Recordando a Don Raúl

domingo 07 de noviembre de 2021 | 6:00hs.
Recordando a Don Raúl
Recordando a Don Raúl

La amistad con Alfonsín comienza con una primera visita a Conrado Storani, hombre de Córdoba que inicia junto a Raúl el recambio partidario. Nos invitan  a Capitán Nosiglia y a mí a reunirnos en la capital, donde Storani reclutaba dirigentes para el nuevo movimiento Partidario junto a Raúl Alfonsín. A Raúl Alfonsín lo conocí años antes en una convención nacional en Avellaneda, quien arriba de una silla arengaba a favor del campo balbinista, de quien era dirigente en la provincia. La “amable” confrontación por aquel entonces era con los unionistas, el ala conservadora dentro de la UCR, herederos de la Unión Democrática que enfrentó a Perón en el 46.

La entrevista con Storani fue convincente como para salir etiquetados con Renovación y Cambio; nunca un nombre tan acertado. La idea era renovar la dirigencia partidaria en personas e ideas. Es decir, a Balbín y su vieja tropa que habían cumplido un ciclo ante un peronismo imbatible: ser “la reserva moral” en tiempos del  peronismo duro. La “reserva moral” fueron los cimientos necesarios para llegar al 83.

El gran rol de Ricardo Balbín fue el aguante, no dejar morir al acosado y perseguido radicalismo por el peronismo, al que muy poco le importaban las normas democráticas y para nada le molestaba ser partido hegemónico con los votos y con el garrote.

Sería en 1980/81. Se comprometió desde Renovación y Cambio una visita a Misiones y así fue. Vinieron ambos, Alfonsín y Storani, e hicimos una recorrida de pueblos por la ruta 12 despoblada de radicales y de política. Poca gente, poco entusiasmo pero en cada lugar se puso una potente semilla. Había que esperar y vendría la gran cosecha, democracia para siempre.

Nosotros (cuando digo nosotros, incluyo a Mario Losada (h) – Marito-, a  Jorge “Caballo” Velázquez, Enrique de Arrechea y Lucho Barrios en Posadas; Sábato Romano y Alderete en Oberá y zona Centro, en la 14 arriba Alcire Pretto, Christian Koch y Moncho Closs; Pepe Oswald en Concepción de la Sierra y el Sur y Constantino Queiroz y Falsone en Eldorado y zona Norte). Teníamos por entonces el problema que el líder partidario era don Mario Losada y seguía siendo balbinista y nuestro jefe. Y como no podía ser de otra manera, teníamos una interna pesada con lo que vendría a ser la generación intermedia e hijos políticos de don Mario, quien fue gobernador en 1963, y habiendo formado parte de su gabinete. Sin duda eran ellos, Guerra, Marchesini, Damiani, etcétera, quienes les había llegado el turno. Nosotros, para que se entienda mejor, nietos políticos rondando los 30 años para arriba y para abajo.

Había que definir, alejado don Mario como senador nacional, entre los intermedios y los que recién habíamos roto el cascarón, ambos grupos de Renovación y Cambio, quien mandaba en el partido, y como buenos demócratas en una elección interna. Y qué mayor pasión para un radical que una elección interna… A veces pienso que esa condición de no aceptar el dedo del patrón político mantiene viva ya por 130 años a la UCR.

Arrancamos con furia y ganamos bien, y a partir del triunfo no nos paró nadie. Pero también seguíamos siendo nadie, sólo futuro e incierto…

Ya afirmados en Renovación y Cambio y con el poder partidario en Misiones, participamos de una elección  por el Comité Nacional contra la conducción balbinista. Se perdieron las elecciones pero en la constitución del nuevo Comité, entré como vicepresidente segundo por el alfonsinismo. Raúl alcanzó visualización nacional y comenzó una firme relación de afecto de Raúl con Misiones.

