Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

No soy de aquí ni soy de allá

sábado 20 de abril de 2024 | 6:00hs.

Misiones ha sido y es el lugar elegido por muchos artistas, una fuente de inspiración inagotable y un refugio para talentos en descanso, nombres conocidos y otros no tanto, uno de ellos fue Juan de Dios Mena, asiduo visitante casi, casi ciudadano misionero.

En aquellos días no era reconocido por la crítica especializada, tampoco en los elitistas círculos culturales nacionales -o sea de la ciudad de Buenos Aires-, el estilo único de sus pequeñas esculturas, mixtura de costumbrismo y humor, complicó el encasillamiento ortodoxo; pocos como él plasmaron la realidad, la esencia de las personas transformadas en personajes que tras la sonrisa inicial, al observar las piezas, permitía -y permite- leer la desigualdad social denunciada contundentemente y sin proponérselo.

Mena nació en Totana, Murcia, en 1909, según algunas publicaciones emigró con sus padres a nuestro país, se instalaron en una pequeña ciudad de la provincia de Santa Fe llamada Puerto Gaboto, en una precaria casa de barro, con techo de paja, una construcción rústica ubicada a pocas cuadras de la plaza principal, aunque hay quienes sostienen que nació en esa localidad; solía contar que conoció los juguetes siendo un adolescente, que su infancia fue libre y feliz; para otros biógrafos su ingreso a Argentina se produjo recién a fines de la década de 1920.

Lo cierto es que tanto las costumbres rurales y como familiares alimentaron su curiosidad insaciable; se hizo diestro en el manejo del cuchillo y esa cualidad le jugó una mala pasada cuando hirió gravemente a un compañero, supo ser un eximio jinete también, al unir las dos habilidades fue apto para ingresar al Escuadrón de Seguridad de Rosario, en paralelo se publicaron sus primeros poemas en los semanarios ‘Belgrano’ y ‘Fray Mocho’.

Poco tiempo bastó para que renunciara a su uniforme y viajara a la Capital Federal por un tiempo, la vena artística afloró con fuerza nuevamente desde las letras, sus poesías se publicaban en ‘Nativa’ una revista importante de entonces y se transformó en cobrador…había que sobrevivir en 1926; todo indica que en cuanto pudo buscó los medios para regresar a su provincia, se desempeñó como mayordomo en una estancia de Calchaquí primero y luego otra en Colonia Baranda, al sur de la actual provincia de Chaco; y fue en esas noches de silencio y chicharras cuando comenzó a tallar en madera, de curupí, con un cuchillo de plata formateo como al descuido un trozo hasta que surgió la cabeza de un paisano.

Dicen que en 1928 o 29 se instaló en Resistencia para siempre, sin embargo existen datos certeros de su vida en Posadas por esos años; en ese período se editó su primer libro de poesías, titulado ‘Virolas’, se casó con Elda Aignasse, tuvieron dos hijos pero la salud de la joven era frágil y falleció al poco tiempo; otra versión afirma que fue entonces cuando aparecieron las tallas en palos de guayabí, a partir de una calavera realizada con cortaplumas y un par de buriles caseros; después nacieron las empuñaduras para bastones, las cabezas de paisanos y las figuras de madera con ropas de tela y accesorios que acentuaban el carácter, entre realista y grotesco, de cada obra; esa producción artesanal maduró bajo el sol chaqueño hasta incorporar la abstracción y líneas geométricas determinantes que caracterizaron el universo único de Juan de Dios Mena.

Él los llamaba “muñecos”, piezas inverosímiles y grotescas inspiradas en pobladores de las inmediaciones, trabajadores rurales, situaciones excepcionales y mandatos de entonces; todo indica que Mena conoció Misiones en los primeros años de la década del 30, encantado con la Tierra Colorada consiguió un traslado laboral y se mudó, después se conoció a Nilda María Franco y se volvió a casar.

En 1936 realizó la primera exposición en la Galería Müller de Buenos Aires, se denominó “Juan de Dios Mena. Tallas grotescas” y resultó impactante, hombres y mujeres representados de una manera novedosa, pintoresca y vanguardista…para el arte “caté”.

Los críticos y los medios de prensa plasmaron esta irrupción atrevida, extravagante y a la vez dolorosa del ciudadano silenciado, invisibilizado; la exposición coincidió con la inauguración del Obelisco.

Se estaba inaugurando el Obelisco casi en simultáneo, una Buenos Aires vertiginosa le abrió una ventana, mientras se le cuestionó… la vestimenta de los personajes; Mena capitalizó la opinión, avanzó en el tallado más detallista, coloreando las piezas con óleo diluido con nafta, usó sus dedos como pinceles y logró la adhesión justa del fluido, tonos realistas y un halo nostálgico en cada una de las esculturas, hasta dramático para muchas.

El estilo único lo catapultó a los círculos internacionales, museos prestigiosos y grandes coleccionistas se disputaron sus obras pero Mena no se la creyó, es más continuó creando, incursionando y caminando por esta Posadas que se vislumbra en su obra una y otra vez; aquí fue pintor, escribano, profesor, escritor, empleado judicial, admiraba profundamente a Figari y Cándido López, entre 1951 y 1952 participó en el grupo de plásticos que decoraron todas las paredes del Palacio del Mate -y donde dejó el único mural en que trabajó, titulado ‘Ensayo de Carnaval’-, ejerció la docencia en la Escuela Normal Mixta, dirigió la Escuela de Bellas Artes local y presidió en varias oportunidades la Comisión Municipal de Cultura.

Eternizó a la Bajada Vieja en una obra literaria cruda con título homónimo, poco tiempo después publicó ‘Tierra Caliente’ y ‘El nombre en la carátula’, le quedaron pendientes tres trabajos literarios ‘El crimen del pozo’, ‘La sota de bastos’ y ‘Crimen de Olivos’; en 1980 se radicó en Buenos Aires, donde falleció en 1989; en general se lo recuerda por el Fogón de los Arrieros, institución chaqueña, emblema de la cultura, inaugurado en 1943 a instancias de los hermanos Aldo y Efraín Boglietti.

Como tantos otros, Juan de Dios Mena se amisioneró y como muy pocos retrató y describió a Misiones desde su más pura esencia.

¡Hasta la semana próxima!

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