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El discurrir filosófico del espárrago en sus momentos de sosiego

domingo 19 de noviembre de 2023 | 3:50hs.
El discurrir filosófico del espárrago en sus momentos de sosiego
El discurrir filosófico del espárrago en sus momentos de sosiego

El atardecer encontró al viejo espárrago recostado sobre un tutor que sobresalía en uno de los laterales del surco, meditando sobre el proceso de declinación de las estrellas y la atracción que ejercían los agujeros negros en todo el espectro del universo. Hacía tiempo que habían dejado de interesarle las cosas de este mundo como las discusiones de sus vecinos acerca del tamaño de los solares asignados a cada comunidad, la falta de mantenimiento del huerto, las arbitrariedades del gobierno del Zapallito de Tronco, etc.

Nada le interesaba más que el cielo. Contemplándolo de día se veía en ese campo celeste explorando las formas de las nubes en la tarea de elaborar una teoría acerca del peso, color, forma y movilidad de esas manchas que se formaban aquí y allá escondiendo el azul que lo tenía cautivo. Al mirarlo por las noches se imaginaba a sí mismo viajero del cosmos estudiando las estrellas para saber por qué los prehistóricos pensaban que eran fogatas alrededor de las cuales se reunían los miembros de las tribus celestes para resguardarse del frío espacial. 

Se hallaba tan habituado a la contemplación que no reparó en la gran conmoción  en que había caído el huerto por una invasión de hormigas cortadoras. Se trataba de una marea roja de la familia Formicidae que ingresaba por los cuatro costados de la plantación sembrando confusión y pánico en las comunidades. Los prolijos escuadrones bien artillados con sus palas y pinzas podadoras enhiestas, ocupaban distintas posiciones en torno de las especies más vulnerables dispuestos a empezar el ataque.

Ni bien se divisaron las primeras columnas, el Zapallito de Tronco convocó de urgencia a su gabinete y a los vecinos más antiguos y destacados del lugar a efectos de integrar el comité de crisis que tendría la responsabilidad de organizar  la defensa del huerto. No escapó al llamado del gobernador, el espárrago, quien era un sujeto respetado en la plantación, tenido por sabio, altruista, de espíritu servicial y componedor de entuertos.

Cuando le llegó la tarjeta de nombramiento se bajó de las nubes, se acicaló y se dirigió a la gobernación a cumplir el cometido  asignado. Al llegar se acomodó en torno de una gran mesa lustrada, donde, además del gobernador se encontraban los  miembros del gabinete, el procurador de justicia doctor Rastrillo, sus señorías las juezas Azada y Pala y los respetables vecinos  Tomate,  Repollo  y Espinaca. También  habían sido invitados muy especialmente los ex contendientes electorales del Zapallito de Tronco, don Choclo, doña Batata y doña Berenjena.

Luego de verificar la asistencia del cien por ciento de los convocados, el gobernador agradeció efusivamente  las presencias de todos y esbozó un breve pantallazo de la situación definiéndola como de extremo peligro. Aseguró que pocas veces en toda la historia del Huerto la seguridad y la vida habían estado tan amenazadas por lo que instó a un  esfuerzo supremo para contener y derrotar al enemigo. Al fin de su alocución dejó la reunión en manos del procurador quien habría de conducirla, concluirla y obtener de ella un comité de expertos capaz de definir estrategias y seleccionar tácticas eficaces para resistir al asedio y expulsar a los invasores. 

Rápido en la observación y estudio de los datos disponibles, el doctor Rastrillo desplegó un mapa del sembradío sobre la mesa y señaló las posiciones del enemigo utilizando lápices y resaltadores dispuestos al efecto. Las comunidades de  Zanahorias, Remolachas y Rábanos estaban seriamente amenazadas por la vanguardia invasora mientras que otras columnas más rezagadas se dirigían hacia las poblaciones de  Tomates, Pimientos y Berenjenas. Frente a la disposición del asedio, el leguleyo diseñó su plan.

