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Promesas y esperanzas depositadas en Santa Rita

lunes 22 de mayo de 2017 | 6:00hs.
Había varios puestos de venta.
Había varios puestos de venta.
Hace seis años que Andrea (38) pone en manos de Santa Rita la única petición de su corazón, la más importante de todas, la razón de sus plegarias: la salud de su pequeña hija de 10 años. Por eso no importa si llueve, hace frío y esté cansada del trajín del día anterior. Desnuda sus pies, toma la fe que es el motor de su vida y se une a la procesión de fieles que camina desde la Iglesia Catedral hasta la parroquia de Santa Rita en el barrio homónimo de Posadas.
Ayer, en la celebración por el día de la religiosa (que en realidad es hoy), Andrea volvió a hacer lo mismo acompañada de su madre, doña Porota (70), ambas del barrio Yacyretá. “Lo vivo con mucha emoción, con escalofríos. Cuesta levantarse a veces pero yo tengo fe de que ella va sanar a mi hija”, aseguró la mujer sin dejar lugar a la duda. Su pequeña está en una lista de espera para un trasplante de riñón, a lo que se le suman otras complicaciones de salud. “Una vez que empezás te entregás a la caminata y a veces tenemos ganas de gritar, de cantar y hasta de llorar”, agregó doña Porota que comparte la fe y la esperanza de su hija.
Esta es solamente una de las miles de historias que encierra esta celebración popular. Porque el paisaje y las situaciones son bien variadas: peticiones entregadas en oraciones, cantos con la mirada hacia el cielo en agradecimiento por los favores cumplidos y velas encendidas por cada nueva promesa.
Hasta por lo menos las 10 de la mañana una neblina cayó sobre la ciudad y la baja temperatura apareció haciendo sentir el otoño reinante. Los fieles llegaron junto a la imagen de Santa Rita, la de los imposibles, aquella que soluciona lo que no puede ser, lo que a los ojos de la realidad no tiene arreglo.
Los recibieron los aplausos y la imagen de la santa se ubicó a un costado del altar armado fuera de la parroquia para dar inicio a la misa central, presidida por el obispo Juan Rubén Martínez.
El religioso elogió la demostración de fe de los misioneros, que cada año multiplica en cantidad de gente la festividad. “La religiosidad de nuestra gente es el motor de nuestra sociedad. Hay muchas situaciones de dolor en nuestras comunidades, dolores y sufrimientos de nuestros hermanos”, empezó diciendo Martínez y agregó en su homilía: “Los cristianos están llamados a evangelizar con caridad y amor. El que ama es el que puede evangelizar y este código no lo entiende el mundo. El individualismo ganó espacio y molestan aquellos que aman”.

Agradecimientos y promesas

“No le daban esperanza de vida. Nació con el cordón umbilical envuelto en el cuello y con agua en los pulmones. Le pedí el milagro a la santa y acá está conmigo”, dijo Cecilia Ortiz, de Nemesio Parma, mientras señalaba a su hijo, hoy de 12 años, los mismos que ella lleva congregada a la parroquia.
Cecilia contó que Cristian es el sexto de sus hijos varones y el niño agregó animado al comentario de su madre: “Casi, casi fui lobizón”.
Noelia Benítez (35) y Salustriana López (83) volvieron a su antiguo barrio después de 25 años. Es que la familia emigró hacia Encarnación, Paraguay, y se les complicaba venir a la celebración del día de Santa Rita. Ayer por fin lo lograron. “Ahora está todo muy cambiado, era todo descampado, no había casi nada”, comparó Noelia, que trajo a su pequeña hija Lara. En tanto, Salustriana aprovechó la oportunidad para pedir por sus rodillas, para poder seguir caminando.
Descalzas llegaron las hermanas Mari y Nilda Fernández en agradecimiento por las peticiones cumplidas. Ambas son devotas desde pequeñas cuando acompañaban a su madre, hoy de más de 80 años; y ahora continúan con su fidelidad y fe hacia Santa Rita. “Por lo que nosotras vemos cada vez hay más gente, se nos une muchísima en cada esquina”, consideraron.


La venta En los alrededores abundaron los diferentes puestos de venta. Por ejemplo, los rosarios de madera se podían conseguir a $30, las cintas rojas a $10, mientras que las imágenes de la santa se compraban a $50 la pequeña y a $80 las más grandes. En el ambiente se mezclaban los aromas del pollo asado, la carne a la estaca, los chorizos y, por supuesto, las infaltables chipas y caburés.