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Afortunado

domingo 11 de febrero de 2024 | 3:52hs.
Afortunado
Afortunado

I

-Che me olvidé de averiguar cómo me fue ayer en la quiniela— dijo Osvaldo, hundiendo la pala en la tierra.

-¿Jugaste ayer?- preguntó Daniel, sólo para no perder el hilo de la conversación.

- Sí, ayer cuando me fui a comprar la gaseosa en el kiosko había un chico haciendo jugadas.

- Mirá vos, para mí es muy claro que los juegos de loterías son una estafa, como estuve leyendo en facebook, para mí es todo un lavado de dinero- afirmó Daniel.

- Ta loco vos. Cuántas veces me salvó. Y conozco gente que ganó también, algunos poca plata y otros premios más abultados, uno que laburaba conmigo, por ejemplo, se compró un auto en el año 2009, había pegado a las 4 cifras, trabajando nunca llegaría a eso.

-Si, seguro, pero la probabilidad de acertar es muy baja.

- Bueno, pero es suerte. A veces la suerte juega de nuestro lado.

 Siguieron trabajando en la excavación de la base de la casa. Osvaldo es el oficial de albañil y Daniel su ayudante. Habían cambiado de tema, pero ninguno de los dos se movía de su postura.

En el momento del almuerzo, sentados bajo la sombra del único árbol del terreno.

- ¿Qué trajiste para comer? - preguntó Osvaldo

- Reviro con carne- dijo Daniel, abriendo su táper.

- Yo traje marinera de pollo. Che voy a ir a comprar una gaseosa y voy a ver si está el tipo de la quiniela así controlo cómo me fue. ¿Querés algo?

- Trae hielo para el tere.

Cuando Osvaldo volvió, Daniel le esperaba con un cálculo hecho en su celular.

 -Mirá- le dijo mostrándole el número 0,0001.

- ¿Y eso?

- Esa es la probabilidad que tenés de ganar el primer premio de la quiniela a las 4 cifras.

- Seguís con eso vos, y ¿qué significa ese número?- dijo Osvaldo abriendo su táper de comida.

- Que es muy bajo, cercano a cero. ¿Y ganaste algo?

- No, ni ahí.

- Viste, a eso me refiero.

- Y bueno, así es la suerte. Yo no tengo problemas, cuento cuando gano y cuando pierdo.

Para la media tarde habían terminado su trabajo planificado para el día. Fueron caminando juntos hasta la parada de colectivos.

Cuando llegó el urbano, Daniel miró su celular para tener el horario de referencia para los días siguientes. Marcaba 16:09h.

Camino a su casa, Osvaldo iba pensativo, entendió que la probabilidad de ganar era muy baja, pero de otra forma sólo tenía desilusiones, sufriendo su trabajo, llegando a duras penas a fin de mes, apostar para él mantenía la ilusión de un mejor porvenir, imaginaba ganando y ayudando a su familia, saldando sus deudas. Resonaban algunas palabras de la charla que tuvo con Daniel: “si vos ahorras esa plata, en lugar de apostar, no será plata tirada”. Se opone otro pensamiento “¿y si gano?”, “De qué me sirve $100 si está tan caro todo, puedo apostar y multiplicarlo”.

II

Daniel es un tipo que no se mueve de su postura una vez que tiene una idea formada.

El sábado, en el fútbol que compartían con Osvaldo, terminado el partido, estaban tomando cerveza y hablando de diversos temas, entre ellos salió “la timba”, se sumaron gente a ambos bandos, pero eran más los apostadores.

-Pero en lugar de tirar esa plata, podés ahorrar- dijo Daniel, sacando el argumento de siempre.

-¿Ahorrar? Ja, ja, ja, ¿vos viste cuánto está el dólar?, ahorrar en pesos es tirar plata- dijo Javier.

-Podes comprar dólares entonces- se defendió Daniel.

-¿Cuántos dólares compras con cien pesos?- preguntó Osvaldo ridiculizando el argumento de los anti apuestas.

- Además qué nos importa a nosotros el precio del dólar, si cobramos en pesos- aportó Gustavo.

- Bueno, ese es otro tema- cortó Daniel, queriendo seguir con el tema “apuestas” y llevar más gente a su bando.

