue detenido por un grupo de militares en un puesto de control montado sobre la ruta. Como se acostumbraba entonces, todos eran sospechosos hasta demostrar lo contrario; le pidieron los documentos y cuando se los entregó fue detenido inmediatamente: al parecer creyeron que les estaba haciendo una broma de mal gusto -peligrosa en esos días- al leer el apellido X; su destino fue un calabozo por varios días, mientras se aclaraba la situación, Elida recordaba claramente la desesperación con que vivieron ese momento y el alivio familiar cuando lo liberaron.

Ella, a su vez, fue blanco del “karma” del apellido cuando se recibió de maestra y debió enviar el título habilitante a Buenos Aires para su autenticación; más ligero que corriendo se lo devolvieron con una nota donde se le aclaraba que no hacían el trámite “con abreviaturas”. Envestida de toda la paciencia que fue capaz, reenvió el certificado con una extensa explicación del origen de ese apellido; finalmente aprobaron la documentación y Elida pudo ejercer como docente. Según agregó, no fue un caso único: en el Consejo de Educación misionero le confiaron el “asunto” de otro colega cuyo apellido era un guion

Los apellidos X e Iks pervivieron, por lo tanto, algún miembro de la familia habrá realizado los trámites necesarios para recuperar su uso legal, contó Elida para concluir su relato.

Las fuentes digitales genealógicas posibles de consultas digitales actualmente sólo registran una media docena de personas con el apellido Iks en nuestro país, ninguna con el apellido X; y parece que la antroponimia tampoco tiene un estudio sobre este tipo de casos -cuando el apellido es solamente una letra, independientemente de las circunstancias de su origen -.

Hay más relatos imperdibles en ‘99 personas + 1 que hicieron historia en Misiones’, tomo I, publicado en 2018.

¡Hasta el próximo viernes!

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