Catorce años no es nada

miércoles 06 de octubre de 2021 | 6:00hs.

La Justicia de nuestro país es impredecible, pero debemos reconocer que los juicios estancados en el limbo del ostracismo, estadio trágico por cierto, si no son archivados por caducos salen a la luz con sentencias firmes. Podrán ser apelados, pero eso es harina de otro costal.

Sucedió con el caso de Romina Picolotti. Tras catorce años  de ser acusada  por defraudar a la administración pública, es decir defraudar al país y a la gente, recibió condena de tres años de prisión en suspenso y la devolución de siete millones de pesos. Romina fue nombrada secretaria de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación en 2006, justo el año en que el izquierdista Frente Amplio en Uruguay, el partido del Pepe Mujica, a través de Tabaré Vázquez gobernaba el país. Tiempo en que construían la planta papelera finlandesa Botnia a orillas del río Uruguay, en Fray Bentos, justo frente a las hermosas playas de Gualeguaychú.

Al ocupar el cargo, Romina, se encargó de falsear la ecología con acusaciones a Uruguay de contaminar con la pastera las aguas del río fronterizo, aunque la planta no estuviera funcionando. Acusaron a los uruguayos de envenenadores, aunque todos los estudios técnicos demostraran lo contrario.  Y hoy, ya casi nadie habla de la papelera Botnia, desde que se probó que nosotros de este lado contaminamos el río más que ellos del otro.

Recordemos que, con la consigna de la no contaminación del viejo río de los pájaros, el conflicto cobró entidad el 25 de mayo de 2006, al concurrir funcionarios nacionales al acto masivo en la cabecera del puente General José de San Martín, construido con la intención de comunicarnos mejor, y escuchar al ex Presidente de los Argentinos proclamar que la gesta de ese día se transformaba en Causa Nacional. De esa manera, al pecado original de la toma de los puentes que impedía el paso normal de los ciudadanos de esta parte del Mercosur, travestido en símbolo de la soberanía ecológica entrerriana, nuestro ex Mandatario Nacional le dio el bautismo permisivo para que los piqueteros locales cerraran y abrieran esa vía de unificación cuando quisieran.
Sin saberlo y sin quererlo el ex Presidente dio vida, si se quiere, a una forma de Golem piquetero made in Argentina.
El Golem, según la leyenda del Medioevo judío de la Europa central, fue como el monstruo creado por Frankenstein, pero esta vez engendrado por el Rabino de Praga, Judá Loew, para proteger el gueto hebreo de los ataques de sus enemigos antisemitas. Hecho de arcilla, carecía de vitalidad, espíritu y razonamiento. Para animarlo, Loew, escribió en su frente la mágica palabra Emet: “verdad” en hebreo. Borrando de esa palabra la primera letra se convierte en “Met”, muerte. Única forma de pararlo o destruirlo.

Tanta fuerza y poder tenía Golem, que un día le pidieron que fuera a buscar agua del río. Fue, buscó y en su desmesura inundó el lugar. Pero hete aquí que, en un sabat, día de guardar, arreció contra los mismos habitantes y casas del gueto destruyendo todo a su paso. Fue cuando intervino el rabino y a duras pena le borró la primera letra. Así el monstruo protector empezó a desintegrarse. Nunca más fue recompuesto, porque la razón les hizo comprender que toda creación ficticia contrariando las leyes y normas establecidas, con el tiempo, se vuelve contra la convivencia civilizada y termina causando daño a la sociedad en generala

La pregunta del momento es: al Golem piquetero de la toma de calles, avenidas, plazas y paseos públicos en nuestra Argentina, ¿quién le borrará la letra “E” de su frente?

Mientras tanto, desde aquel 2006, nuestro país desperdició la gran oportunidad para desarrollar la industria forestal y celulósica, que nuestros hermanos uruguayos supieron muy bien aprovechar, ya que, con más potencial, Argentina produce un millón de toneladas, la misma producción de hace 20 años.

Comparativamente en el país Oriental, Botnia lleva 14 años produciendo más de 1 millón de toneladas. En Conchillas, frente a nuestro delta, Montes del Plata, la empresa chilena que tenía el dilema existencial de levantar su planta celulósica en Concepción de la Sierra o en Santo Tomé, produce otro tanto. Y en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó, a orillas del río Negro, se erige una tercera planta. Entre las tres exportan 5 millones de toneladas y dan trabajo a miles de personas directa e indirectamente. No es todo, la empresa finlandesa UPM (ex Botnia), tomó el compromiso de construir una nueva terminal portuaria, un nuevo Ferrocarril Central y un nuevo sistema de accesos con un viaducto por el contorno de la capital uruguaya, con una inversión de más de 4.000 millones de dólares.

Los uruguayos del Frente Amplio tienen de estandarte lo nacional y popular, pero en cuestiones económicas son pragmáticos, si el pragmatismo beneficia al campo popular. El pragmatismo es la teoría filosófica según la cual el único medio de juzgar la verdad de una doctrina consiste en considerar sus efectos prácticos. Es conceder primacía al valor práctico de las cosas sobre cualquier otro valor. Perón entendió que, para hacer política, hay que tener ideología. “Una idea que funcione como guía y marque el camino, pero esa idea no tiene por qué ser siempre la misma si las circunstancias cambian y los hechos nos hacen pensar que el rumbo debe ser otro. Entonces la concepción pragmática puede virar muy fácilmente hacia un eclecticismo sin rumbo, o peor, dar lugar a que el movimiento sea usado como un simple dispositivo de poder”.

Es lo que está aconteciendo en nuestra Argentina producto de la maldita grieta. Que a su vez genera la tremenda inflación y el triste índice de pobreza del 40,6 % de la población, contra el 11 por ciento de nuestros vecinos orientales. Así seguimos.

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