Las maldiciones más temidas de la historia

lunes 15 de abril de 2019 | 5:00hs.
Las maldiciones más temidas de la historia
Las maldiciones más temidas de la historia
La maldición de Tutankamón.
“La muerte golpeará con su tridente a aquel que turbe el reposo del faraón”. Estas palabras fueron encontradas en la antecámara de la tumba de Tutankamón, clara amenaza a quien profanara su lugar de descanso eterno. Howard Carter y Lord Carnarvon abrieron la tumba en 1923 sin hacer caso al mensaje. Coincidencia -o no- Carnarvon falleció dos meses después por envenenamiento en la sangre, consecuencia de una picadura de mosquito. Otras personas que participaron de la excavación también murieron abruptamente: Arthur Mace murió en El Cairo sin explicación médica y Sir Douglas Reid se enfermó y regresó a Suiza, donde falleció dos meses después.

La venganza de Moctezuma.
Moctezuma Xocoyotzin era el emperador de Tenochtitlán (Ciudad de México) cuando los españoles llegaron. La causa de su muerte todavía no es completamente aclarada, pero se cuenta que el líder juró venganza y que regresaría generación tras generación para proporcionar un mal muy incómodo a todo extranjero que pise su antiguo imperio: enfermedades intestinales. El dolor abdominal, diarrea, náuseas y fiebre son males a los cuales cualquier turista está expuesto por el cambio alimenticio. Pero, aun así, la leyenda de la venganza es muy conocida en México.

La maldición del diamante Hope.
El diamante Hope es una piedra azul marino de 45 quilates que se rumorea va acompañada de una maldición. La piedra adornaba el tercer ojo de la diosa Sita, en la India. Un sacerdote lo habría robado y pagó con la vida. Un comerciante francés lo vendió a Luis XIV, rey de Francia, y la leyenda dice que el vendedor fue devorado por una manada de perros salvajes y Luis XIV y María Antonieta fueron decapitados durante la Revolución Francesa. Henry Thomas Hope compró la piedra en 1839 y, después de su muerte, el diamante pasó por varios dueños que vivieron tragedias: divorcios, locuras, adicciones o pobreza. La maldición se rompió cuando Henry Winston donó el diamante Hope al Instituto Smithsoniano.