Los trotskos en la Argentina

miércoles 25 de noviembre de 2020 | 5:01hs.

El viernes 22de noviembre de 1963, cayó asesinado el presidente de los Estados Unidos John Fitzgeral Kennedy. En 1960, al asumir la presidencia de la Nación, dejó esta frase para la posteridad que se hizo inmortal: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país”.

Un año antes de su muerte, el 23 octubre de 1962, el presidente Kennedy firmó la proclamación que autorizaba la cuarentena y el cerco naval alrededor de Cuba en medio de lo que mundialmente se conoceríacomo la Crisis de los Misiles. Fue la más grave en tiempos de la guerra fría, que llevó al mundo al borde de una conflagración atómica. En un mensaje televisado, explicó al mundo la delicada situación que estaba viviendo el país, por las operaciones del ejército soviético en la isla de Cuba.

Aviones espías descubrieron misiles soviéticos apuntando al país del norte y como respuesta, el presidente Kennedy ordenó el despliegue de la poderosa flota de mar y dio ultimátum para que el gobierno castrista desmantelara el arsenal bélico.

El asentamiento de los misiles tenía dos objetivos: ayudar a la defensa de Cuba contra otros intentos de invasión a la isla caribeña y otorgarle respaldo de fuerza al proyecto ofensivo de los rusos de exportar la revolución marxista a los países latinoamericanos.

La presión y la firmeza de los yanquis terminaron a los pocos días de su comienzo con el pacto acordado entre las dos potencias en pugna, y a espalda del gobierno cubano. Tal pacto proponía el desmantelamiento de los misiles y la promesa de Estados Unidos de no invadir la isla. Los cubanos fueron simples convidados de piedra en la mesa de negociaciones. Se enteraron de los términos del acuerdo soviético-norteamericano mediante un informe enviado por Nikita Kruschev a los jerarcas cubanos.

De esta manera, el archipiélago caribeño, como cruel paradoja geográfica, quedaría aislada del mundo occidental, liberada a su suerte y disminuido en su quimera idea de expansión continental. A cambio, los movimientos revolucionarios de cada país, de allí en más, se encontrarían debilitados y sujetos su accionar a la impronta solitaria y foquista de sus ideólogos locales.

Ernesto “Che” Guevara, enfurecido, criticó duramente la actitud de los soviéticos por considerarla de cobarde claudicación, en un artículo escrito que muy bien se trató de ocultar y recién se diera a conocer sin mucha publicidad después de su muerte. Muchos todavía lo ignoran y otros se hicieron los ignorantes.

Decía: “Es el ejemplo escalofriante de un pueblo que está dispuesto a inmolarse atómicamente para que sus cenizas sirvan de cimiento a sociedades nuevas y que cuando se hace, sin consultarlo, un pacto por el cual se retiran los cohetes atómicos, no suspira de alivio, no da gracias por la tregua; salta a la palestra para dar su voz propia y única, su posición combatiente, propia y única, y más lejos, su decisión de lucha, aunque fuera solo”.

 Los expertos políticos analizaron, que esa fue la razón que hiciera que el Che se inclinara por el comunismo de Mao, contrario al pensamiento de Fidel Castro, quien se mantuvo fiel al comunismo soviético. La relación de ambos, decían, empezó a resquebrajarse y terminaría cuando uno de ellos fagocitara al otro, pues las diferencias ideológicas surgidas entre ellos eran profundas y sin marcha atrás. El Che coincidía con Mao en que la desestalinización en la Unión Soviética lo convertía en un régimen socialista amorfo, fascista puertas adentro, dominados por una nueva burocracia aburguesada, e imperialista en la política externa que subyugaba a los países satélites. Y la burocracia, según el pensamiento del Che, carcomería al régimen cubano.

¿Ese fue el origen que lo impulsó a llevar personalmente la revolución a otros países, que terminaría con su inmolación el 8 de octubre de 1967 en Bolivia?

León Trotski -Lev Davídovich Bronstein su verdadero nombre de origen judío- fue uno de los organizadores en 1917 de la Revolución de Octubre en Rusia, que permitió a los bolcheviques tomar el poder en ese país. Desempeñó el cargo de comisario de asuntos militares y fue el responsable de la creación del Ejército Rojo y de la negociación del retiro de Rusia de la Primera Guerra Mundial. Enfrentado política e ideológicamente a José Stalín –Iosep Vissariónovich Dzhugashvil- se tuvo que exiliar a México, donde creó y lideró el movimiento internacional de izquierda revolucionaria identificado con el nombre de trotskismo, caracterizado por la idea de la “revolución permanente”. En el país azteca murió asesinado por Ramón Mercader, un agente secreto de la KGB soviética, por orden de Stalin. Su muerte es el típico caso de felonía y traición, pues Mercader se hizo amigo de Trotski y simpatizante de sus ideas. Pero una tarde, por la espalda, le clavó arteramente una piqueta en el cráneo. Preso, Mercader fue liberado en 1960 y la URSS le otorgó la condecoración de héroe de la Unión Soviética.

En nuestra Argentina presente vemos los estandartes de los muchachos del PO, y las agrupaciones afines, enarbolar los paños en sus manifestaciones por las calles de Buenos Aires con el rostro del Che Guevara, el líder que dijo con firmeza inclinarse por el comunismo chino de Mao y no del stalinismo soviético. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como sistema, se desintegró en 1989, al caer el muro de Berlín. Y actualmente, el gobierno chino se desenvuelve en una rara mezcla práctica de socialismo capitalista. Entonces, se debe deducir que los adeptos de la extrema izquierda en Argentina enarbolan, quizás, banderas de una tercera posición. Entonces, su misión, es aclarar para desasnarnos.

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