Pidieron justicia por los casos de gatillo fácil y la muerte de Cristina

viernes 28 de agosto de 2020 | 1:00hs.
Pidieron justicia por los casos de gatillo fácil y la muerte de Cristina
Pidieron justicia por los casos de gatillo fácil y la muerte de Cristina
Jorge Posdeley

Por Jorge Posdeley fojacero@elterritorio.com.ar

La plaza 9 de Julio de Posadas fue el escenario ayer de una movilización entrecruzada por diversos protagonistas y actores sociales, pero todos ellos unidos por dos de los sentimientos más difíciles de afrontar: el dolor y la impotencia.

La convocatoria inicial fue en el marco de la sexta Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil, pero el triste contexto también hizo que a la manifestación se sume la consigna de reclamar justicia por el fallecimiento de Cristina Vázquez, la mujer misionera que a fines del año pasado fue absuelta después de permanecer once años presa por un crimen que no cometió.

Justamente, fue Ismael Décima, padre de Lucas -joven asesinado por la Policía bonaerense en 2017-  y uno de los oradores principales de la movilización, el que recordó a Cristina y por quien pidió un minuto de silencio, además de exigir un pronto esclarecimiento de su fallecimiento.

“Ni un pibe menos, ni una piba menos, ni una bala más”, fue la consigna principal de la intervención que también se realizó en Jardín América y que busca, principalmente, exigir el cese de la violencia institucional y de los casos de gatillo fácil, problemática que en Misiones dejó tres víctimas seguidas a fines del año pasado: Víctor Márquez Dos Santos (17) en Santa Ana; Reinaldo Andrade (37) en El Soberbio y Luciano Villalba (18) en Apóstoles.

El contexto provincial y nacional, al que se le suma la desaparición de Facundo Castro Astudillo, hecho por el cual la Policía bonaerense aparece bajo sospecha, parece tornarse una peligrosa constante y requiere de medidas urgentes de parte del Estado. (Ver página 14...)

“Queremos justicia”
“Yo siento que después de todos los casos que hubo nada cambió. Esto es como la violencia de género, todos salimos a decir que no y cada vez se incrementa más. Acá pasa lo mismo. Nosotros estamos a favor de una reforma judicial por nuestros casos, en que la mayoría somos pobres, donde hay violencia de género de por medio, como en el caso de Cristina, en donde si no tenés un abogado de algún organismo u organización que te acompañe estás entregado a la desidia, porque quizás un abogado del Estado tiene otros 80 casos”, expresó Décima en diálogo con El Territorio.

Y continuó: “Nuestra idea es hacer que esto cambie. Para eso tratamos de que no se borre la memoria, de ayudarnos. Todo este grupo pertenece a la campaña contra la violencia institucional. Ahí la teníamos a Cristina entre nosotros, también está Cecilia Rojas -compañera de causa de Vázquez y también absuelta junto a ella-”.

En una sociedad crispada por diversos temas y en la cual muchas veces primero aparece la estigmatización antes que la empatía, Décima reflexionó que “ningún familiar de acá, y esto lo tomamos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo también, quiere venganza por mano propia. Nosotros queremos justicia. Queremos que los jueces, fiscales y la Justicia en sí, cumpla su rol y que si hay un culpable, que pague. Nosotros vemos que siempre hay un favoritismo hacia las fuerzas de seguridad. Y tampoco queremos comprarnos el discurso del enfrentamiento, siempre fuimos eso, desde 1810, morenistas contra saavedristas, federales contra unitarios, siempre hubo y hay, pero nosotros queremos, desde nuestro lado, bajar las tensiones”.

Entre los familiares de víctimas de casos de gatillo fácil también estaba María Francisca Amarilla (56), la madre de Arnaldo “Nano” Amarilla (35), asesinado en un procedimiento de la Policía ejecutado en el barrio A3-2 de Posadas en julio de 2018.
Cristina López Hermana de Rosa

"Uno se siente impotente porque cada vez hay más chicos muertos por policías, policías que en vez de cuidar, mata"María Amarilla Madre de Arnaldo

“Uno se siente impotente porque cada vez hay más chicos muertos por policías, policías que en vez de cuidar, matan. Es injusto y más todavía si los chicos no están haciendo nada, como mi hijo que estaba sentado frente a mi casa. Duele mucho”, expresó la mujer.

Y, en sintonía a Décima, luego señaló que “yo quiero justicia. Si un pibe mata a un policía ese pibe va a la cárcel sin pensar mucho, pero un policía no”.

La mujer estaba acompañada por el letrado Horacio Komcke (47), que representa a la familia como querellante particular en la causa. Por el caso de Amarilla hay dos policías involucrados: Emanuel Esteban Soley, procesado con prisión preventiva como autor del hecho, y David Salomón Villalba, acusado como partícipe secundario.

Respecto de la situación del expediente, Komcke indicó que “la causa está en la cámara -de Apelaciones-. Otra vez pidieron la liberad de Soley porque ya cumplió dos años en prisión preventiva. El juez (Ricardo) Balor pidió una prórroga de un año de la preventiva”.

Cristina y el Estado responsable
En la continuidad de la intervención, también hablaron ante el público otros familiares de víctimas de casos de violencia institucional y allegados a personas actualmente privadas de su libertad en causas que consideran irregulares, además de actores de diversos organismos sociales que acompañan a los damnificados.

En esa instancia, volvieron a exigir el esclarecimiento de la muerte de Cristina Vázquez, situación en la cual los indicios recolectados apuntan a un suicidio.

