Pobreza e iluminados en la Argentina

miércoles 24 de mayo de 2023 | 6:00hs.

En la cátedra de Salud Pública de la Facultad de Veterinaria de la Unne, el extinto Académico Veterinario Profesor Dr. Horacio Fermín Mayer, inculcó la importancia de la estadística y escribió todo un tratado. Es la ciencia que utilizando a la matemática como instrumento y valiéndose de cálculo de probabilidades, reflexiona sobre las leyes de comportamiento de los fenómenos sujetos al azar. En tal sentido es la cuantificación de los fenómenos.

La estadística está presente en muchos actos de nuestras vidas y que a menudo practicamos sin saberlo, por ejemplo, cuando efectuamos una distribución de nuestro salario y destinamos un cierto porcentaje para adquisición de ropas, comestibles, trasportes y otros rubros. Es una manera de aplicar cálculos estadísticos.

Hace 4.000 años los chinos efectuaban estadísticas contando los cultivos. Moisés, 1250 años antes de Cristo, efectuó un censo para conocer el número de hombres con capacidad para usar armas; y los romanos efectuaron el primer censo general. Se interpreta que un país carente de estadística permanece ciego de su realidad. Y la realidad es la única verdad, frase de Aristóteles acuñada míticamente por Perón.

En nuestro país, después de tantos años de la democracia reconquistada, el Unicef revela que, en Argentina, la pobreza en la población de niños, niñas y adolescentes ascendió en el segundo semestre de 2022 al 61,5% y dentro de esta población se estima que 13,1% son indigentes. El 60% de los chicos argentinos son pobres (6 de cada 10), coincidente con los números que da la UCA (Universidad Católica Argentina, la universidad del Papa Francisco). La cifra estremece, pues son 4 millones de seres humanos entre recién nacidos y los 17 años de edad que sufren esta despiadada humillación. No es todo, un millón y medio de ellos no recibe la Asignación Universal. Y sus padres, el lumpen de los marginados sociales, se debaten entre el límite de conseguir trabajo o delinquir.

Este real presente es una vergüenza en el país de las vacas y los cereales que supo alguna vez ser considerado el granero del mundo. Y al revés de la trama, algunos se jactan de que producimos alimentos para abastecer a 400 millones de habitantes. Entonces ¿Dónde está la distribución equitativa de los medios de producción, por lo menos en el rubro de alimentos?

Y los argentinos, en lugar de usar la inteligencia en cómo solucionar la maldición de esta maldita vergüenza crónica, entre nosotros, la grieta ideológica continúa en forma exasperante sin atisbo de menguar este problema denigrante, al menos discutir soluciones que la seriedad requiere. Al contrario, hay políticos que, sin importarles el sufrimiento de los otros, ya están pensando alegremente en las elecciones que vienen. Así nos va, pues nadie asume yerros. No hay autocrítica, ningún mea culpa, ningún tipo de catarsis responsable y todo sigue igual en nuestro mundo de inimputables, donde asistimos boquiabierto que eximios retóricos de la farsa se animan a exhibir el pensamiento soberbio de: “Hemos gobernado bien, o estamos gobernando bien”.

Debemos hacer acto de contrición y asumir que estamos mal, muy mal, pero, aun así, se debe priorizar y solucionar urgentemente la alimentación de millones de hermanos hambreados. En consecuencia, tener in mente la lucha constante para efectivizar en la práctica el eslogan del hambre cero y que no quede en la trivial retórica de siempre.

Iluminados fueron integrantes “intelectuales” de una sociedad secreta del siglo XVlll. Pretendían erradicar creencias, religiones y gobiernos con la intención de crear un nuevo orden mundial. Con ese fin el grupo se juntó en una casona y entre cuatro paredes elucubraron teóricamente como debía ser la vida de los hombres aquí en adelante. Según esa planificación universal, cada persona lograría la perfección. Lógicamente los propósitos eran conocidos por ellos únicamente, el resto debían aceptar y cumplir.

La idea no prosperó porque el único iluminado murió en la cruz hace dos mil y pico de años. Pero en estos tiempos modernos en el país del Plata, no de la plata, algunos grupos se atribuyen la condición de sucesores históricos sin importarles un rábano las consecuencias. Son los que afloran en el poder central y se desparraman por el ministerio de economía con sus fórmulas y alquimias teóricas que han dejado el tendal de pobres de toda pobreza a lo largo y ancho de nuestra Argentina. Más del 40 % de indigentes y otro tanto de inflación que acogota sin misericordia a los asalariados, ya que ninguno de estos iluminados, salvo Lavagna, ha podido resolver ni tan siquiera encontrar algún viso de solución desde antes y después de la democracia reconquistada. Deleznable situación que opaca los sentidos hasta del tipo más indiferente.

Los iluminados son como los fantasmas, desaparecen por algún tiempo y vuelven a aparecer. Estamos observando en la fauna nacional.

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