Una calle inclusiva
sábado 13 de octubre de 2018 | 3:00hs.
Urbina pidió mejoras en las veredas.
Por Silvia Godoy sociedad@elterritorio.com.ar
Desde 1965, cada 15 de octubre se conmemora el Día Mundial del Bastón
Blanco, para sensibilizar sobre la inclusión y la autonomía de las
personas ciegas y con baja visión, objetivos que demandan un compromiso
hacia una ciudad libre de barreras y un acompañamiento del resto de la
sociedad para un desplazamiento seguro.
En este marco, ayer en esta capital se realizó la jornada de
concientización y reflexión para lograr empatía y actitudes de
solidaridad y colaboración con las personas con discapacidad visual.
La metodología fue la de “ponerse en los zapatos del otro”. Para ello,
se armó un circuito en el que los participantes debieron caminar con los
ojos vendados y con un bastón blanco y ayudados por un voluntario. De
esta forma, quien se dejaba guiar sin ver pudo experimentar lo que
siente en la calle un ciego y así tomar conciencia de los problemas para
circular, mientras que el acompañante aprendió a ayudar a transitar a
alguien que tiene un bastón blanco.
La propuesta fue del Centro de Rehabilitación del Ciego Santa Rosa de
Lima y del Instituto Taller para no Videntes Santos Mártires con la
colaboración de la Dirección de Discapacidad municipal, del Colegio San
Basilio Magno y la Escuela 1 Félix de Azara.
Por la mañana, las acciones se hicieron en la plaza 9 de Julio y por la
tarde en la plaza San Martín con la finalidad de promover una calle
inclusiva.
Luis Viarengo, director del Centro de Rehabilitación del Ciego, señaló a
El Territorio que “esta jornada para nosotros es una celebración porque
el bastón blanco es un símbolo de independencia, de igualdad de
oportunidades e inclusión es un espacio para reflexionar sobre lo que
falta por hacer para que esta inclusión sea completa y para que la
comunidad pueda ver el trabajo que llevamos adelante y puedan aprender
sobre cómo ayudar a una persona que lleva un bastón”.
Enseñó que el bastón blanco es usado por los ciegos, mientras el verde
por las personas con baja visión. A fines del año pasado, se incorporó
un bastón blanco con franjas rojas para las personas sordociegas.
“La comunidad es solidaria, nosotros promovemos que las personas con
bastón no crucen solas la calle, que siempre alguien ayude. Todos
queremos ayudar, a veces por miedo o desconocimiento alguien se puede
frenar, entonces lo que debe saber es que sólo tiene que acercarse
hablar, darle el hombro para que la persona ciega apoye la mano, el guía
siempre debe ir adelante, porque así le anticipa los movimientos a
quien lleva el bastón. Hay que preguntar y escuchar, la persona ciega
indicará lo que necesita”, explicó.
Los estudiantes del último año del San Basilio se sumaron al desafío de
la empatía y, en parejas, se dispusieron a andar la ciudad tal como lo
hacen las personas con ceguera, en distintos grados.
Los profesores del Centro del Ciego y del Instituto Taller coordinaron
los ejercicios: “Cada uno lleva una venda o unos anteojos que
distorsionan la visión y un bastón y el compañero aprende a guiarlo,
siempre debe dar órdenes sencillas como a la derecha, a la izquierda, ir
en línea recta; de esta forma facilita la orientación”, dijeron los
docentes.
En esta ocasión, la práctica se rediseñó para direccionarla hacia el reconocimiento de las barreras para el desplazamiento.
“Hay muchas barreras que quizás uno, sin darse cuenta, ayuda a que
estén, como estacionar los vehículos obstruyendo la vereda o motos o
bicicletas sobre las paredes, poniendo cartelería o mesas afuera en toda
la vereda, también las veredas en malas condiciones son un peligro para
la integridad de la persona que se desplaza con bastón”, dijo Graciela
Suárez, directora del Instituto Taller para No Videntes.
El equipo docente comparó que en ediciones anteriores, en las salidas
hacia la comunidad, se encontraron con varios obstáculos en la calle y
que surgían sobre la marcha. A enumerar, toldos de comercios muy bajos,
aire acondicionados, postes, cestos de basura, carteles y pizarras,
mesas de bares, puestos ambulantes, ventanas y puertas abiertas hacia
afuera.
“Todo esto nos llevó a resignificar la experiencia de hoy, para que las
personas que participan de los ejercicios puedan entender lo difícil que
es caminar para un ciego con tantos obstáculos”.
En este sentido, Viarengo expresó que “se avanzó mucho en la
sensibilización, pero falta. En realidad es un trabajo que hay que
hacerlo siempre, ir educándonos entre todos para tener una ciudad
amigable con los discapacitados, con las mamás con changuitos, con los
ancianos, con las personas con discapacidad motriz”.
Superación y pedido
Luis Ángel Urbina tenía 50 años cuando comenzó con problemas de visión
que evolucionaron a una ceguera total. “En 2009 empecé a tener problemas
para ver, perdí la retina del lado derecho, me operaron dos veces en
Buenos Aires pero no pude recuperar la visión y en 2013 quedé ciego del
ojo del lado izquierdo. Ahí quedé totalmente ciego y me angustié mucho,
tuve que dejar de trabajar, pensé que nunca más iba a poder hacerme un
mate por mi cuenta o salir a la calle, ir al mercado”.
Ante esa desesperanza, su esposa lo acompañó al Centro del Ciego. “Es
maravilloso el trabajo que hacen ahí, me devolvieron la vida, puedo
salir sólo con mi bastón, en estos años aprendí muchísimo y es todo
gratuito para que todos puedan tener acceso si les pasa, porque a
cualquiera le puede pasar, yo veía normal y un día dejé de ver”.
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