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Al César lo que es del César...

domingo 29 de octubre de 2023 | 3:50hs.
Al César lo que es del César...
Al César lo que es del César...

En sus largas jornadas de meditación, a Pedro se le ocurrió que todos los días deberían tener un motivo de celebración y se propuso instituirlos dando así inicio a un gran listado de festejos.

Siendo que ya figuraban en su calendario los días patrios, los días sacros, los días paganos, los días sándwich y los feriados largos, y que ya tenían el suyo asignado los próceres, los santos, los muertos, toda la gama de parientes además de los amigos, los enamorados, el niño, la mujer y el hombre, casi todas las profesiones, casi todas las enfermedades, las estaciones, los animales, el camino, el árbol y cuántos más, decidió hacer justicia incorporando a los excluidos.

Un obstáculo casi insalvable puso en riesgo su propósito de dar a cada uno lo suyo, al constatar no solo la infinidad de celebraciones vigentes sino el desdoblamiento de las mismas. Aquí y allá aparecían el “día del consultor y de la consultora”, del vacunador y la vacunadora, del cantautor y la cantautora y, ante el temor de encontrarse con desaguisados como el día del jinete y la jineta, del soldado y la soldada o del cartero y la cartera...” paró de investigar.

Ignorando la abundancia se puso a estudiar el método que habría de utilizar para determinar los festejos faltantes y la manera de establecer la relación día-motivo. Su primera preocupación fue indagar por qué cada día se llamaba como se llamaba y a partir de allí se dedicó a contemplar el cielo. Así supo que el lunes festejaba a la Luna, el martes al planeta Marte, el miércoles a Mercurio, el jueves a Júpiter, el viernes a Venus y el sábado a Saturno, pero el cielo no le dio respuestas acerca de qué se festejaba el domingo y por qué no tenían un día homónimo la Tierra, Neptuno y el Sol. Respecto del último, le asignó el domingo y redujo su problema a los dos restantes.

Dejó de mirar el cielo y volvió la mirada a la Tierra. Siendo que ésta sostenía su figura, su casa, su andar por el mundo, su ciudad, el día a destinarle debería ser el más destacado de todos los días del calendario. En esa reflexión se encontraba cuando la hoja de un periódico arrastrada por el viento se depositó a sus pies. Leyó: “El sábado 22 de abril de 2023 se celebra la 53.ª edición del Día de la Tierra…” “No es posible” –se dijo- ¡La tierra  tiene su  día  de celebración  desde  hace más de medio siglo y nadie parece haberse enterado… ¡ese día y los 52 anteriores, todo el mundo, incluyéndome, la hemos seguido pisando!”

Anonadado por la noticia se reclinó sobre el tronco del árbol debajo del cual se encontraba y perdió por un instante la conciencia de los motivos, las fiestas y el berretín de darle al César lo que era del César y a Dios lo que era de Dios. Luego, intuyendo que algo andaba muy mal en los registros de celebraciones y festejos, se impuso la tarea de arreglarlo.

Si se fija un día para conmemorar –pensó- por lo menos ese día tiene que hacerse todo lo contrario de lo que habitualmente se hace respecto del festejado. Si festejamos a la tierra, no se la debe pisar sino acariciar, si el festejado es el cielo habría que bajarlo a la tierra para homenajearlo como es debido, en el día del animal los humanos tendrían que dejarse gobernar por ellos y el día del árbol deberían acallarse las sierras y dedicarle los pájaros sus mejores trinos.

Así siguió hilvanando propuestas para los festejados sin poder darle solución al tema: En el día de la mujer los hombres deberían colmarlas de motivos para ser felices y celebrar la femineidad como el acierto más bello de la creación pero en el día del hombre, las mujeres tendrían que suscribir una declaración jurada comprometiéndose a no disputarles los atributos propios del liderazgo que les pertenecen por natura, esto es, la titularidad de la costilla de la que fueron creadas.

Sin detener sus aspiraciones, Pedro - pensando en la Patria - propuso que en su día tendría que sentarse en los sillones presidenciales de las Cámaras y tomar para sí bienes, honorarios, privilegios y prerrogativas de los cuerpos legislativos, que en los días sacros el espíritu podría ofrecer los bienes materiales de los templos a quienes no poseyeran ninguno, que los próceres en sus días fueran invitados a descender de sus pedestales para ponerse al frente de los desfiles sobre las avenidas y el día de los muertos declararlos vivos para honrarlos mejor en los corazones y en las casas.

 Todos los demás, parientes, amigos, enamorados, padre, madre, niño, etc. habría que unificarlos en un solo día porque siendo una cosa bien se podría ser la otra y viceversa, y siguiendo el hilo de la simplificación del intrincado panorama celebratorio, propuso que los días dedicados a rememorar las luchas contra las distintas afecciones de la salud, la salud despierte de su letargo y las ponga en fuga solemnemente a todas y cada una por toda la eternidad.

Si así se hiciera –siguió reflexionando Pedro-  los días alcanzarían para instituir a los olvidados del calendario: deudor, acreedor, cliente, representante, oligarca, pueblo, juez, testaferro, espía, profeta, ciudadano, predicador, curandero, usurero, mago, bruja, vecina, recaudador, cuentapropista y dejó de incorporar motivos a los días porque se dio cuenta que le sobrarían los primeros y le faltarían los últimos y nunca llegaría  a darle al César lo que era del Cesar ni a Dios lo que era de Dios.  

La solución pasaría por declarar el estado de fiesta permanente y así, todos para uno y uno para todos podrían celebrar al Cielo por poseer una mitad de los motivos y a la Tierra que tenía la otra mitad y darle al mundo lo que era del mundo: La cohesión y a Dios lo que era de Dios: la gloria.

Finalmente designó el día más largo del año como el día de Neptuno, único festejo individualizado porque el mar era el mar y su reino el más vasto de todos los reinos posibles y el día más corto lo dedicó a Plutón por ser el enano del cosmos, el que está pero no se ve, por lo tanto lo declaró “Día del Invisible”.

Una vez cubiertos todos los casilleros correspondientes a los días del plan de su existencia, Pedro se echó a dormir al pie del árbol sobre la hoja del periódico que el viento había depositado a sus pies, dando gracias al Cielo por darle un motivo para reflexionar y a la Tierra por tenerle preparada una respuesta cada vez que la necesitaba.

 

Norma Nielsen

Nielsen es cuentista, poetisa y compositora de música. Tiene varias publicaciones y participó en antologías.

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