Pero, al margen de ello, también aprovecharon para expresar duras críticas tanto hacia el aparato judicial misionero que la condenó, como al poder político y al Estado en general que, tras su absolución dictada después de once injustos años bajo encierro, la dejaron al desamparo.

“No había un solo elemento que hubiera hecho presumir siquiera que ella podía haber cometido el crimen. La forzaron todo este tiempo a tener que probar su inocencia. Salir de ahí con el estigma, la persecución que tuvo la afectó. El Estado directamente se retiró y esta es la consecuencia”, había expresado unas horas antes en diálogo con Radioactiva 100.7 la abogada Roxana Rivas, quien a la tarde también estuvo presente en la plaza 9 de Julio.

“El Estado le tendría que haber dado a Cristina un empleo formal, una vivienda. La respuesta debió ser inmediata”, agregó, al tiempo que criticó las condiciones en que Vázquez estaba trabajando últimamente bajo la órbita de Cáritas: “Estaba muy acorralada por su trabajo y la precariedad que este significaba. El Estado que te mantuvo preso once años de golpe es tu empleador por un contrato precario y cuánta autonomía tenés para demandar si estás dependiendo del mismo Estado. Todo eso habrá sido parte de lo que sufrió”.

“Duele porque no era este el final que esperábamos”

La tristeza y las repercusiones nacionales ante la repentina muerte de Cristina Vázquez (38) durante la jornada del miércoles continuaron ayer. La mujer, detenida injustamente durante más de 11 años, era velada anoche en una ceremonia íntima, acorde a estos tiempos de restricciones.

Los señalamientos, como desde que se conoció el deceso, son hacia la Justicia, por los años que la mantuvo en la cárcel injustamente, pero también porque ese daño no estaba siendo reparado, debido a que no tenía ningún tipo de contención. Y, al respecto, habló el padre Alberto Barros.

Al igual que en la carta que se dio conocer desde la Cáritas Posadas en Facebook, el religioso contó que conoció a Cristina en la cárcel y que la vio durante todo el tiempo que estuvo detenida. También dijo que ante la conocida falta de reinserción, fue Vázquez quien le solicitó un trabajo.

“En enero me pidió ella que yo vaya a su casa y explícitamente me dijo ‘padre estoy sola, estoy libre pero no tengo nada. ¿Usted me puede conseguir un trabajo?’”, recordó, al tiempo que añadió que ante eso le solicitó ayuda al gobernador Oscar Herrera Ahuad y que mediante eso se gestionó un contrato.  

“Le dije -al gobernador- que era una forma de empezar a reparar todo el daño que se le hizo, independientemente del juicio que ella podía hacer después”, detalló Barros y expresó que fue Cristina la que pidió trabajar con él, debido a que lo conocía y tenía miedo de la estigmatización y prejuicio en otro lugar.  

Barros se mostró dolido por algunas voces que señalaron que Cristina estaba siendo precarizada y probablemente por ello se animó a dar números. Expresó que por el contrato estaba cobrando cerca de $25.000 y que además también desde Cáritas le daban otros $5.000. Eso incluía obra social y aportes.

Dijo que también le brindó ayuda económica para que se mude, para que se compre ropa. Además, señaló que habían convenido que no estaba obligada a ir a trabajar todos los días.

“Su horario era muy sencillo, eran de 9 a 12. Tres horitas diarias, por lo que no había ni precariedad ni explotación”, enfatizó. Se encargaban de clasificar las donaciones, ir a los barrios y también de las visitas al Penal de Mujeres, donde Cristina se sentía importante porque sabía la realidad de las reclusas.

“Le dije que le iba a hacer muy bien el acompañamiento psicológico, pero a ella le costaba mucho, no quería saber nada con el tema y yo le decía que lo necesitaba porque estaba con picos de angustias muy fuertes, inestabilidades emocionales. Hasta que aceptó y le dije que se olvide del tema económico, porque mientras yo esté a vos no te va a faltar nada”, agregó.

La profesional que la atendió fue Natalia Falcone, quien ya la había asistido en el penal. El padre contó que se encargó de pagarle.

También negó enfáticamente su oposición o presión sobre Cristina respecto del matrimonio que contrajo en la cárcel con otra interna. “Fueron 7 meses que convivimos y cuando alguien habla desde afuera sin saber lo que pasó me duele, porque es una forma de desconocer su persona. Una persona de mucha riqueza y bondad. Hasta de una sana ingenuidad, pero atravesada por el dolor”, reclamó.  

Barros relató que últimamente la veía muy entusiasmada a Cristina con los avances de la demanda contra el Estado que preparaba con sus abogados, aunque aclaró que no conocía a los profesionales ni se involucró en el proceso.“Siempre le decía ‘el trabajo que vos tenés acá no impide en absoluto que hagas una demanda’”, remarcó.

“Su gran problema -opinó el entrevistado- era ‘tengo 38 años y no tengo nada en la vida’ y fue muy difícil tratar de convencerla”, dijo y contó que buscaban alentarla, que tenían largas charlas y que le solicitaban que fortalezca los vínculos con su familia, pero le costaba.   

“Yo estoy seguro que está feliz junto a Dios, pero me duele por esa sensación de que no era este el final que esperábamos. Esa sensación de ‘no se pudo’, me mata y me martiriza. Pero sé que hoy tiene la paz que buscó desesperadamente y no la pudo encontrar”, finalizó.