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Seda y vino de naranja

domingo 12 de noviembre de 2023 | 3:50hs.
Seda y vino de naranja
Seda y vino de naranja

A mitad de camino entre Santa Ana y San Ignacio, en pleno bosque, como se comprenderá, se encuentra la Granja y Escuela Sericícola, fundada por el padre maronita Kassab. Aunque institución nacional, todo el mundo incluso el Gobierno parece haberse olvidado de esto. Granja de Kassab, Escuela de Kassab, casa del cura, por cualquier nombre es reconocida. Lo cierto es que pocas personalidades más concretas que la de este padre injertado en industrial, que si ha salvado muchas almas, ha desmontado también mucho bosque.

El creó, con poco o mucho éxito, esa cosa rara en el norte extremo del país, que viene a ser el cultivo de gusanos de seda, en una región donde apenas se sabe cuál es el mejor procedimiento para plantar mandioca.

De esto hace ocho años. Con una habilidad poco común y que el digno padre traduce por: "paciencia, paciencia y paciencia"-, obtuvo del Gobierno Nacional los fondos necesarios. Después ha continuado obteniendo partidas, aunque su desaliento en este punto es cada vez mayor. A pesar de todo, tuvo las fuerzas necesarias para plantar ciento cincuenta mil moreras, instalar un magnífico aserradero, utilizar dos inmensos alambiques, y sentar un colmenar próspero.

Toda esta riqueza, sin embargo, dependía de una partida difícil de obtener, o de una simple demora.

De este modo, vino el desastre. Faltaron los peones, un verano excepcionalmente seco incendió la plantación de moreras, y la selva invasora reconquistó el lugar perdido, lanzando dos metros de rebrote sobre el colmenar.

De esto hace cuatro meses. Los alumnos que prosperaban en la escuela, desertaron poco a poco. El Gobierno dióse a llenar los huecos con alumnos que remitía desde Buenos Aires al padre Kassab.

Pero como estos muchachos resultaban ser ladronzuelos o cosa peor, alejados prudentemente de la capital por la policía, la escuela de sericicultura convirtióse en un vivero de pésima índole. Es de creer que la mano del padre Kassab, hábil para bendecir, lo era también para conducir a los pequeños bandidos. Pero poco a poco los nuevos alumnos comenzaron a irse a su vez. Cada día faltaba uno, internado en el bosque. Al fin el director de la Escuela quedó solo, esperando, con la paciencia que es su lema, que la Nación le remita fondos y alumnos.

Pero si aquello duerme hoy, a un simple recuerdo de la Honorable Cámara todo resucitará. Las colmenas saldrán a luz, el aserradero zumbará, y el moreral surgirá de nuevo. Quedan varias onzas de semilla de gusanos, y sobre todo gran ánimo en los hermanos Kassab.

En los momentos de descanso, el padre maronita ha estudiado con afán la vinificación de la naranja.

Con sana lógica, estima que el porvenir de los inmensos naranjales de Misiones está en la elaboración del producto allí mismo, dadas las dificultades del transporte. Sus ensayos de vinificación han tenido magnífico resultado, y no es por cierto la materia prima lo que llegaría a faltar.

Luego, confitura de naranja, dulce y agria, especialmente de esta última -"apepú" en la región- por tener más esencia.

Indudablemente, estas industrias son minúsculas comparadas con la sericicultura. El padre Kassab está convencido de que las fuertes variaciones de temperatura en Misiones no son obstáculo serio para el cultivo del gusano; su experiencia, por lo demás, autoriza esa afirmación. Las hermosas madejas de seda cosechada en la Granja, hablan ciertamente en pro de su tesis, siendo el hilo, a decir de los entendidos, de superior calidad.

La fabricación del vino de naranja sería una novedad muy interesante, sobre todo para los bebedores, quienes no podrían encontrarle otro defecto que su suavidad.

Nosotros hemos tenido el honor de ser presentados una vez a ese vino, y certificamos que nos gusta.

Tiene el olor, el color y el sabor de un vino blanco para personas decentes, y bien merecería ser propagado un poco. Por lo menos en verano -cuando los ardorosos rayos del sol, etcétera, clavan sus saetas en la tierra- el vino de naranja sería un gran vino.

 

Horacio Quiroga

El relato es parte del libro La vida en Misiones. Quiroga vivió varios años en San Ignacio. Algunos de los libros publicados: Historia de un amor turbio; Cuentos de amor locura y muerte; Cuentos de la selva y El desierto.

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