Virtudes de la asistencia estatal

lunes 12 de noviembre de 2018 | 6:00hs.
La prosperidad de un pueblo se alimenta de la fortaleza física e intelectual de sus componentes.
Estos logros son las consecuencias directas del deseo de alcanzar ciertos objetivos, a partir del momento que lo transformamos en acción. Gracias a la aplicación del esfuerzo físico e intelectual, lo que hasta ese momento era algo abstracto, progresivamente lo vamos convirtiendo en elementos tangible.
La calidad de los logros que se obtienen después de cada acción, tienen relación directa con lo que encierra cada persona en términos cualitativos, y que están determinadas por la cantidad de conocimientos y energía que acumulan cada una de ellas en su interior. En función de esto, podemos afirmar que si hay progreso individual en un amplio espectro de la sociedad, por carácter transitivo también habrá progreso en el terreno colectivo. Una forma que se puede sostener este precepto en la mayor amplitud posible, es que los gobiernos se preocupen siempre en asegurar a sus gobernados una calidad de vida aceptable, sobre todo en lo que hace a la alimentación, cuidado de la salud y calidad educativa. Sin embargo, existe un abultado número de familias que son desafortunadas en ese aspecto.
Es por eso que los gobernantes deben actuar decididamente sobre el problema, no sólo para evitar que se agudice su presencia, sino para llevar a valores mínimos la cantidad de individuos que lo padecen.
En ese espacio social, las dificultades se hacen presente de manera muy variada, y afectan a sus componentes en formas diferentes. Entre esos obstáculos, el más relevante es el que se vinculado con la alimentación inadecuada e insuficiente que reciben los niños desde el mismo inicio de sus vidas. El déficit que padecen sus cuerpos en cuanto a la ingesta de nutrientes que requiere todo ser humano, inevitablemente los convierten en seres débiles para el aprendizaje, y para toda acción que demande un esfuerzo físico extra para alcanzar un determinado fin.
A menudo los administradores de Estado tratan de solucionar de manera parcial el problema de esas familias, otorgándoles algunos planes u otros beneficios de carácter social. Hay gobernantes que se ocupan del tema con mucha dedicación, mientras que por una cuestión ideológica, hay otros que le dedican una mínima atención al problema. En ocasiones, estos últimos para justificar sus flacas actitudes, se embarcan en campañas destinadas a que el resto de la sociedad rechace y considere injusto esa clase de ayuda. No hay que alimentar a vagos, es lo que se escucha con mucha fuerza en boca de aquellos donde el mensaje prendió exitosamente. Seguramente que entre los que reciben esos beneficios puede haber un 10% que quizás le quede bien ese calificativo. Pero tengan la seguridad que la mayoría lo aprovecha muy bien mejorando la cantidad y calidad de los alimentos que les dan a sus hijos.
De alguna forma u otra lo que hace esa ayuda, es contribuir en la generación de individuos más fuertes y sanos. Una particularidad que incuestionablemente, mejora las probabilidades de que, cuando esos infantes se conviertan en adultos, obtengan por sí solos lo que necesitan para criar de manera adecuada a sus hijos, y ya no dependan de planes u otra clase de asistencia estatal.
Si no se entiende eso, y no se consigue que por lo menos una parte de esa franja social obtenga una movilidad ascendente en su calidad de vida, entonces tendremos que acostumbrarnos a ver en el futuro, más personas viviendo del aporte estatal, o librados a su suerte en medio de la miseria.

Ramón Alegre Escritor y periodista

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