Hubo que esperar los “años de plomo” de la última dictadura militar. Es cierto recordar que durante el tiempo de la larga noche, nunca por uno u otro medio dejamos de hacer política y visitar a los raleados correligionarios (no habían pasado más de pocos meses del golpe y fuimos con Marito y Caballo a visitar a los amigos de Aristóbulo y al docente Montiel a Irigoyen, a llevar “reserva moral”). Época en que el motor incansable fue Caballo Velázquez, luego senador nacional…

Ya próximos al 83 y durante ese año en sus comienzos, acompañé a Alfonsín en algunos actos y conferencias periodísticas. Compartimos infaltables cenas, hotel y tiempo. Ahí fui descubriendo un hombre diferente como pocos en política: honestidad intelectual, convicción inquebrantable, lúcido, con un gran instinto y percepción del tiempo que se vivía. Buceaba por debajo de la superficie y percibía el momento histórico y donde había que poner la antorcha, que inspiraba confianza pero por sobre todas las cosas era un hombre bueno que venía de la “tierra sin mal”. Una vez me dijo que no tenía capacidad de odiar y era cierto nomás. Nunca le escuché hablar mal de nadie, ni rencores con nadie. Además, virtud de los elegidos, era un seductor de masas con un discurso que encendía pasiones, y lo sigue haciendo cuando recordamos en videos su memorable oratoria…

Mucho tiempo después, ya alejado de su difícil mandato (fomentado por sindicatos, carapintadas, empresarios “con la vaca atada” y medios del status quo, y  perdón por generalizar), decía: “La gente me quiere, pero no me vota”. Después de su final tormentoso, la gente siguió queriendo al hombre bueno y honesto, pero relegó al político.

Cuando lo fui a visitar por primera vez a su despacho ya presidente, me dijo: “Te acordás del traje azul cansado (por gastado) que tenía, mirá que pinta ahora. Vos sabés que tengo un tipo que me prepara la ropa para cada día”.

Cuando los momentos más álgidos de los intentos de golpe, “con el león suelto” como graficaba Moreau, me decía en Olivos: “Cuando me acuesto pienso, esta será la noche que me van a venir a buscar…”. Lo decía sabiendo que estaba parado sobre el filo de la navaja con intentos de golpes militares cada vez que podían…  Por qué lo nuestro iba a ser distinto de los últimos 50 años… Por el compromiso cumplido por Alfonsín: “Nunca más va a salir gratis un golpe militar en la Argentina”, e hizo por vía de la Justicia el juicio a las juntas, por eso el pueblo atajó a los carapintadas golpistas en las plazas y en Campo de Mayo.

Con el Pacto de Olivos se confesó: “No puedo atajar a los gobernadores radicales, tienen mayoría para la reforma, prefiero negociar y que tengamos una buena Constitución y no que salga un mamarracho”. También pagó un costo adicional por su actitud. No me pareció acertado el voto directo a presidente eliminando los electores en elecciones indirectas, que daban más poder a las provincias, que creo fue su propuesta en la Constitución. Puso al país Central (y al Amba en particular) como gran elector, y al resto de las provincias en elecciones de cabotaje. Sí plausible los senadores por la minoría conociendo al peronismo.

Una vez me dijo, “en las cosas que me juzgue la historia seré inflexible”, y lo fue. Con una percepción histórica, prefirió poner sobre sus espaldas los costos de Punto Final y Obediencia Debida, pero salvar la democracia. Fue ese su destino, devolver después de cincuenta años de golpes militares, proscripciones, fracasos tras fracasos, la democracia al país y los argentinos.

A nosotros los misioneros nos privilegió siempre. Cuanta cuestión le pedimos cuando presidente, nunca dejó de acompañar, a veces sin mucha convicción, pero lo hizo. Por ejemplo, cuando la crisis del té del bajo precio y demanda, nos permitió que pongamos té en la caja PAN, y alivió el ingreso de miles de colonos. Cuando la crisis maderera, nos subsidió el nacimiento de la Ñande Roga, que puso al sector en movimiento y a miles bajo techo. Igualmente, con la intervención a la Crym,  nos permitió autorizar la plantación de 43 mil hectáreas a pequeños productores yerbateros y no yerbateros.

Resultó cierto cuando decíamos: “Vote a Alfonsín, un presidente bien amigo de Misiones”.

La democracia que refundó Alfonsín se mantiene en pie, pero cae un escalón más en cada gobierno. Las esperanzas del pueblo argentino en el futuro están hechas trizas. Quizá el temor al abismo final ayude a cerrar la confrontación irracional y la maldita grieta. Llegará el tiempo que unidos los argentinos… “cada uno con su bandera, pero poniendo más alto el asta de la bandera argentina, marchemos juntos a un destino común”, como tronaba derritiendo micrófonos el gran Raúl… Y desde el cielo en la primera fila de los hombres probos y buenos, estará esperando que llegue el momento, que llegará sin duda como en otros países, que “con la democracia se come, se educa, se cura”. 

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