Crucero Belgrano, el infierno de Malvinas: "Muchos llegaron sin piel, quemados totalmente"

jueves 02 de mayo de 2019 | 8:30hs.
Crucero Belgrano, el infierno de Malvinas: "Muchos llegaron sin piel, quemados totalmente"
Crucero Belgrano, el infierno de Malvinas: "Muchos llegaron sin piel, quemados totalmente"
Por Mauro Parrotta
redaccion@territoriodigital.com

Eran 170 enfermeras de todo el país que atendieron a cientos de heridos y quemados tras el hundimiento del Crucero Belgrano, en la madrugada del 2 de mayo de 1982, fecha clave en la Guerra de Malvinas. Entre esas casi 200 mujeres profesionales que por tres días esperaron la llegada de los soldados argentinos, estaba la misionera Elsa Rodas, nacida en Campo Viera pero que continuó su vida junto a su familia en la capital misionera.

Elsa Rodas era una joven de 24 años, que hacía cinco se había recibido como enfermera en el sanatorio Nosiglia (era la escuela de enfermería por entonces). "El día 4 nos mostraron una película, vías positivas de la Segunda Guerra Mundial para que sepamos a qué nos íbamos a enfrentar... nuestros jefes nos anticipaban que quedaríamos shockeadas....", recordó Elsa en el diálogo tan fuerte como descriptivo que mantuvo con El Territorio. Tan real, que pareció ubicarse en la sala grande del Hospital Naval de Puerto Belgrano  (provincia de Buenos Aires), que fue el Centro de Operaciones de la Guerra de Malvinas, la guerra desigual entre Inglaterra y Argentina.

Elsa había llegado al Hospital Naval dos años antes (diciembre 1980), "porque la Armada estaba llamando a los interesados", dijo y refrescando la memoria aseguró que "nunca escuchamos nada de alguna posibilidad de la guerra, nos enteramos el mismo 2 de abril, cuando nos informan que tropas argentinas habían desembarcado en Malvinas y hubo un enfrentamiento que dejó un muerto y un herido...".
Después de esa bienvenida, los días de guardia se fueron juntando con los de franco, con los de descanso, ya todo había cambiado, sobre todo, cuando empezaron a ver sus héroes rogando por ayuda, para que no quedaran solos.

Y después de esa bienvenida, "pasaron 15 a 20 días que no llegaron más heridos porque fue la toma de la casa del Gobernador en Malvinas y a partir de ahí hubo un alto al fuego porque habían caído prisioneros los que ya estaban y venían los marinos desde Gran Bretaña".
La enfermera misionera recuerda todo. Y quizás por eso no le encuentra explicación a porqué tantos años de silencio, de no contar la tarea realizada, la tarea de socorrer a los "valientes".

Entre el primero y dos de mayo la Guerra de Malvinas empieza a tomar color británico.  El 2 de mayo de 1982 fue atacado y hundido por dos torpedos disparados por el submarino británico HMS Conqueror, muriendo 323 de sus 1.093 tripulantes en ese momento.

"Nos enteramos el mismo 2 de mayo que habían hundido al glorioso Crucero Belgrano. Nuestro Hospital Naval no tenía sala de quemados. Ese 2 de mayo, aqrededor de las 7 de la tarde, nos hacen saber a través del suboficial de enfermeros que nuestro hospital iba a recibir a grandes cantidades de quemados. Nos tuvimos que organizar y empezamos a evacuar las salas de maternidad, de ginecología, de pediatría, de neonatología... todos esos pacientes fueron al hospital de Punta Alta, al hospital civil. 

"A medida que se iban evacuando esas salas personal de maestranza, iba limpiando, baldeando y nosotras por detrás íbamos colocando las camas, los pies de suero, preparando todo para recibir a los quemados. El 2 a la noche lo que tuvimos que hacer, después, es esterilizar todo ese lugar".
El día 3 todavía no tenían pacientes. El día 4 empezaron a instruirse "porque no teníamos experiencia en grandes quemados, nos informaban que había soldados con el cuerpo totalmente quemado. Y se hicieron prácticas. Nos instruyeron, nos mostraron todo el tiempo qué era lo que podíamos nosotras llegar a ver".

