De prohibiciones, normas varias y su aplicación
Las letras pintadas sobre el inmenso muro gris me sorprendieron. No estaba permitido prestar atención a la cartelería. Qué regla tan estúpida, cómo podríamos convivir en estas condiciones, cómo nos vamos a enterar de las cosas, qué sentido tiene. Claro, a los 6 o 7 años apenas sabía el significado de algunas palabras y 'fijar(se)' era mirar algo, no dejarlo fijo, por eso la leyenda "Prohibido fijar carteles" me impactó. Han pasado desde entonces más años de los que quisiera admitir, pero me he encontrado con un montón de leyes y otras normas tanto o más ridículas (no las mencionaré aquí, pero googléelas y verá).
Y aunque las normas, ridículas o no, son importantes, en ocasiones lo es más el uso (y abuso) que se les dé. Qué va a pasar en la Cámara Baja si los diputados deciden dar marcha atrás con los cambios adoptados en el Senado, por ejemplo. O qué hacer con quienes fueron detenidos durante las protestas fuera del Congreso y pasaron sus días (algunos todavía los pasan) tras las rejas aunque flaqueen los delitos de los que se los acusa ("que falten pruebas no quiere decir que no los hayan cometido", dijo cierto personaje, tergiversando así la propia Constitución Nacional sin ponerse colorado y sin que nadie le retrucara).
La ley está para cumplirse, claro que sí. Pero qué pasa cuando la ley dice que blancos y negros no tienen los mismos derechos. O que las mujeres no pueden tomar decisiones sin el aval de su marido. O que un violador puede evitar la cárcel si se casa con la víctima. O que…, o que…, o que…
Hablando de blancos y negros y de derechos, en Sudáfrica a millones de personas se les dijo "no es que no tienen derecho a estar en ciertos lugares por ser negros, es que ni siquiera son sudafricanos", y se los confinó a los bantustanes, reservas tribales a las que en muchos casos se les otorgó una independencia fantasma. Así, a un nacido en, digamos, Johannesburgo, se lo mandó a vivir en Transkei y podía volver a trabajar en su ciudad natal, pero como extranjero. Era la ley, había que respetarla, ¿no? Es cierto que "hecha la ley, hecha la trampa", el problema es cuando la ley en sí es una trampa.
Y otro punto a tener en cuenta es que hay leyes y leyes. Algunas deben ser respetadas a rajatabla en cualquier circunstancia y otras, de acuerdo al color del gobierno de turno, son promovidas a cuestión de Estado o dejadas de lado como si nunca hubieran existido. Una cosa es no reclamar deudas a pequeños contribuyentes en tiempos de crisis, otra es hacer la vista gorda ante abusos y otras injusticias.
Entonces, aunque en ningún lugar del mundo (supongo) esté prohibido fijarse en los carteles, no le achaquemos a aquel niño su ingenua confusión, que el mundo adulto tiene lo suyo con esto de reglas, prohibiciones, cumplimientos y sanciones.