 Su primera medida fue designar ayudantes de campo al Ajo, al Repollo Morado y al Jengibre, solicitándoles al primero y al último que requirieran voluntarios de sus comunidades para componer un cuerpo de combate capaz de repeler la agresión en las zonas más expuestas. Ambos vecinos dieron inmediato cumplimiento a lo solicitado organizando los primeros batallones mixtos que fueron enviados al frente de batalla en medio de los vítores, aplausos y palabras de aliento de todos los habitantes del Huerto.

Lo siguiente fue enviar una comitiva de Pimientos y Ajíes a pedir ayuda a los árboles de Canelos y Clavos de Olor de una plantación vecina. Se les peticionaba unos doscientos sacos de bayas y otros doscientos de clavos para ser convertidos en polvo. Ni bien arribaron al plantío los sacos, las comunidades no destinadas al combate se ocuparon de la molienda y el esparcido en todos los senderos y canteros ubicados en las líneas del frente.

La tercera etapa del plan la llevaron adelante sus señorías las doctoras Azada y Pala  dirigiéndose a un limonar que se hallaba en las proximidades a solicitar el envío de mil limones. El aporte frutal llegó y de inmediato los miembros mayores de las comunidades extrajeron el jugo y prepararon los rociadores destinados a dejar caer sobre las avanzadas de las hormigas una cortina del líquido ácido que las paralizaría por completo.

A estas alturas de los acontecimientos tuvo especial protagonismo el filósofo y observador del cielo, quien, junto a otros doscientos espárragos bien plantados, encabezó un contraataque sobre las filas enemigas sometiéndolas al castigo implacable de sus vainas. Al dejarlas caer una y otra vez sobre las rojizas espaldas de las hormigas, las separaron por completo de los canteros que habían invadido en el sector de las Zanahorias y Rábanos y de las otras fuerzas enemigas diseminadas en la plantación.

 La batalla estaba en su apogeo. Los jefes del frente invasor solicitaron refuerzos y nuevas columnas rojizas ingresaron al Huerto tratando de evadir las zonas minadas con el polvo de canela y los charcos ácidos donde sucumbían de inmediato. Venían en auxilio de  los diezmados batallones de la vanguardia trabados en combate con los Ajos y Jengibres, pero no pudieron alcanzar su cometido. El golpe de gracia del Dr. Rastrillo cayó sobre ellos.

El Repollo Morado que había sido enviado a su comunidad a requerir voluntarios para el combate regresó al atardecer del día de la invasión con una formación de quinientos repollos jóvenes quienes dejaron escurrir sus jugos fermentosos sobre las filas enemigas e inundaron sus campamentos y casamatas instaladas en las proximidades del Huerto. A medianoche la suerte de la batalla estaba decidida.

El amanecer del nuevo día encontró a la otrora disciplinada marea roja huyendo a campo traviesa, diezmada y desorganizada en un sálvese quien pueda jamás imaginado, mientras que en la plantación, las comunidades, orgullosas del valor y la abnegación demostrados en combate, contaban sus bajas y las despedían con lagrimones de clorofila dándoles solemne sepultura.

El Dr. Rastrillo fue declarado héroe de la jornada, condecorado con la medalla al mérito y ascendido al cargo de Jefe Mayor de Seguridad del Huerto de Jacobo, por su parte, el gobierno decretó cinco días de duelo en honor de los caídos y las comunidades, agradecidas, le perdonaron al Zapallito de Tronco todas sus arbitrariedades y lo declararon  Gobernador Honoris Causa.

Nuevamente en su puesto de observación, el enamorado de las estrellas retornó a la contemplación de los astros sintiéndose, él mismo, uno más de ellos.

 

Norma Nielsen

 

Nielsen es cuentista, poetisa y compositora de música. Tiene varias publicaciones y participó en antologías.

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