Personajes populares de Apóstoles

lunes 30 de agosto de 2021 | 6:00hs.

Apóstoles es un pueblo sin mar, un pueblo sin montañas, sin ríos; pero pleno de historias.

Poblado por gente de laburo que vino allende de los mares que trabajo la tierra inhóspita, se relacionó con cierta dificultad con los habitantes del lugar, para ser ese crisol de razas que habita su suelo.

Los comienzos fueron de duras jornadas y muchas necesidades, con el tiempo, el progreso fue marcando su rumbo y la colonia se entremezcló con el pueblo naciente.

La vieja Parada de Colectivos era el lugar de encuentro de los pasajeros que llegaban de los lugares cercanos o de la misma colonia.

Venían a buscar “la provista” en los almacenes de ramos generales en los viejos colectivos de línea, esos que sorteaban caminos sinuosos, llenos de tierra o de barro.

Un sapucay rompía el silencio cuando las lluvias anegaban el camino y el transporte coleaba de barranca en barranca.

Los taxistas estacionaban sus vehículos en la avenida Sarmiento, donde hoy están las glorietas, para ofrecer sus servicios a las personas que arribaban al pueblo.

El asfalto estaba en veremos y era muy común observar la tierra que levantaban los autos con su paso. El pasajero decidía con quién viajar, sin importar la cola estacionada en la calzada.

Un sábado de una mañana cualquiera se encontraron en la plazoleta Chiquito Guimaraez y Patón Rojas. Chiquito siempre andaba por el lugar, con su caja de lustrar zapatos y su portafolio con los números de la lotería.

Patón venía los fines de semana, por que los días restantes trabajaba en la tarefa o en otras changas.

Era cerca del mediodía y se pusieron a charlar, venía caminando el Negro Balmaceda y Chiquito lo abaraja con su latiguillo:

-Negro, ¿tenés fuego?

–Sí, tengo.

–¡Invitame un cigarrillo!

Se acercaba el mediodía y Guima le dice a su amigo:

–Vamos a comer algo en la cantina de la Parada.

Conocedor de las mañas del vendedor de loterías, Rojas le interroga:

-¿Tenés plata?

–¡No soy ningún seco!

Enfilan para la cantina, encuentran de casualidad una mesa desocupada y la pregunta de rigor:

-¿Qué vamos a tomar?

–Un vino -dice Patón.

–Yo quiero una ginebra para asentar el pulso -le dice el otro.

Guima se acerca al mostrador y pide:

–Jefe, una ginebra bien cargada, un tinto, dos bifes encebollados con huevo frito y galleta.

Cuando Vallejos les acercó los platos del almuerzo, Patón ya había bajado casi la mitad de la botella y Chiquito seguía con sed.

–Che, Patón, vamos a comer bife con lágrimas.

-¿Cómo con lágrimas?

–¿No viste los ojos de Vallejos, llenos de lágrimas por la cebolla?

Entre carcajadas siguieron tomando, se fue el colectivo de las 13 a Garruchos y también el Crucero de las 14.30 a Santo Tomé.

En un momento de lucidez, Patón se levanta y dice:

–Me voy un rato al rancho.

Chiquito se quedó merodeando la zona para tirarse más tarde en alguna vereda con sombra.

Estos personajes populares existen en todos los poblados, existen incluso hoy, aunque pasan más desapercibidos, porque todos estamos ocupados en algo que creemos que es urgente y tal vez, no lo sea.

En aquellos tiempos la gente se encontraba, charlaba personalmente y tenía tiempo suficiente para compartir una conversación amena, sin la preocupación del horario del banco, del cierre de los negocios, o de los grupos de WhatsApp.

Los avances tecnológicos han cambiado la vida de la humanidad, es una discusión sin sentido, pensar que los viejos tiempos son mejores que estos, el relato pretende solamente hacer un poco de historia de las viejas costumbres.

-Negro, ¿tenés fuego?

–Sí, tengo.

–¡Invitame un cigarrillo!

Publicado en ideasdelnorte.com.ar

Por Ramón Claudio Chávez
Ex juez federal

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