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Cacique

domingo 26 de noviembre de 2023 | 3:40hs.
Cacique
Cacique

Cacique era una mezcla de pastor alemán con Siberian Huski. Tenía por lo tanto el pelo gris y blanco. Era muy inteligente y lo entrené con el rigor de un pastor alemán. Para eso me compré el libro del pastor alemán y me asesoré con mi primo Osvaldo, ya que él siempre crió perros de caza, y sabía mucho de cinegética. En 1985 me vine a Misiones. En 1986 volví a Buenos Aires. Durante esos años también trabajé en La Pampa y Santiago del Estero como piloto aeroaplicador.

En 1987 decidí volver a Misiones. Tota se quedó dos años viviendo sola en Haedo. Habían asaltado por segunda vez nuestra casa y me traje a Tota a vivir conmigo en noviembre de 1990. Hicimos la mudanza… y trajimos a Cacique, que ya tenía dos años y medio en camión. Al consultar con el veterinario, me recetó una pastilla calmante que debía darle dos horas antes del viaje para dormirlo. Así lo hice, pero él no se durmió para nada. Se puso agresivo, y me costó mucho subirlo hasta el buche del camión en donde tuve que atarlo. Moncho, el camionero, que trabajaba para Luis Guimaraes Añais, decidió cenar en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, en una estación de servicios Esso. Allí bajamos a Cacique para que hiciera sus necesidades mientras cenábamos. Al salir, no lo encontramos. Lo buscamos por todos lados durante media hora. El camionero no podía seguir esperando. Tuvimos que seguir sin el perro. En el próximo viaje a principios de diciembre de 1990, Moncho encontró al perro en el lugar en que lo habíamos dejado, pero estaba a cargo del dueño de la estación de servicios. A los quince días fui a buscarlo. Al llegar a la estación el encargado no creyó mi relato y me dijo: “Mire que el perro es muy bravo y no va a dejar que se acerque.” “No se haga problema. El perro es mío.” Y entré en donde él estaba atado. Por supuesto se acabó el perro bravo… con el dueño los perros no son bravos. Allí el hombre se convenció de que el animal era mío. Le pagué unos pesos por las dos semanas de mantención. Lo habían garroteado para ‘amansarlo’ y eso le hizo cambiar el carácter. Se volvió arisco. Con perro y grande encima, no podés viajar en ómnibus. Tuve que hacer dedo a camioneros. Con uno llegué hasta Chajarí en Entre Ríos. Como ya era tarde, nos pusimos a dormir el perro y yo - en una estación de servicios. Serían las tres y media de la mañana, cuando me despierta un brutal puntapié en las costillas. Era un policía y los borceguíes pegan fuerte. Yo tenía barba de dos días. Estaba sucio y tirado con un perro en una estación. El cana pensó.. este es un vago. “Arriba, vamos a la comisaría en averiguación de antecedentes”. No le pude demostrar lo contrario, ya que no llevaba documentos. Me los había olvidado en casa al hacer el bolso de viaje. En cana el petizo y el perro. Arriba de una pick-up Peugeot. A las seis de la mañana llegó un oficial joven y preguntó; “¿y este que hace aquí?  “Es un vago lo encontré en la estación de servicios’ repuso el milico. Me empieza a tomar declaración y le digo que soy bancario. No me cree. Le cuento que fui a buscar mi perro a Concepción del Uruguay y que lo llevaba a Misiones. Me escucha. Le digo, por favor llame por radio de la policía al comisario de Jardín América, que en ese momento era Rodríguez y le di los datos.

Seguimos charlando con el oficial y no recuerdo cómo salió la conversación de que él había hecho un curso de paracaidismo en Campo de Mayo. ¡Salvado el petizo! ¿No conocés al teniente fulano, o al sargento Mengano? Claro. ¿Y vos cómo los conocés…? “ Yo también soy paracaidista” y los conocí durante los campeonatos civiles de paracaidismo del que también participan los militares. (Cuando ellos hacen campeonatos militares, no invitan a los civiles). Allí no más el oficial, mandó a hacer un mate y traer unas facturas de la panadería cercana. Desayunamos como si nada. A las ocho llegó el comisario, el oficial le puso al tanto de lo que pasaba y creo que ni siquiera llamaron a Misiones a corroborar mi historia de bancario. Seguí viaje y un camionero brasilero me llevó hasta Paso de los Libres, ya que cruzaba a Uruguayana. Otro me alcanzó hasta Alvear, Corrientes. Era domingo al mediodía. Todavía tenía posibilidades de llegar a Misiones si enganchaba un camionero misionero. Eso no pasó. Convencí a un matrimonio, él era mozo y atendía en el parador de ómnibus, que me cuidaran el perro una semana, ya que yo a las 22 horas tomaba el micro Singer hacia Jardín América en Misiones. Tenía que estar en el banco a las 6 am como cada lunes. (El matrimonio tenía tres chicos y cinco perros.)

Allí quedó Cacique, en Alvear, Corrientes. A la semana siguiente, el fin de semana previo a Navidad, volé con el Piper Pa 38 Tomahawk del aeroclub, junto a Roberto Zimmerli, alumno mío en ese momento y nos fuimos a Alvear a traer a Cacique. Muy ‘pancho’ se vino en avión el último tramo. Era la primera vez que volaba. Se portó diez puntos.

Cuando nació Diana nuestra hija en enero de 1991, se puso tan celoso, que tuve que regalarlo. Era Diana o Cacique. Por supuesto preferimos a nuestra hija.

 

Rosamel E. Gómez

Inédito. Gómez es instructor de vuelo, piloto comercial Primera Clase de avión y periodista. Reside en Jardín América.

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