Trump y los mentirólogos

domingo 13 de noviembre de 2016 | 6:00hs.

Cada cuatro años en los Estados Unidos se juega el Mundial de las Elecciones Presidenciales. Los tipos votan un martes, que es día laborable como cualquiera. No hay veda ni ley seca y para colmo votan si quieren y si no quieren no votan. Lo curioso es que la cobertura de los canales de televisión era calcada a la de aquí: los candidatos que van a votar, en el momento de votar y después de votar dicen las mismas generalidades que dijeron en la elección anterior, y en la anterior, y en la anterior… Y en los estudios de las emisoras se instalan unos panelistas profesionales que tiran verdura, fruta, melones, sandías y todo lo que tienen en la alacena. Chantas de cuarta que han conseguido patente de panelistas porque hablan de corrido y con palabras altisonantes, pero huecas.
La curiosidad de periodista me puso frente al televisor el martes a la noche, pero al rato me venció el aburrimiento y me fui a dormir. En los canales norteamericanos unos viejos gordos contestaban preguntas de otros más jóvenes y más flacos pero igual de mentirosos. En los canales argentinos los expertólogos locales explicaban por qué iba a ganar Hillary Clinton. Todos daban por descontado que la Florida, con 27 electores, era muy importante y que la señora de Bill Clinton  ganaría en los estados más poblados y más progresistas de las costas Este y Oeste y también en Texas. La revista Newsweek imprimió 125.000 ejemplares con el título MADAM PRESIDENT y la cara de doña Hillary en la tapa; consiguieron rescatar casi todos los que salieron a la venta, pero no todos y hoy se vende por internet a 800 dólares cada copia del furcio para coleccionar. Era indiscutible que después del primer negro llegaba la primera mujer a la presidencia de los Estados Unidos y también que no era una buena candidata pero la ayudaba enormemente la insoportable impresentabilidad de Donald Trump, a quien no votaban ni los gerifaltes de su mismo partido.
Tranquilo me fui a dormir porque el mundo estaría a salvo del troglodita que presentaban los medios. Hasta escribí en Twitter a modo de apuesta que ganaría por diez puntos y tengo que confesar que pensaba en diez puntos porcentuales y no en diez electores. Hillary Clinton sacó 200.000 votos más que Donald Trump, pero eso en los Estados Unidos no importa porque aunque sean 30 millones gana el que consigue más electores, y da lo mismo porque para quedarse con todos los electores de cada estado es igual ganar por apenas un voto que por walk-over. No gana el que gana en California, Texas o Florida sino el que consigue llegar a los 270 electores, que es la suma de la mitad más uno de los 538 electores totales (aviso a los más jóvenes que nuestro sistema era igual hasta la reforma constitucional de 1994).
El miércoles a la mañana el mapa de Florida aparecía rojo furioso –el color del partido Republicano– en los gráficos de la televisión. Y no solo el de Florida, Trump se había alzado con la elección y era el nuevo Presidente Electo de los Estados Unidos. Lo gracioso es que los mismos caraduras que el día anterior aseguraban que ganaba Hillary Clinton explicaban ahora por qué había ganado Donald Trump. Un diario de Nueva York tituló OH MY GOD! y la revista alemana Der Spiegel mandó DAS ENDE DER WELT (el fin de los tiempos). Por las dudas Barak Obama tuvo que decir que mañana el sol saldrá de nuevo y recibió sin más drama (hola Cristina) al cavernícola convertido en el Señor Presidente Electo de los Estados Unidos de América.
En este párrafo me encantaría recibirme de mentirólogo y explicarle, yo también, por qué ganó Trump. Para parecer más creíble podría pronunciar Tromp, como los bilingües  que pueblan la pantalla de la CNN en español. Y si me hago el cubano podría curtir Tlomp. O podría tirar verdura y fruta como hacen los mentirólogos argentinos, pronunciar Flórida y no Florida y hasta explicar qué nos va a pasar de ahora en adelante y cómo es que el mundo empezó a derivar hacia el lado oscuro del péndulo… pero no me animo.
Lo único que se me ocurre ahora es lo mismo que se me ocurre cada vez que hay elecciones de presidente, en los Estados Unidos o en Madagascar: gane quien gane los que mandan son siempre los mismos… los mismos que le pagan el sueldo a los mentirólogos.

Por Gonzalo Peltzer
gpeltzer@elterritorio.com.ar