‘Cholita’ Montórfano: “Yo era el refugio de toda la gente, para mí no existían los feriados”

martes 11 de diciembre de 2018 | 6:00hs.
‘Cholita’ Montórfano: “Yo era el refugio de toda la gente, para mí no existían los feriados”
‘Cholita’ Montórfano: “Yo era el refugio de toda la gente, para mí no existían los feriados”
Victoria Bergunker

Por Victoria Bergunker interior@elterritorio.com.ar

Rosa Felicidad ‘Cholita’ Montórfano hoy tiene 91 años y fue la primera enfermera -y durante años la única- en el Centro de Atención Primaria de la Salud (Caps) de Panambí diseñado por el reconocido arquitecto Clorindo Testa. Con una sonrisa y la calidez de una abuela, respondió cada una de las preguntas, en el living de su casa, en Posadas.

Oriunda del Paraguay, la asuncena llegó a Misiones luego de que falleciera su madre. Aquí realizó su carrera de Enfermería en la Universidad Sarmiento y sus primeras prácticas las hizo en la Cruz Roja y en el hospital Ramón Madariaga de la capital misionera. Con 28 años y bastante experiencia, partió a la localidad de Panambí a mediados de la década del 50, en el marco del proceso de provincialización de Misiones. 


Hace poco menos de un mes, El Territorio dio a conocer el hallazgo de la obra que abre camino a la revalorización del patrimonio. El centro sanitario a orillas del río Uruguay, en la frontera con Brasil, fue una de las piezas arquitectónicas de un Testa que todavía no había alcanzado el reconocimiento internacional.
En este sentido, Cholita comentó: “Un día abrí el diario y vi la noticia. Entonces le dije a mi hija que vive conmigo: ‘Yo fui la primera enfermera que ingresó en el edificio’”. 

En aquél momento le habían dado a elegir trasladarse a trabajar en Alba Posse, Bernardo de Irigoyen o Panambí. “Yo miré en el mapa y Panambí era lo más cerca… nunca había salido de Posadas”, dijo. Decidida y sin miedos, emprendió viaje hacia la nueva experiencia. Al llegar se encontró con una casita de madera que no tenía luz ni baño y para beber agua había que caminar hasta el arroyo. “Antes que yo hubo otra enfermera ahí pero no aguantó, todo era muy precario y desierto”, recordó. 

Unos años después se construyó el nuevo edificio, a fines de la década del 50. A partir de ese momento hubo más comodidades, pero ella siguió siendo la única enfermera del pueblo; de hecho comentó que ni Gendarmería ni la Policía contaban con el servicio de Enfermería. “Yo era el refugio de toda la gente, para mí no había feriados, ni domingos ni Viernes Santo”. 

Vocación nata

Aunque Cholita todo lo hacía con amor, el trabajo que realizaba cada día no era fácil. Si bien había un médico, iba una vez por semana si no llovía, ya que el camino de tierra cuando había temporales impedía el tránsito.

Entre tareas administrativas y curativas, muchas veces se veía envuelta en situaciones poco agradables. “A la única que recurrían era a mí, yo tenía que resolver todo, a veces se peleaban con machetes y llegaban heridos a mitad de la noche, yo con mi lamparita les suturaba la herida y les dejaba internados. También llegaban mordidos por víboras”.

Para este último caso, no habían antídotos en la “salita”, como ella la llama, entonces debía cruzar el río en canoa hasta la localidad brasileña de Vera Cruz, donde disponían de una farmacia. 

Además, la valiente enfermera atendió más de 100 partos sin cobrar ni un centavo y con muy pocos recursos del Estado. “Una vez fui a comprar a la feria y una chica me preguntó: ‘¿Usted es doña Rosa?’; yo le dije que sí, y ella me respondió: ‘Usted me trajo al mundo’”, comentó emocionada, y sostuvo que, en más de una oportunidad, la gente se le acercó a saludarla por sus servicios en Panambí.

“Yo trabajé con mucho cariño; hay enfermeras de ocasión y de vocación y a mí Dios me dio esa vocación, a cualquier hora de la madrugada me buscaban y yo estaba, tenía que arreglarme como podía pero amaba ese trabajo”, expresó y finalizó: “Cuando salgo a pasear siempre hay alguien que me reconoce y yo soy feliz porque hice algo que nadie hizo, soy feliz de recordarme lo que hice más joven”.

Cholita es madre de cuatro hijos y actualmente tiene trece nietos y once bisnietos. No recuerda cuántos, pero sabe que estuvo muchos años en Panambí, donde brindó atención y amor a cientos de personas, siendo la única enfermera en ese momento.
Años más tarde, se mudó a Oberá para que sus hijos pudieran tener una mejor educación y enviudó siendo muy joven. “Ella siempre se arregló muy bien sola y todavía lo hace”, comentó su hija Albina, quien vive con ella.

Personas como doña Rosa o Cholita son la demostración del poder de la vocación, cualquiera sea la profesión o el trabajo. Hoy vive en el recuerdo de todas esas personas que fueron atendidas por ella en el Caps de Panambí y mucho de ellos la llaman “abuela”.