El día 5 tampoco llegaban los pacientes. Y la demora respondía a algo sencillamente tan obvio como catastrófico. "No llegaban porque los estaban buscando en el agua, había mucnos soldados perdidos fue así, en esas condiciones se convirtió el Crucero. Ese día, el 5 de mayo a la tarde, empezaron a llegar. Y el primer impacto fue verlos, y siempre nos acordamos de nuestros superiores, que nos anticiparon que quedaríamos en shock, pero que no nos olvidemos de lo que teníamos que hacer".

"Eran quemados de distintos tipos, uno por las frías aguas del Atlántico Sur, quemados por fuego, quemados por vapor y quemados por el combustible...., porque muchos nadaron en ese mar de fuego...", recordó Elsa, recreando al Crucero, a su tripulación viviendo un verdadero infierno tras los torpedos del submarino inglés.
Así fueron rescatados por las balsas. Y así fueron llegando al Hospital Naval. "Muchos temblando de frío porque para todo ser vivo la mejor ropa es la piel de cada uno... y ellos fueron llegando prácticamente sin piel".

Rodas no olvida detalle alguno y entre eso que no olvida, está el detalle en que a la hora de limpiar a los pacientes con cepillos de cerda, "había pacientes con restos de petroleo, restos de piel quemada... y todo eso rápido porque había cientos de pacientes en esas condiciones. Y todo eso mientras se sucedían los gritos de dolor, de desesperación".
"Nosotros, todo el batallón del hospital trabajó en todo, así fue que trabajamos hasta diciembre de ese año, que fue cuando se fueron de alta con los borcegos puestos, ningún paciente quemado falleció en el hospital Naval", dijo con el orgullo y la felicidad como estar viendo en ese mismo momento al último en abandonar esa sala en donde estuvieron siete meses.

A buscarse, a encontrarse
De esas 170 enfermeras, aproximadamente, que se desempeñaron en el Hospital Naval, actualmente son 130 las que se encuentran en cada ocasión que se les presenta.
Elsa no le encuentra explicación del porqué durante 30 años se quedó callada, al igual que las demás. "No hablábamos", dijo y entiende, claro, que por ética no era para andar por la vida contando lo que sucedió dentro de ese hospital militar, en tiempos de guerra, "pero desde que les conté a mis sobrinos lo que fue la guerra, porque estaban preparando un trabajo para la escuela, es como que me hice un lugarcito y empecé a a sacar esas gazas húmedas que tenía guardadas tantos años, empecé a contar mi historia".

"Me empezaron a convocar, a los colegios, a las escuelas de enfermerías, a unidades militarse y a un Instituto de Historia de Corrientes", cuenta Elsa, que evidentemente abrió otro capítulo de su vida contando, simplemente, lo que había visto en el Sur argentino cuando empezaron a llegar los soldados malheridos, quemados".
Pero no sólo los heridos del Crucero atendieron. Elsa y sus compañeras también debieron curar a pacientes con heridas de ametralladoras, con esquirlas, "ahí conocimos lo que eran las esquirlas... esos soldados estaban en otras salas y nosotras necesitábamos salir a otros lugares porque después de 12 horas de respirar el olor a carne humana quemada se tornaba imposible de aguantar y eso que teníamos puestos barbijos, gorros, guantes, todo como debía ser".

El dolor fantasma
Abandonar la sala de los quemados significaba ir a las salas de los pacientes que ya estaban asistidos, amputados, contenidos. Y allí, Elsa, supo de otro regalo de la guerra. "Ahí conocimos el dolor fantasma, que no era otra cosa que cuando el paciente te pedía que les rascara el talón cuando no tenía las piernas, por ejemplo. O nos pedían por favor que les rascaran los codos y no tenían los brazos".
"Uno tuvo que aprender a lidiar con eso y en algún momento sí, tuve que ver fallecer a algunos soldados que no eran mis pacientes en forma directa, Ahí nació nuestra promesa, de no olvidarnos jamás, a pesar de apretarles las manos sabíamos que estaban solos".

Ayuda humanitaria
Elsa Rodas cumple desde hace 30 años con una ayuda humanitaria que también nació estando asistiendo a los pacientes. "Les dábamos lápices para que escriban cartas y les decíamos que nosotras se las daríamos a sus padres, pero ellos nos decían que no sabían escribir..., eso me me marcó y por eso cumplo con la ayuda en las escuelas de las aldeas mbya a las que llevo útiles, libros, comida y les cuento sobre estos soldados".

Elsa se contenta de que no exista otra guerra por Malvinas. Y agradece de haberlos conocido, a sus pacientes valientes y respira profundo al saber que ya no son tan invisibles, desde que se decidieron a contar su experiencia.