Siguieron la charla, hubieron más ejemplos de personas que ganaron apostando y terminaron porque la conversación estaba subiendo de tono a medida que avanzaba.

-¡Qué cada uno haga con su guita lo que quiere!- sentenció Darío-.¿Pedimos otra ronda?

- Yo ya me voy- dijo Daniel, sacó su celular, miró la hora y eran las 16:09h.

III

En la semana, Daniel -el escéptico-, vio varias veces la misma hora a la tarde, como si su celular tuviera una alarma y miraba la pantalla en ese momento. Es casualidad, pensó, mientras resonaba el número 1609 en su mente. Lo anotó en un cuaderno al llegar a su casa.

Yendo a tomar el colectivo, al pasar por una agencia de loterías, sintió una pulsión que lo invitó a entrar, con todas las contradicciones que le implicaba, y así lo hizo. Sabe muy bien  cómo apostar porque su familia siempre fue de aportar un porcentaje del ingreso para anclar una ilusión a los tiempos futuros; esa misma ilusión estaba sintiendo Daniel en ese momento.

Jugame el 1609 a la cabeza por cien pesos, le dijo a la chica que le atendió. Guardó la jugada en su billetera, escondida entre sus tarjetas, le daba vergüenza que lo vieran en esa situación, salió como un famoso que se oculta de los paparazzi.

Viajando en el colectivo, debatía mentalmente sobre su accionar, de a ratos se mostraba arrepentido, de a ratos ilusionado. Pero se juró no contarle a nadie.

Llegó a su casa, hizo el mismo cálculo con el que quiso convencer religiosamente a Osvaldo de que la probabilidad es muy baja, pero su mente se nubló, el cálculo no le salió, así que se puso a buscar el video en youtube, que explicaba con claridad. Vio el número con tantos ceros después de la coma y sintió un arrepentimiento enorme. Hizo el cálculo de cuánto ganaría al acertar y suspiró aliviado, me solucionaría la vida, pensó.

Al día siguiente cuando revisó el sorteo, el primer premio: 1609. Sentía que estaba en un sueño confuso. Cayó en la realidad recién cuando tenía todos los billetes en sus manos.

Decidió cumplir con su juramento y no se lo contó a nadie.

Salió de trabajar, con su ropa mezclada de barro y sudor, con el objetivo de renovar sus prendas, algo que tanto lo necesita y lo venía posponiendo siempre por orden de prioridad.

Entró a la ropería, y sintió miradas que lo incomodaron. Preguntó el precio de una remera que le gustó y la chica le contestó de muy mala gana. Decidió no preguntar más, eligió dos jeans clásicos de color azul, 4 remeras y una camisa. Fue hasta la caja de la chica que le atendió.

-¿Necesita saber precios?- le dijo, haciendo una cara de asqueada.

-No quiero saber el precio, quiero pagar.

La chica se sorprendió. Pasó los productos y le dijo el monto total, mirándolo con desconfianza. Daniel pagó, le pasó un billete de $1000 y mirándole a los ojos le dijo:

-Propina para vos. Gracias, muy amable- ironizó y se fue.

IV

El sábado, como de costumbre, terminaron de jugar al fútbol e hicieron una ronda de cervezas. Pero la mayoría manifestó que enero se está haciendo económicamente extenso y no estaban en condiciones de repetir las rondas de siempre.

-Por ahí la suerte está de nuestro lado y ganamos otra birra- dijo Javier mirando la tapita y burlándose de Daniel, el referente de los anti apuestas. La tapita respondió con un “seguí participando".

Daniel tenía una alegría que quería compartirla, pero no podía mostrar la tremenda contradicción que le significaba y además tenía un juramento, fue hasta la barra y compró dos cervezas de litro. Los muchachos al verlo festejaron.

-Me juego por los muchachos- dijo y acto seguido destapó las dos cervezas, leyó las tapitas, dejó una en la mesa, se paró y dijo ganamos otra. La alegría iba en aumento.

Sin mostrar la segunda tapita a nadie, fue hasta la barra, la guardó en el bolsillo de su vaquero y en tono bajo pidió otra cerveza.

 

Junior Duarte

 

Duarte nació en Jardín América. Egresado de la Universidad Nacional de Misiones. Actualmente ejerce la docencia en la localidad de Posadas. En Febrero 2022 publicó su primer libro: Pombe viejo y otros relatos.

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