El maestro Bravo

martes 01 de septiembre de 2009 | 0:00hs.
¿Quién no recuerda aquella delantera del Racing  Club primer tricampeón del fútbol argentino 1949-50-51?
Salvini, Méndez, Bravo, Simes y Sued. Los albicelestes  se enloquecieron con su juego y a fines de 1945 pagaron por él una cifra importante para la época a Rosario Central  donde había conquistado 44 goles desde su debut en los canallas.
Rápidamente se convirtió en ídolo de los racinguistas por su capacidad para manejar el centro del ataque con gran maestría y depositar en las redes adversarias goles que aún recuerdan los aficionados.
Eximio cabeceador, físico privilegiado, gran categoría para encontrarse en el salto con la pelota en el momento justo para impactar los centros de Salvini por la derecha o de Sued por izquierda.
Jugó en la selección argentina en 1951 en aquel historico encuentro en Wembley, en el que se consagrara el “león” Rugilo arquero de Vélez, pero sufrió una lesión que lo alejó un tiempo de los campos de juego.
Pasó a préstamo al Botafogo de Río de Janeiro, luego al Palestino de Chile, hasta que Yiyo Carniglia, un técnico de excepción, lo lleva al fútbol francés donde debutó en el Niza en 1954.
Después de algunas idas y venidas se afianzó en el fútbol galo, que también lo idolatró hasta su retiro definitivo con más de 40 años. Antes había pasado por el Roubaix donde su prestigio siguió intacto.
Jugador de carácter fuerte, disciplinado, atlético, en el club de Avellaneda anotó 88 goles, comandó como nadie la delantera y fuera de la cancha también fue vocero de sus compañeros que veían en él al referente natural por su liderazgo al frente del grupo, como en 1948 durante la recordada huelga de profesionales en nuestro país.
Luego de dejar la práctica activa del fútbol, ejerció la profesión de director técnico en varios clubes de la Argentina, la selección juvenil y logró su mayor suceso como entrenador al lograr ascender al Mónaco, equipo del principado que participaba en la segunda división del fútbol francés.
En 1970 fue ayudante de campo de Juan José Pizutti, su compañero de tardes de gloria, dirigiendo a la selección argentina.
Su corazón lo traicionó una tarde mientras entrenaba a Talleres de Córdoba en una gira por Centroamérica.
Durante un Congreso de técnicos hace algunos años en Buenos Aires, tuve la oportunidad de dialogar con Aimé Jacquet , entrenador campeón mundial con Francia en 1998, y al nombrarlo a Rubén Bravo, dejó esta impresión: “El mejor jugador argentino que pisó los campos del fútbol francés”.